Existen numerosas explicaciones del triunfo de Trump en las elecciones del 6 de noviembre, pero todas parecen incompletas frente a los defectos de un político megalomaníaco, machista, berrinchudo, autoritario y procesado en distintos juzgados de su país. Imposible olvidar que en enero de 2021 alentó una especie de motín de sus simpatizantes en contra del Capitolio, donde se estaba validando la victoria del candidato demócrata.
A su regreso, Trump se llevó todos los estados decisivos, el voto popular, buena parte del voto latino e incluso de las mujeres que supuestamente iban a apoyar a Kamala. Recibió más votos en las regiones más desiguales del país, en las que se han elevado los precios de las viviendas, y en las que habitan más residentes nacidos en otros países.
¿Porqué? Tres razones directas y algunas indirectas: (1) la inflación que se inició desde 2021 en EE. UU. fue determinante de la inconformidad del electorado contra el gobierno de Biden. No sólo se incrementaron los precios de los alimentos y de los servicios, sino que las altas tasas de interés encarecieron las hipotecas y la compra de autos. (2) La creciente molestia con los migrantes ilegales, acompañada de la sensación de que la frontera del sur está descontrolada, y (3) la orientación general de las políticas del gobierno de Biden en torno a temas culturales, como la adopción de la llamada “políticas de identidad” que tienden a denunciar el racismo, el llamado multiculturalismo que reconoce los derechos de las minorías, y en general las posiciones que se podrían catalogar como “progresistas” en una época en que los norteamericanos parecen ser más conservadores que nunca.
Un problema adicional para los demócratas fue la edad del presidente Biden, y su negativa a bajarse de la carrera electoral con el tiempo suficiente para permitir a su partido completar un proceso de selección de su candidato que incluyera primarias para designarlo y una campaña más larga.
Antes del triunfo republicano. muchos y analistas políticos y los demócratas mismos, estaban convencidos de que la primera presidencia de Trump en 2016 había sido una especie de aberración, una excepción en el curso de la historia política nacional, y que era imposible que se repitiera. Esto fue un claro y costoso error, porque el político neoyorkino no es un accidente de la historia. Después de su primer período presidencial (2016-2020) se ha convertido en el líder de un movimiento conservador que defiende las posiciones nacionalistas y aislacionistas que predominaron en su país antes de la era de Franklin Roosevelt.
Su carrera ha transformado por completo la identidad del Parido Republicano, que hace mucho tiempo era el partido de los empresarios y de los blancos de ingresos elevados. Ahora parece abarcar a las clases trabajadoras (que antes eran demócratas) y a grupos étnicos que creyeron su mensaje de que iba a “componer” la economía y a detener a los migrantes ilegales. Su visión nacionalista implica proponer barreras adicionales al comercio, predicar la no intervención en conflictos mundiales como la guerra en Ucrania, y en la crítica del intervencionismo estatal en las políticas públicas (salud, educación, programas sociales, regulación del sector privado, políticas ecológicas, cobro de impuestos excesivos): todo lo que se agrupa en lo que la derecha norteamericana ha llamado el “Estado administrativo” o el “Estado profundo” que Trump ha identificado como su enemigo personal.
En contra del ahora presidente electo está su edad, 78 años—es uno de los presidentes con más años de la historia. Es la misma edad que tenía Joe Biden al asumir la presidencia en 2020. Existe el claro riesgo de que al tomar el poder en enero de 2025 se equivoque al identificar a sus interlocutores, se confunda con los datos que debe manejar, o se duerma en alguna reunión, todo lo cual ha ocurrido durante los años recientes y en su campaña política.
Pero hay que tomar en cuenta un factor adicional de primera importancia: la activa presencia en el país de una red de organizaciones (think tanks) conservadoras financiadas por millonarios con una agenda clara: detener –erradicar-- las políticas demócratas contra los monopolios, la regulación “excesiva” sobre las criptomonedas, las políticas ecológicas o “verdes” que prohíben, por ejemplo, la extracción de petróleo y gas en terrenos naturales protegidos, los apoyos a minorías “no blancas” en nombre del reconocimiento de los EU como un país “multicultural” y, especialmente, la propuesta --que en algún momento mencionó el gobierno de Biden-- de autorizar “un impuesto a los millonarios”, consistente en gravar a las personas con ingresos mayores a los 10 millones de dólares derivados principalmente de ganancias financieras.
Aunque ya existían desde hace tiempo organizaciones conservadoras como The Heritage Foundation fundada en 1973, y el Cato Institute (1974), nunca como ahora actúan en la vida pública de los Estados Unidos entidades que no se pueden clasificar más que como de extrema derecha. No hay espacio aquí para tratar el tema en detalle, pero menciono algunos de los más relevantes:
The Claremont Institute, que propone regresar a los principios de los padres fundadores de la nación, restaurar la libertad política, reducir el tamaño del gobierno y “formar a los futuros cuadros del gobierno y del poder judicial”;
The American Conservative Union (ACU), que trabaja directamente sobre (y con) los miembros del Poder Legislativo; America First Legal, cercano a Donald Trump, America First Policy Institute, que ha logrado que algunos de sus miembros sean incluidos en el próximo gobierno republicano, y que ha diseñado propuestas de política gubernamental para Trump, está contra la planeación familiar, en favor de la perforación de nuevos pozos de petróleo y gas, y en contra de cualquier tipo de controles sobre las compañías energéticas y las financieras; el American Principles Project que combate el reconocimiento y apoyo a las personas transgénero, y en favor de los “valores familiares”; el Conservative Partnership Institute que lucha contra las políticas llamadas “woke”[1] o “progresistas”, como la enseñanza de historia racial en las escuelas básicas, la terminología “sexista” y las “políticas de identidad”, referentes a los derechos de grupos como homosexuales o la comunidad LGBT.
