Falleció uno de los más grandes juristas en la historia de México: Sergio García Ramírez. Fue director del penal de Lecumberri, Procurador de Justicia en el entonces Departamento del Distrito Federal, Procurador General de la República durante seis años, Presidente fundador del Tribunal Superior Agrario, Juez y Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Consejero del IFE y un largo etcétera, pero sobre todo fue profesor y autor de una frondosísima obra jurídica, que no tiene parangón en el derecho mexicano.
Conocí a García Ramírez en 1990, cuando tuve la enorme fortuna de ser su alumno en la Facultad de Derecho de la UNAM. Había vuelto a dar clase luego de su desempeño como Procurador General de la República entre 1982 y 1988. Era un eminente profesor de la materia de “Derecho procesal penal”. Llegaba cada mañana al aula auxiliado únicamente por unos apuntes redactados en forma de esquemas, que lo guiaban a través de los temas de la materia mientras sus alumnos asistíamos boquiabiertos a una enorme lección de excelente oratoria y un despliegue impresionante de conocimiento jurídico.
Algunos años después tuve el privilegio de compartir con Don Sergio los pasillos del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en los que su infatigable pluma siguió durante mucho tiempo regalándonos varias de las obras jurídicas más relevantes de las últimas décadas. La UNAM fue uno de los grandes amores del Maestro. En el Instituto parecía rejuvenecer y siempre tenía un momento para aconsejarnos a los más jóvenes sobre nuestros propios afanes académicos. Fue muy generoso con su vasto conocimiento.
Siguió escribiendo durante los últimos años, incluso en columnas periodísticas publicadas en EL UNIVERSAL, en las que explicaba de manera aguda y siempre pertinente lo que le preocupaba del rumbo del país. Había criticado desde estas mismas páginas la senda autoritaria y populista de México, lejos de los ideales de seguridad y justicia por los que tanto había luchado durante toda su vida Don Sergio.
Fue un hombre profundamente republicano. Encarnó el ideal de un verdadero “Hombre de Estado” y siempre estuvo listo para apoyar lo que, en su criterio, eran las mejores causas del país. Le tocó vivir en un México que no era democrático y ser testigo (pero a la vez protagonista) de la apertura económica y democrática de finales de los 80. Llegó a ser precandidato presidencial en 1987, aunque el Presidente De la Madrid inclinó la balanza a favor de Carlos Salinas de Gortari. Incluso hubo un “falso destape” a favor de Don Sergio que quedará para el anecdotario político de esa época.
Su desaparición física deja un enorme hueco en el panorama jurídico del país. Nos lega su enorme obra, su ejemplo de vida, su ética a prueba de todo y su compromiso con México. Recibió en vida muchos homenajes, pero quizá no fueron suficientes a la vista de lo legendaria que fue su figura. Con el tiempo nos daremos cuenta. Mientras tanto, ojalá descanse en paz y sepamos estar a la altura de su gran ejemplo.
Abogado constitucionalista. @MiguelCarbonell