La invasión de Ucrania ya cumple año y medio desde febrero de 2022, generando muertos y heridos en ambos bandos y efectos inflacionarios sobre energéticos y bienes básicos. No sólo es la crisis militar europea más seria desde 1945, sino que ha cambiado por completo el panorama geopolítico del mundo. Al otro lado del mundo, la invasión rusa ha coincidido con la nueva política nacionalista de Xi Jin Ping, ahora aliado “sin límites” de Rusia, con una estrategia propia de fortalecimiento militar con miras a una probable invasión de Taiwán, aunque no en el futuro inmediato.
En agosto de 2023 la agencia Reuters informó que Rusia había duplicado su gasto militar por encima de los 100 mil millones de rublos (MMR), una tercera parte de todo su presupuesto, y su déficit presupuestal es ya de 28 MMR. Conviene anotar que por las sanciones occidentales, sus exportaciones de energéticos (petróleo y gas) cayeron en 47% en lo que va de 2023. Sin embargo, la reciente elevación del petróleo a 90 dólares por barril trabaja en favor de Putin y su guerra. Internamente, al dar prioridad a los gastos militares, el resto del gasto público está en declive: escuelas, hospitales, carreteras, y también la economía civil o no estatal.
Putin, decidido a quedarse para siempre en el gobierno, necesitaba un enemigo para consolidar su poder y culparlo de las debilidades de su propio gobierno: nada mejor que la OTAN. Sus prioridades estratégicas incluyen restaurar su dominación en Ucrania, el Báltico y en las fronteras del sur de Rusia. Pero sus acciones han provocado lo contrario de lo que deseaba: el fortalecimiento de la Alianza Occidental, y han sometido a su propia población a carencias y a un férreo control político.
La guerra en Ucrania ha entrado en una etapa de desgaste que la podría alargar incluso años. Rusia ocupa alrededor del 16% del territorio de Ucrania, que defiende ahora con minas, trincheras y barreras de todo tipo. A Putin le podría beneficiar el alargamiento del conflicto, apostando a que en los EE.UU Trump gane las elecciones de 2024 y suspenda los apoyos a Ucrania. Por otra parte, el dictador ruso esperaría que los países europeos se cansen de apoyar a Ucrania y busquen una solución negociada que le permita conservar parte de los territorios ocupados y argumentar que ha ganado la guerra.
Sin embargo, Europa no se puede desentender de la agresión rusa, porque podría eventualmente desbordarse a otros países. Alemania es uno de los principales bastiones para mantener los apoyos militares a Ucrania y las sanciones contra Rusia. Alemania sumaba ya en marzo de 2023 14 mil millones de euros en apoyo a Ucrania (cifras oficiales), a pesar de que su economía ha tenido problemas para sustituir los suministros de gas que venían de Rusia, y pagar precios más
elevados a sus nuevo proveedores: Noruega, Países Bajos y Bélgica. Hasta antes de la invasión de Ucrania, Alemania importaba más de la mitad de su gas natural de Rusia. En 2023 su economía tendrá un crecimiento negativo de 0,4%.
El Reino Unido es el segundo país en los apoyos a Ucrania. Francia, con sus propios problemas políticos internos, ha enviado menos ayuda militar y algunos apoyos financieros. Conviene recordar que el presidente Macron ha tratado, sin éxito, de negociar directamente con Putin. Las contribuciones de Italia han sido aún menores.
En febrero de 2023 los Estados miembros de la UE integraron un fondo común de 3.600 millones de euros para financiar las contribuciones de armamento para el país invadido. Pero la mayoría de los Estados de la UE no divulgan sus envíos de armamento por razones militares y de seguridad.
Putin se ha convertido en una amenaza directa para los tres países bálticos, considerados como el talón de Aquiles del este de Europa. El Mar Báltico es una zona estratégica para los rusos. Una tercera parte de su comercio pasa por San Petersburgo, por lo cual sería inaceptable para ellos un bloqueo de esas rutas marítimas. Además están ahí los gasoductos submarinos que transportaban gas hacia Alemania, uno los cuales fue saboteado en septiembre de 2022.
