El debate público mexicano se ha caracterizado por su enorme pobreza. No hay dato que permita suponer que hemos mejorado. Desperdiciamos tiempo en dimes y diretes, cuestiones triviales, anécdotas y tonterías sin trascendencia.
Eso impide ver los temas y las cuestiones de fondo que pueden mejorar al país y a su gente. Uno de esos temas es la educación, cuyos resultados han sido desastrosos y sobre la que tenemos muchísimo camino por andar.
La OCDE publicó un informe sobre la educación superior en México que ofrece datos y pistas sobre las áreas de oportunidad a las que debemos dedicar atención. Hay que considerar que medio millón de egresados del nivel educativo superior se incorporan cada año al mercado laboral. ¿Qué tan preparados están, cómo les están pagando por su trabajo, qué futuro les espera?
El informe señala que casi la mitad de los empleadores consideran que los egresados llegan al mundo del trabajo con una notable falta de competencias y estiman que la formación que recibieron en la escuela esos jóvenes no es adecuada para lo que está requiriendo el mercado laboral. Estamos frente a un desajuste respecto a la formación recibida por un lado y lo que el país está necesitando para lograr el desarrollo económico por el otro.
Los métodos formativos siguen siendo tradicionales. Predomina la clase magistral pero es escasa la innovación en el aula, la interactividad pedagógica y la utilización de métodos vanguardistas de enseñanza. Los alumnos egresan de las universidades sabiendo un poco de la carrera que estudiaron pero sin formación interdisciplinaria para interactuar con profesionales de otras ramas.
Dice el informe de la OCDE: “Para lograr avances en la productividad y la competitividad se requerirán mejoras en la calidad de la educación en todos los niveles, desde la educación preescolar hasta la educación superior”. ¿Cómo es que las autoridades, empezando por el Presidente, no le dedican un espacio a las cuestiones educativas, si de ello depende el futuro del país?
Se estima que en la actualidad el 56% de los mexicanos terminan sus estudios de educación superior. El 89% de ellos está inscrito en el nivel de Licenciatura, pero apenas el 5.9% cursa alguna especialización o maestría (el promedio de país de la OCDE es del 16%) y un raquítico 0.9% está inscrito a un programa de doctorado (frente al 2.4% en promedio de los países de la OCDE).
Invertir en educación ofrece muchas ventajas, tanto a nivel de país como en el plano personal. Una persona que cuente con estudios de nivel universitario tiene ingresos que son 78% superiores frente a los de quienes apenas tienen estudios de nivel medio superior. Además, tener estudios universitarios contribuye a evitar que los jóvenes se sumen a la economía informal, además de incrementar sus niveles de satisfacción con la vida y su cultura en general.
Particularmente preocupante es la falta de oportunidades que enfrentan muchas mujeres que cuentan con estudios universitarios. La OCDE señala que las mujeres son el 53% de los egresados del sistema de educación superior, pero una de cada cinco no participa en el mercado laboral. Su tasa de inactividad es tres veces superior a la de los egresados varones. Tenemos que abrir paso a las mujeres en el mundo del trabajo, para que todas ellas tengan la posibilidad real de incorporar su talento y su dedicación al desarrollo del país.
Los exámenes EGEL practicados a los egresados de nivel superior demuestran que más de la mitad no alcanzó una calificación aprobatoria. Solamente el 8% tuvo un resultado sobresaliente.
Tenemos mucho por hacer. Ojalá entre todos logremos desarrollar una gran conversación nacional sobre el tema educativo, en vez de perder el tiempo hablando de cosas insustanciales. México requiere con urgencia una mejor educación para todos.
Investigador del IIJ-UNAM.
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