Texto:
Janet Membrila
En 1931 los automotores que hacían de perreras transitaban por las calles de la Ciudad de México y se encargaban de levantar a los canes sin hogar para trasladarlos a un centro en el que al final del día los matarían.
El trato que les daban era muy violento: “los empleados de Salubridad “manganean” al pobre can famélico, lo mismo que echan la soga al cuello de cualquier chucho hogareño y después de darle dos o tres vueltas en el aire lo precipitan de cabeza en la perrera ambulante ”, se reportó en este diario.
Algunos perros llegaban “desarticulados” a su pasajera prisión, otros terminaban con la cabeza destrozada y encima, para matarlos se empleaban gases asfixiantes.
El 9 de octubre del año mencionado, EL UNIVERSAL publicó una carta de Ulises Valde, secretario del departamento de salubridad, donde hablaba de la importancia de las “campañas contra los perros callejeros ”:
“Ojalá todos se dieran cuenta del peligro que entraña convivir con los perros, pues además de ser éstos el vehículo de enfermedades, tales como las parasitosis, parasitosis cutánea (sarna), produce con sus mordidas gravea infecciones y lesiones que deforman definitivamente los miembros y la cara; sobre todo la cara de los niños”, explicaba el secretario.
Según Ulises Valde en los últimos 42 años, de esa época, se había registrado la muerte de 68 personas por rabia . Por ello consideraba necesario “tener a los perros en las mejores condiciones de higiene y que no permitan que estos animales salgan de sus domicilios para convertirse en callejeros”.
Pero, para mitigar las denuncias de maltrato anim al, el Departamento de Salubridad envió una convocatoria “a todas las personas que se interesan por estos asuntos […], para, si lo desean, se sirvan hacer demostraciones de procedimientos que crean buenos para la captura de perros callejeros ”.
Un perro hurga en la basura con la finalidad de encontrar alimento, año 1929. EL UNIVERSAL ILUSTRADO.
Él aseguraba que el departamento se encontraba en la mejor disposición de atender las propuestas y mejorar sus servicios para capturar y ocuparse de estos animales, ya que también era importante que la ciudad no fuera comparada con otras urbes “carentes de higiene”.
Dos días después, la Sociedad Mexicana Protectora de Animales , dirigida por el doctor Salvador Anaya y Arrieta, abrió un concurso “sobre la forma más humana de cazar canes”, publicado en EL UNIVERSAL.
Esta asociación aparece en las planas de este diario desde 1920, cuando uno de sus miembros le preguntó a un torero: “¿Qué daño les han hecho a ustedes esos pobrecitos toros?”
En la década de los años 30 la Sociedad Mexicana Protectora de Animales contaba con un hospital-asilo en la hoy alcaldía de Coyoacán, en la calle de Melchor Ocampo número 25 donde resguardaban a más de un centenar de perros . Pero como la asociación protectora recibía escasos donativos no podía brindarles asilo a más perros de la calle, ni evitar el sacrificio de algunos.
Entonces la sociedad se pronunciaba: “Ante la imposibilidad de evitar, además, la captura y sacrificio de los perros callejeros, ordenada por las autoridades sanitarias, la Sociedad Protectora de Animales pugna porque al menos se busque el medio más adecuado para que ambas cosas se lleven a cabo sin crueldades inútiles”, explicaba.
“¿No acabaremos de comprender que los perros tienen alma? ¿Los hombres son crueles y saben lo que hacen?”, comentaba un escritor para EL UNIVERSAL ILUSTRADO en la década de los años 30.
La intención era buscar “la forma menos lastimosa ” de matar a los perros. Dentro de las bases del concurso se invitaba a la población a sugerir ideas; el ganador recibiría una copa y un diploma.
La gente tendría 30 días para enviar su propuesta vía correo: “El procedimiento que se proponga deberá ser práctico y sencillo en su aplicación”, remataba la convocatoria.
El escrito remarcaba: “No deberá causar daño al animal ” y avisaba que el jurado calificador se conformaría por la Sociedad Protectora de Animales, el director de la Escuela Médico Veterinaria y un representante del Departamento de Salubridad Pública.
Aunque no se reportó en EL UNIVERSAL el resultado de este concurso, la convocatoria nos muestra que en la década de los años 30 había personas defensoras de los animales. De hecho, la población llegó a celebrar el “Día de los animales” el 17 de enero.
La Sociedad Mexicana Protectora de Animales exhortaba a la población a “que los animales domésticos y, especialmente los perros, nunca sean objeto de crueldades ni malos tratamientos”, de acuerdo con información de este diario. Pero ante el peligro que provocaban los canes sin hogar, las perreras eran entonces su irremediable destino.
Nuestra foto principal fue tomada de un artículo publicado en EL UNIVERSAL ILUSTRADO, 1929.
Fuentes:
Archivo de EL UNIVERSAL.