Pasaron las elecciones, la participación ciudadana fue considerable, la organización a cargo del INE mereció el aplauso y reconocimiento casi unánime (excepto de los vividores de la política que no pueden ni quieren aceptar que, de vez en cuando, en México las cosas salen bien), se dieron importantes alternancias, la pluralidad y las sorpresas caracterizan al mapa electoral de la CDMX, el escrutinio de los votos se llevó a cabo en condiciones de normalidad y algunos partidos recientemente creados perdieron su registro. Así deberían ser todas las jornadas electorales y el conteo de resultados ¿Qué sigue?

Tenía razón el gran politólogo de origen argentino Guillermo O’Donnell cuando escribió que en América Latina tenemos una suerte de “democracias delegativas”, en las cuales los ciudadanos participan a través del ejercicio de sus derechos a votar, pero que una vez electos los representantes populares no se les da seguimiento alguno de lo que hacen desde los cargos públicos electivos. La ciudadanía siente que sus posibilidades de participación política se agotan cuando se está frente a la boleta cada tres o seis años, y que el resto del tiempo no se le requiere en modo alguno para participar en la conducción del país y en el correspondiente proceso de toma de decisiones políticas. Esto es un grave error, como muy bien lo argumentaba el propio O’Donnell.

En efecto, no podemos quedarnos de brazos cruzados a esperar que llegue el próximo ciclo electoral. Debemos mantener viva la movilización y la participación, en las muchas áreas de oportunidad que nos lo permiten.

Para empezar, es indispensable que los ciudadanos identifiquen a los diputados triunfadores en su distrito electoral y obtengan información sobre la manera en la que los pueden contactar. Luego, hay que hacerles llegar de forma periódica las peticiones, quejas, sugerencias de mejora y puntos de vista sobre su desempeño, a efecto de establecer una comunicación permanente y que sepan que estamos pendientes de su labor.

También hay que sumarse a la confección de propuestas de cambio, en todo lo que podamos mejorar. No basta con que entremos en las redes sociales a leer lo que otros apuntan, sino que cada uno puede y debe ser un interlocutor válido en la indispensable construcción colectiva del sistema democrático, que no puede existir sin una ciudadanía activa, que esté consciente de sus derechos de participación y sin que los haga valer.

Hay muchos asuntos pendientes en los que la tan criticada clase media mexicana debe inmiscuirse, porque de ello depende su futuro y el de sus hijos. Tres de esos temas son de urgente análisis: la calidad de la educación pública y privada, la generación de energía con el menor efecto dañino sobre el medio ambiente y el mejoramiento de las condiciones de seguridad pública.

En esos tres temas los resultados que tenemos a la vista son desastrosos y el gobierno se ha negado sistemáticamente a sostener un debate de fondo sobre la ruta que está siguiendo. Se canceló la participación de México en la prueba PISA que mide internacionalmente la calidad educativa; se abusó de una mayoría legislativa para potenciar el uso de fuentes de energía con alta capacidad de contaminación y todos los datos siguen demostrando que en el tema del combate a la inseguridad los resultados son nulos. ¿Debemos o no exigir explicaciones en esos rubros (y seguramente en muchos otros igual de importantes)?

La viabilidad presente y futura del país está en juego. La apuesta es enorme y nos puede ir muy bien si logramos sensibilizar a nuestros políticos del rumbo que se requiere tomar a la brevedad. Las publicaciones internacionales que han sido tan críticas con la actuación del gobierno mexicano, reconocen que el potencial de México es enorme y se puede aprovechar a fondo con rectificaciones oportunas. Desde todos lados se nos dice que podemos hacerlo mejor. No nos debe derrotar el pesimismo.

Las recientes elecciones demostraron que cuando hacemos las cosas juntos y dejamos a un lado nuestras diferencias, nos puede ir muy bien. El día de la jornada electoral fue ejemplar el compromiso de cientos de miles de ciudadanos encargados de las mesas directivas de casilla. Todos los testigos y observadores coincidieron en señalar lo bien que hicieron esos ciudadanos su trabajo. Pero lo importante no es que lo hagan un día, sino que la participación se prolongue y alcance una presencia ciudadana permanente en el debate público del país.

México, por suerte, no pertenece a los políticos. Es de todos nosotros. Por eso no podemos dejar que sean ellos los que decidan sin consultarnos, ni tomarnos en cuenta. Salgamos a participar, por el bien del país.

Investigador del IIJ-UNAM.
@MiguelCarbonell