Miguel Sandoval Lara

Guerra contra Ucrania cambia las reglas de juego de tres décadas

03/03/2022 |04:33
Redacción El Universal
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Presenciamos azorados la locura de la guerra. Fotos que documentan la destrucción de un país educado e industrializado, más de 600 mil de refugiados en los países cercanos que necesitarán de apoyos internacionales, ucranianos desarmados protestando ante un grupo de soldados rusos que ya tomaron el control de una pequeña ciudad del Mar Negro: “Váyanse a su casa”.

La movilización militar más grande desde la II Guerra Mundial ha sido desatada por un gobernante autoritario en contra de una población que en su mayoría no quiere regresar al dominio vertical ruso, ni tampoco a gobiernos locales impuestos para servir intereses ajenos.

La invasión a Ucrania significa un cambio profundo en el equilibrio europeo instalado desde la caída de la URSS y del bloque del Pacto de Varsovia en 1991.

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En las revistas especializadas se publican relatos sobre diplomáticos que conocieron a Putin en distintos momentos: lo describen como un dictador aislado, solitario, que no escucha a sus asesores ni tiene contrapeso alguno. Controla el parlamento, su partido político es mayoritario, controla al ejército y los servicios de inteligencia, y a la mayor parte de los empresarios. Su único rival político está en la cárcel. Putin pregona una muy particular visión del mundo, en la cual la mayor desgracia para su país fue el desmembramiento de la antigua URSS, que generó un situación adversa a la nueva Rusia y que a sus ojos, le dejó debilitada frente a Occidente. Rusia trata así de echar los relojes pudieran hacia atrás para reconstruir un imperio que fracasó por sus propias contradicciones y debilidades.

Las mentiras y pretextos para la invasión son absurdas, y deberían ser imposibles de sostener en un mundo totalmente comunicado a través de medios amplísimos de comunicación, Internet, redes sociales en las que cualquier persona puede escribir mensajes y publicar fotos, y teléfonos inteligentes. Ya no existe la era de Stalin y de Brezhnev, cuando el gobierno ruso controlaba toda la información detrás de su “cortina de hierro”. Además, en Rusia existen ciudadanos y medios que no están de acuerdo con las políticas del nuevo zar, y que están enfrentando la cárcel por expresar su opinión.

Es cierto que la China de Xi Jinping tiene una alianza con Rusia, que en el largo plazo ofrecería una integración económica, inversión extranjera y la compra de sus principales exportaciones: gas, petróleo y armamento. Pero hasta ahora, el 37% del comercio de Rusia se hace con Europa, incluyendo una tercera parte de las importaciones europeas de energéticos. Estos flujos comerciales se ponen ahora en cuestión por la voluntad de un solo gobernante. Por otra parte, la invasión de Ucrania somete a China a consecuencias que no querrá asumir, especialmente porque la iniciativa de Xi Jinping de ampliación de su influencia mundial requiere de paz y estabilidad en África, Asia y Europa, por más que tienda a competir con la potencia norteamericana.

La importancia de las exportaciones rusas de gas y petróleo a Europa es tal que las sanciones impuestas por la OTAN no han sido afectadas, porque cortar los suministros de energéticos rusos afectaría también a los europeos.

Es cierto que existe en Ucrania, como en todos los países de Europa del Este, una población que simpatiza con los rusos, principalmente porque sus antecesores emigraron de Rusia: casi el 18% de los 43.6 millones de habitantes de Ucrania son rusos étnicos y están concentrados en el Sur y el Este del país. Son mayoría en Crimea (71.7%), lo cual favoreció la anexión unilateral de esta región por Putin en 2014. En Kiev mismo, la capital, el 13% de sus pobladores son rusos.

Es cierto también que en 1922 Ucrania se estableció como parte de la URSS, pero antes de eso, intentaron crear una República Popular Ucraniana en 1917-18 y libraron una guerra civil de 1918 a 1922 tanto contra los llamados rusos blancos prozaristas, como contra el Ejército Rojo encabezado por Trotsky. Finalmente se impuso el nuevo orden bolchevique, pero estos datos se deben tomar en cuenta para asegurar que desde el Siglo XIX hasta la integración a la URSS, Ucrania si constituyó una clara nacionalidad con un idioma propio, en contra de la afirmación de Putin sobre la inexistencia de la nacionalidad ucraniana.

Pero el panorama no es positivo para los ucranianos. Por la magnitud de las fuerzas militares rusas ya dentro de Ucrania, y porque los rusos aún no utilizan todos sus recursos militares, será muy difícil que los ucranianos puedan detener la invasión y derrotar al ejército invasor. La misma resistencia invitará a Putin a emprender la destrucción de las principales ciudades del país y la muerte de civiles para imponer su ley.

Será también muy complejo que los territorios orientales de Donetsk y Luhansk se libren del dominio de Putin, porque en esa región predomina la población de origen ruso.

¿Hasta qué punto será posible para Putin establecer un gobierno ucraniano que no responda a los intereses Ucrania? ¿Podrá sortear los costos económicos y financieros que apenas empiezan a generar las sanciones de Europa y los EE. UU.?

Para Europa, esta invasión anuncia un cambio profundo de las reglas que han imperado durante tres décadas. Las democracias liberales, ya en peligro por los ataques desde su interior por las nuevas derechas, se enfrentarán ahora al viejo enemigo de la Guerra Fría reencarnado ahora en un autócrata que quiere revivir las antiguas zonas de influencia y control de la URSS y de los zares.