En este junio de 2022 varios expertos económicos (bancos internacionales, el Economist) anuncian una posible recesión para 2024, que coincidirá con la campaña a la presidencia en los Estados Unidos, y también con la campaña mexicana para elegir un nuevo presidente. La recesión en EE. UU. podría alimentar el populismo y el proteccionismo, lo que significaría el regreso de Donald Trump, o de un político similar, con consecuencias imprevisibles para los problemas actuales de la geopolítica mundial.

Las más recientes recesiones en EE. UU. fueron la de 2008-2009 provocada por el auge inmobiliario y la de 2020 provocada por el Covid. Apenas dos años después, las principales economías sufren procesos inflacionarios: en abril de 2022 los precios al consumidor en los Estados Unidos tuvieron un incremento anual de 8.6%, generado ante todo por los precios de energéticos (petróleo a cerca de 120 dólares por barril) y de las viviendas. La gasolina prácticamente ha duplicado su precio, pero además los precios de los alimentos han sido mayores al promedio, tanto en Estados Unidos (11%) como en México (un elevado 12.3%).

Hay al menos cuatro causas: la ruptura en las cadenas productivas internacionales y el comercio mundial después de los cierres del Covid, la guerra contra Ucrania, que detiene exportaciones de alimentos, fertilizantes y metales básicos, el alza en los energéticos, ya que Rusia es el primer exportador mundial de petróleo (y el tercero en gas), y finalmente los cierres intermitentes en ciudades y puertos chinos para impedir los contagios del Covid.

La recuperación que iniciaba la economía norteamericana en 2022 se enfrenta ahora a carencias de mano de obra: muchos empleados de servicios ya no quieren trabajar sin contratos y con salarios reducidos, y esta presión tiende a elevar los salarios, lo cual presiona los precios finales.

En 2022 la bolsa de valores en EE. UU ha caído en 15%. Algunos ahorradores se salen del mercado y elevan sus depósitos bancarios o compran instrumentos financieros.

Para enfriar la economía, la Reserva Federal ya ha elevado las tasas de interés y lo seguirá haciendo a lo largo del año, como lo están haciendo otros países. Esto incide de inmediato en la industria de la construcción, que a su vez determina al ciclo económico total.

Para el presidente Biden, la inflación es un problema muy serio. Sus índices de aprobación andan cerca del 39% en junio. Este noviembre los demócratas podrían perder una (o las dos) de las cámaras del Congreso, dejando a Biden sin capacidad de acción en los dos años siguientes.

Los analistas discuten si la economía norteamericana sufrirá una recesión o sólo una reducción en su crecimiento económico, pero la guerra en Europa y las nuevas tasas de interés registran ya efectos internacionales. Con mayores tasas de interés, los países más endeudados tendrán que pagar más por servicios financieros, poniendo en peligro la recuperación después de la pandemia.

En México la nueva ola inflacionaria ocurre en el contexto de casi nulo crecimiento. El estancamiento económico se inició con el gobierno de AMLO con la contracción de la inversión pública por los salvajes recortes presupuestales, y de la inversión privada por la arbitraria cancelación del aeropuerto de Texcoco, los ataques a las empresas extranjeras de energía y la propuesta de contra reforma eléctrica para regresar al monopolio público de la CFE. Con todo esto, la inversión está en 2022 en 13% por debajo de su mínimo histórico.

En 2020 de pandemia el producto mexicano se contrajo en -8.4% A pesar de una débil recuperación en 2021, estamos por abajo del nivel productivo que teníamos en 2018. En 2022 el PIB mexicano podría crecer a una tasa apenas superior al 2% (Dato de México: como vamos) o aún menos: 1.76% según encuesta del Banco de México de mayo. Si se compara con la tasa de crecimiento de la población, de cerca de 1.4% anual, habrá sido un sexenio sin crecimiento real, pero ahora en un contexto agravado por las alzas de precios.

En México la inflación de la segunda quincena de mayo (no el promedio mensual) fue de 7.71 por ciento. Tampoco se debe descontar que la violencia del crimen organizado y especialmente el cobro de derechos de piso, lesionan las actividades de productores y de comerciantes e incluso elevan los precios en mercados locales.

Pero ni la recuperación del crecimiento ni el control de la violencia son prioritarios para el gobierno mexicano. Con la 4T absolutamente todo es político-electoral. Las conferencias de Palacio se concentran en cómo se va a definir al candidato de Morena a la presidencia, en atacar a gobiernos del pasado, a los periodistas críticos, y a los congresistas que no apoyan sus iniciativas de ley. Después de las elecciones en seis estados, se ha iniciado ya, con fuerza y recursos, la campaña para que Morena se apodere del Estado de México, a pesar de que falta todo un año para la elección (4 de junio de 2023).

Un ejemplo ilustrativo de política económica de la 4T

En enero, en diez estados de la República se legalizaron los autos introducidos ilegalmente al país, ya sin necesidad de que intervengan agentes aduanales. a pesar de que la medida lesiona a la industria automotriz mexicana. La legalización abarca a los millones de autos ilegales que ya circulan en el país, y a otros 2.2 millones de autos usados que podrían ser introducidos desde Estados Unidos.

Obviamente se trata de autos contaminantes. La medida impacta directamente a la industria automotriz, que emplea a dos millones de trabajadores y que aún no se ha recuperado de la crisis de 2020.

Si esta parte de la industria nacional no sale de su estancamiento, se afectará la recuperación de la economía global. Pero el objetivo no es apoyar la recuperación de la economía, sino ganar votos para Morena en estados del norte del país, donde tradicionalmente ha tenido menos fuerza política.

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