La propuesta de AMLO de integrar un organismo “no lacayo” distinto de la OEA, junto con una crítica a las intervenciones norteamericanas en América Latina fue sorpresiva por varios motivos. Ante todo, porque las prioridades presidenciales de la primera mitad de este gobierno no han residido, ni de lejos, en la política exterior. El simplismo de que “la mejor política exterior es la interior” ha llevado a renunciar a cualquier política exterior, salvo por eventos aislados, como la ineludible negociación para transformar al TLCAN en TMEC, y los intentos de controlar la migración hacia México en la frontera sur. Y ambos temas fueron impuestos por el gobierno de Trump.
En segundo lugar, la declaración de López Obrador rebasa la práctica aplicada hasta ahora de no agredir abiertamente a los Estados Unidos, en función de la importancia decisiva de las relaciones con ellos en términos de comercio, inversión extranjera y turismo. Si por mantener ese camino se llegan a afectar los ingresos de divisas en esos tres rubros, la economía mexicana sufriría mucho: se incrementaría el desempleo, la Balanza de Pagos se volvería deficitaria y se entraría en peligro de una devaluación monetaria. Todo eso, a cambio de ganar ¿qué?
Detengámonos a pensar en la propuesta de desaparecer a la OEA, un organismo prácticamente irrelevante en el ámbito internacional, cuya importancia se reduce aún más por las diferencias de todo tipo entre los países de la región: diferencias de tamaño y de nivel de desarrollo, pero especialmente ideológicas. Cuba, Nicaragua, Bolivia y ahora Argentina nada tienen que ver con los gobiernos conservadores de Brasil, Perú antes de las elecciones recientes, Chile y otros. Nada que ver dentro de la OEA, ni en un nuevo organismo continental que nadie va a construir.
Pero además, como organismo “no lacayo” distinto de la OEA, existe el antecedente de la Alianza Bolivariana para las Américas impulsada por Fidel Castro y Hugo Chávez, con lo que llamaron hace una década “un fuerte pan-nacionalismo latinoamericano”. Bien conocido es que el ALBA se terminó cuando no hubo más petróleo venezolano para repartir.
En ese contexto ¿de veras se puede creer que la diplomacia mexicana va a desarrollar un esfuerzo continental para desaparecer a la OEA y crear un ente “autónomo”, y además “similar a la Comunidad Europea”? Muy escasa utilidad tendría ese proyecto para México, puesto que en el mismo discurso, AMLO reconoció la interdependencia económica ente los dos países.
El otro tema del discurso fue la defensa del gobierno cubano sin reparar en la forma en que éste reprime alegremente a sus ciudadanos, repitiendo el eterno estribillo de que las protestas en realidad son fomentadas por el imperialismo. El presidente Diaz Canel declaró que se trataba de una "campaña de intoxicación mediática" para promover el "odio" entre cubanos, disturbios y un clima de inestabilidad. De paso, el gobierno suspendió el Internet a los cubanos, lo cual muestra hasta dónde llega en Cuba el derecho a cualquier expresión no gubernamental.
En cambio, la propuesta de AMLO de levantar el embargo contra Cuba es relevante y pertinente, al menos en términos morales. El embargo es rechazado anualmente por votación mayoritaria en la Asamblea General de la ONU.
Conviene aclarar que no se trata de un “bloqueo”, puesto que Cuba sigue comerciando con el exterior e incluso compra alimentos y medicinas en los EE. UU, debido a que estos rubros son considerados como de ayuda humanitaria. Pero el embargo se basa en un conjunto de leyes que serían muy difíciles de derogar para el gobierno de Joe Biden (que tiene otras prioridades legislativas), y se ha mantenido ante todo por la vociferante presencia de los cubanoamericanos en la Florida, que se hacen presente en cada una de las elecciones nacionales, con el peso de sus 29 votos electorales.
Tanto Ron de Santis, el gobernador de republicano de Florida, como Marco Rubio, hijo de emigrantes cubanos y senador por la Florida, han sido mencionados como posible candidatos a la presidencia (o incluso la vicepresidencia si Trump logra correr de nuevo). Mientras, los políticos republicanos mantienen la presión contra Joe Biden para mantener las sanciones contra Cuba.
Por todo esto, el llamado a levantar el embargo de Estados Unidos es por completo simbólico. No tendrá ningún efecto. En realidad, se trata de un nuevo globo de ensayo para que la conservadora 4T se vista de progresismo bolivariano. Bastante se parece a la antigua política priista de apoyar a Cuba para presumir de progresismo continental y buscar algún grado de autonomía frente a nuestros vecinos del norte.
*Economista especializado en temas internacionales