La pandemia de coronavirus está cambiando muchos ámbitos de la actividad profesional de las personas y la abogacía no va a ser la excepción. La forma de trabajar de los abogados va a modificarse de manera profunda. El covid-19 acelerará una serie de tendencias que se estaban incubando previamente y que de pronto se volvieron urgentes.

Aunque en las áreas tradicionales del derecho habrá bastante trabajo (no es difícil pronosticar que se van a presentar decenas de miles de demandas laborales y otras tantas solicitudes de divorcio, en los próximos meses), veremos el fortalecimiento de ramas del derecho como el derecho de la salud, el derecho de los seguros, la consultoría sobre el régimen jurídico de las personas adultas mayores y el derecho del medio ambiente. En el derecho de la salud se incluye todo lo relativo a la regulación jurídica de los hospitales, del sector farmacéutico y las responsabilidades por malpraxis médica. También tomará auge el derecho de patentes y marcas, sobre todo en lo relativo a la protección de la propiedad industrial de nuevos avances médicos (en primer lugar, desde luego, todo lo que tiene que ver con las vacunas contra el Covid-19 y con los fármacos para atender las secuelas que el virus deja en las personas infectadas).

Los despachos de abogados deberán adaptarse a la nueva realidad del teletrabajo. Eso nos obligará a aprender sobre las nuevas formas de comunicarnos de manera remota con nuestros clientes (y también sobre las nuevas formas de captar nuevos clientes). El trabajo a distancia permitirá que muchos despachos de abogados disminuyan sus gastos de alquiler, ya que se necesitarán oficinas mucho más pequeñas en el futuro. Incluso es probable que se abandone la idea de tener oficinas físicas y se camine hacia modelos de oficinas virtuales, al menos para despachos pequeños y medianos.

La falta de regulación del trabajo a distancia ha sido uno de los grandes olvidos de la reciente reforma a la Ley Federal del Trabajo. Esa ausencia afecta a todas las ramas de la actividad económica y también a la abogacía. Tendremos que aprender a medir la productividad, ejercer tareas de supervisión de los trabajadores y desarrollar nuevas formas de motivar a los colegas a pesar de ya no poder compartir con ellos un mismo espacio físico.

Es probable que la abogacía entendida en sentido amplio deje de ser monopolio de los abogados e incluso que deje de ser ejercida a partir de “autorizaciones nacionales” que excluyen del mercado a personas que estudiaron en otros países. Muchos contenidos de trabajo jurídico van a traspasar fronteras y serán ofrecidos por ingenieros, despachos de contadores y economistas que podrán residir en cualquier lugar del mundo.

Habrá un proceso de obsolescencia profesional del que algunos de nosotros llevamos años avisando. Los abogados más tradicionales verán mermado su ámbito de actuación. Las grandes oportunidades las tendrán quienes sean expertos en determinadas materias muy específicas o quienes tengan capacidad de aprender rápidamente sobre los nuevos temas y las nuevas tendencias.

El gran valor, presente y futuro, de un abogado no será por lo que sabe, sino por lo que sea capaz de aprender a lo largo de su carrera profesional. Un título profesional valdrá de muy poco si no tienes la capacidad de adaptarte a los temas actuales y si no estás al día en las nuevas tendencias del mercado de servicios jurídicos.

Los abogados deberán tener conocimientos de nuevas tecnologías, para poder hacer mejor su trabajo. El sector del llamado “Legal Tech” se desarrollará con mucha fuerza, obligando a actualizaciones enormes a nuestros tribunales. Los legisladores tendrán que prever nuevas formas de validación jurídica de actos procesales realizados a través de internet.

Todo lo anterior dará como resultado a ganadores y a perdedores, tal como ha sucedido con los grandes cambios históricos. Habrá abogados que no puedan o no sepan cómo adaptarse a las nuevas realidades, por lo que tendrán que buscarse otro trabajo. Pero para la mayoría, el futuro estará lleno de nuevas oportunidades y de grandes retos intelectuales y profesionales. Digan lo que digan, lo cierto es que nunca había sido tan interesante y tan retador ser abogado como en el presente. Esa es una gran motivación para todos a quienes nos apasionan los temas jurídicos.



Investigador del IIJ-UNAM.

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