En ese proceso, destaca especialmente el apoyo que dio a Trump el hombre más rico del país. Elon Musk, con una fortuna calculada en 250 mil millones de dólares, que anteriormente se había mantenido al margen de campañas a la presidencia, donó esta vez 120 millones de dólares a la campaña Republicana, organizó mítines en su favor en estados clave como Pennsylvania, contrató a más de 5 mil personas para literalmente acarrear votantes a las casillas en los estados decisivos (a veces llamados “estados bisagra”), y promovió sin descanso sus mensajes en la plataforma X, antes Tweeter.
Para financiar todo eso, Musk creó su propio PAC (en español Comité de Acción Política), un instrumento libre de impuestos que permite crear organizaciones civiles que recaudan recursos para campañas políticas evadiendo los topes de financiamiento que la Ley define para donar dinero en forma directa a los candidatos y a sus partidos. Su Comité se llamó America PAC.[2]
El apoyo del millonario fue determinante: al inicio de su campaña, Trump tenía 88 millones de seguidores; Musk tenía 200 millones y además controlaba la plataforma social X,[3] Empezó a dedicar tiempo en X para difundir entrevistas con Trump. Se trata de un caso abierto de utilización de una poderosa red social para los objetivos políticos de su dueño. No tiene precedente en la historia política del país.
Ahora Musk ha sido nombrado por el presidente electo, junto con el político republicano Vivek Ramaswamy, para reducir el tamaña de la administración pública en una tercera parte y recortar dos trillones de dólares (billones en la terminología latina) del Presupuesto Federal. Parece complejo lograr un recorte de esa magnitud, ya que implicaría afectar programas sociales básicos como Medicare, la Seguridad Social, y otros. Faltará ver si el Congreso aprueba estas medidas.
¿Por qué Musk y otros multimillonarios apoyaron a Trump de forma tan decisiva? Ante todo, por el compromiso del presidente electo para reducir o eliminar las regulaciones y controles gubernamentales, fundamentales para la industria energética (carbón, petróleo, gas) y muchas otras, como las regulaciones contra los monopolios. Especialmente las industrias de Musk (vehículos eléctricos, X, Industria espacial) en principio están reguladas por agencias gubernamentales, como la SEC (Securities and Exchange Comission, encargada de aplicar las leyes contra la manipulación de los mercados financieros) las autoridades de tráfico y seguridad carretera, la Administración Federal de Aviación, y las que regulan el medio ambiente.
A todo esto, hay que agregar los medios de comunicación que llevan años militando con las causas conservadores, aunque no siempre apoyando al propio Trump, especialmente la cadena televisiva Fox desde los años noventa, cuyo dueño es el magnate Rupert Murdoch de 93 años.[4] En 2023, después de una etapa de alojamiento con Donald Trump, Fox News denunció los procesos judiciales contra el neoyorkino como una “persecución política” y como “interferencia en el proceso electoral”
Se puede decir que con el gobierno de Barak Obama (2009-2017), el Partido Demócrata vivió una época de auge de políticas progresistas y a su vez alentó el surgimiento de políticos más a la izquierda, como el senador Barney Sanders y la diputada Alexandria Ocasio-Cortez. El nuevo activismo de la derecha norteamericana tiene mucho de reacción frente a este proceso. En lo que se puede ver como una “Disputa por la Nación“, fuertes intereses financieros y empresariales decidieron detener lo que consideraron “políticas radicales” en el Partido Demócrata y terminaron por adoptar a Donald Trump. Algunos de ellos han reconocido los defectos de Trump como persona. Otros no apoyaron su “gran mentira” de haber ganado las elecciones en 2020, pero todos lo reconocen como un político eficiente que defenderá las causas que más les interesan. Se trata de un “riesgo calculado” que podría tener consecuencias inesperadas.
[1] Originalmente la palabra significaba “estar alerta” – de awake—o estar consciente de acciones o políticas racistas o discriminatorias. Es un término que usa todo el tiempo el gobernador conservador de La Florida Ron DeSantis, precandidato a la presidencia en 2023 derrotado por D. Trump.
[2] Ver en Wikipedia Political action committee - Wikipedia
[3] Musk compró Tweeter en 2022 por 44 mil millones de dólares. Inmediatamente después, redujo su personal de 8 mil empleados a 1,500 y volvió a permitir la circulación de mensajes político-electorales, que los anteriores dueños de la plataforma habían prohibido.
[4] Murdoch también es dueño de la empresa de información financiera Dow Jones & Company, que publica el The Wall Street Journal y el Índice Dow Jones. Ha sido un campeón de las causas conservadoras incluyendo en su momento a Margaret Tatcher y luego el Brexit. También forma parte del consejo directivo del Cato Institute, mencionado arriba.