Un magnífico documental de Netflix, basado en la premiada obra de Jorge Volpi “Una novela criminal”, ha traído de vuelta a la opinión pública mexicana el caso de Florence Cassez e Israel Vallarta.

El estreno de la serie de cinco episodios no pudo haber sido más oportuno, pues nos encontramos en un momento de discusiones políticas de gran trascendencia sobre el modelo de seguridad y justicia que requiere el país, con temas tan relevantes como la militarización de la Guardia Nacional o el uso abusivo de medidas cautelares como la prisión preventiva.

En el documental, tal como lo describe Volpi en su libro y como también lo narra con mucho conocimiento del caso Emmanuel Steels en su obra “El teatro del engaño. Cassez-Vallarta : historia de un montaje”, asistimos impávidos al desarrollo de un tremendo montaje televisivo en el cual no solamente hubo una “representación ajena a la realidad” (tal como fue calificado el montaje por la Primera Sala de la Suprema Corte), sino también a actos de tortura en vivo, que se pudieron ver a través de las dos principales televisoras del país sin que a ningún conductor o responsable de la producción le pareciera indecente el maltrato que todos pudimos atestiguar a Israel Vallarta.

Según el documental, solamente Laura Barranco, de Televisa, parece haber sugerido que se interrumpiera la transmisión en el noticiero conducido por Carlos Loret de Mola. Pero eso no aconteció, para agravio de las audiencias, de las personas detenidas y desde luego para vergüenza de las autoridades que fabricaron un supuesto rescate más falso que una moneda de tres pesos.

Pero también resultan impresionantes los testimonios recogidos en la serie de Netflix de los presidentes Nicolás Sarkozy, de Francia, y Felipe Calderón, de México. Duele recordar cómo el ego de dos “gallos” de la política, ambos “de mecha corta” como se suele decir en México, llevó la relación entre ambos países al punto más bajo en el último siglo y medio. Nadie quiso ceder y abundaron las provocaciones de un lado y de otro. El resultado fue malo para ambos mandatarios y para ambas naciones.

Igualmente impresionante es el testimonio del ministro Arturo Zaldívar, hoy presidente de la Suprema Corte y hace una década autor del primer proyecto que propuso la liberación de Cassez (el cual a la postre resultó aprobado cuando lo hizo suyo la ministra Olga Sánchez Cordero ). Cuenta Zaldívar frente a la cámara que en esa época entraron en su domicilio buscando información que lo pudiera comprometer y que fue detenido su vehículo mientras iba con su familia por sujetos que les estuvieron apuntando con armas largas durante varios minutos. Se trata de intimidaciones totalmente inaceptables en cualquier Estado de derecho.

Otro testimonio que aparece en el documental y que deja una sensación agridulce es el de Eduardo Margolis Sobol, una especie de protector de la comunidad judía de la Ciudad de México, que da a entender que tenía un amplio manejo de los mandos policiacos federales durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón. Parece ser el verdadero poder tras el trono. Existe la hipótesis de que todo el caso se inicia por una rencilla de negocios entre el hermano de Florence Cassez y Margolis. De hecho, Cassez habla por teléfono con él desde Francia, una vez que ya está en libertad, en un tono amable y hasta afectuoso. Ella misma muestra arrepentimiento del contenido de la llamada, hacia el final del documental. Quizá hubiera sido más lógica y comprensible una llamada de reproche o de exigencia de explicaciones. Cada quien elige las palabras con las que se dirige a los demás y la manera de plantear sus propias dudas.

Finalmente, la historia terminó bien para Cassez, en la medida en que pudo recobrar la libertad, pero todavía es incierto el destino de Vallarta, quien sigue preso y no ha recibido ni siquiera una sentencia de primera instancia (lo cual no necesariamente es imputable a las autoridades que conducen los respectivos procesos judiciales en su contra, sino tal vez a una equivocada estrategia de defensa). Varias voces oficiales afirman en el documental que contra Vallarta existen acusaciones adicionales a las que se formularon contra Cassez, razón por la cual no se le puede aplicar el precedente que permitió poner en libertad a la ciudadana francesa.

En todo caso, es muy recomendable ver el documental, que está bien contado y contiene una narración muy ágil del caso. Se trata de un poderoso recordatorio de todo lo que debemos evitar, hoy y siempre, en materia de procuración e impartición de justicia penal.

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Abogado constitucionalista.
@MiguelCarbonell