Lituania, Estonia y Letonia (en inglés Latvia), que en otras épocas formaron parte de la URSS, gastan alrededor del 2.4% de su Producto en defensa, y si bien no tienen fuerza aérea, aviones alemanes de la OTAN vigilan su espacio aéreo de los tres países.
Al norte de esa región está Finlandia, con una frontera con Rusia que mide 1300 Kilómetros. Ahora ha entrado a la OTAN, después de haber mantenido una posición neutral desde la segunda Guerra. En Finlandia, y especialmente para Polonia, rival histórico de los rusos desde la época de Pedro el Grande se han dado procesos de un rearme militar sin precedentes.
El gasto militar de Polonia, en la parte sur del Báltico, llegará a un 4% de su PIB en 2023, que equivale a unos 30 mil millones de dólares (MMD), el más elevado entre los países de la OTAN. También ha incrementado el número de sus soldados, hasta llegar a 300 mil, y acelerado sus contratos de compra de equipos militares avanzados a los Estados Unidos y Corea del Sur. Bajo los acuerdos de la OTAN, los Estados Unidos tienen estacionados a 10 mil soldados en Polonia.
Para completar este panorama, es pertinente mencionar que Japón, amenazado por el expansionismo chino en el llamado Mar de China, y la beligerancia de Corea del Norte, ha anunciado que duplicará su presupuesto militar en los siguientes cinco años. En 2023 asciende a cerca de 50 MMD. Sus empresas, como Mitsubishi, Toshiba y Subaru son ya productores de aviones militares, helicópteros y municiones. Al final de ese período, el gasto en defensa de Japón será el tercero del mundo, después de Estados Unidos y China. Con estas medidas, los
japoneses abandonan su posición histórica en contra de reconstruir un ejército y una marina. La presencia militar norteamericana en Japón y Taiwán es de 80 mil soldados.
En los frentes de batalla, el ejército ucraniano no ha avanzado mucho en su ofensiva contra las tres líneas defensivas rusas, ni ha logrado una victoria decisiva. No tienen mucho tiempo antes de que el mal clima del otoño y del invierno reduzcan las operaciones militares.
Un cambio cualitativo en el panorama bélico han sido los ataques con drones detrás de las líneas de combate, sobre territorio ruso o controlado por los rusos. Por ejemplo, un ataque exitoso sobre una base militar en Crimea y una docena de bombardeos en Moscú y otras regiones, concentrándose en aeropuertos y fábricas de armas. Esto, a pesar de que las defensas electrónicas rusas logran derribar o nulificar el 60% de los drones ucranianos.
El Economist del 2 de septiembre incluyó un mapa de los ataques reportados por parte de drones ucranianos contra territorio ruso.
Estos ataques hacen mucho más difícil creer en la propaganda rusa, que desde el principio minimizó la importancia de la guerra llamándola “una (simple) operación militar”, y representa una respuesta a la superioridad rusa en materia de misiles, que ha sido usada contra objetivos civiles, así como infraestructura energética y de agua en todo el país invadido. Este proceso destructivo no se ha detenido a pesar de que las líneas de batalla se han estabilizado, y seguirá en el futuro cercano con más intensidad de lo que puede hacer Ucrania.
Conviene recordar que la OTAN ha sido renuente en proveer a Ucrania de aviones de guerra, suponiendo que su uso contra Rusia podría significar la virtual entrada de la Alianza Atlántica en una especie de Tercera Guerra Mundial.
Según el NYT (18 de agosto), las bajas totales de la guerra se elevan a un sorprendente medio millón. El número es difícil de calcular porque Rusia reduce las cifras de muertos y heridos, mientras que Kiev no publica datos oficiales.
Rusia podría haber tenido hasta ahora 120 mil muertos y entre 170 y 180 mil heridos, mientras que los ucranianos habrían registrado 70 mil muertos y entre 100 y 120 mil heridos. La locura de la guerra.
Todo esto queda muy lejos de América Latina y especialmente de México, inundado por noticias político-electorales, pero conviene tener presente que el mundo se ha vuelto más inestable, que muchos países compran y fabrican nuevas armas y que esta injusta guerra se podría ampliar de distintas maneras y con consecuencias muy negativas.