Desde que tengo uso de razón, aprendí a ver con profunda admiración y respeto la lucha de las mujeres. No había cumplido un año cuando perdí a mi padre. Mi madre, como muchas mexicanas, se vio en la necesidad de sostener sola a seis hijos. Aún me emociona recordar esa fuerza de corazón para levantarse todos los días a trabajar, cuidarnos y atender la casa.
Han pasado décadas desde entonces y he tenido la fortuna de ser testigo de muchos cambios. Ahora soy padre y también abuelo, pero veo con tristeza y coraje que los retos que mi madre enfrentó siguen siendo los mismos para millones de mujeres.
Como sociedad les hemos fallado en garantizarles seguridad, justicia paritaria, e igualdad de oportunidades. Si la situación ya era difícil, la emergencia con motivo del Covid-19 la ha agravado, profundizando las desigualdades de género.
De acuerdo con la CEPAL, la pandemia causó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en América Latina, en gran medida, porque ellas regresaron a sus casas a hacerse cargo de los cuidados del hogar.
Nayarit es muestra de que aún tenemos mucho por hacer para cerrar las brechas. Según datos de 2020, la Población Económicamente Activa (PEA) es mayoritariamente masculina, con 58.4% hombres y 41.6% mujeres. La actividad laboral de ellas se ha concentrado en la industria manufacturera y el comercio. Entre la población nayarita que gana más de 10 salarios mínimos, sólo 4.7% son mujeres. En cambio, entre la población que gana menos del mínimo 67.6% son mujeres.
La violencia de género, en todas sus expresiones, debe erradicarse por completo. Debemos garantizar que ninguna niña o mujer sea víctima de violencia. No podemos permitir que vivan con temor en sus ciudades y pueblos.
Ya no podemos tolerar casos como el de Emilia López, joven de 17 años originaria del ejido de Amapa, Santiago Ixcuintla, cuyo fallecimiento el viernes pasado nos llenó de tristeza e impotencia.
En materia educativa también enfrentamos importantes retos. Según ha reportado Unicef, en nuestro país hay 1.4 millones de niñas y adolescentes menores de 17 años que no asisten a la escuela. La proporción de mujeres indígenas entre 15 y 17 años que no cursan la educación media superior es de 38.3%, mientras la de mujeres no indígenas es de 29.9%.
Además, factores como el matrimonio infantil y el embarazo adolescente contribuyen a que niñas y adolescentes no concluyan la educación básica y media superior.
Quiero un Nayarit donde las mujeres, desde niñas y adolescentes, sepan que no hay impedimentos para tener un buen trabajo y que no ganarán menos que un hombre. Para ello es necesario fortalecer su educación en las ciencias, matemáticas e ingenierías.
A pesar de la creciente participación de las mujeres en la política, estamos lejos de un ideal de paridad, sobre todo en cargos directivos. Para que esto suceda, su desarrollo político debe estar acompañado de seguridad y prevención de la violencia.
Como hombre y como ser humano, no soy ni seré nunca indiferente a la búsqueda de justicia y la prevención de la violencia. Conmigo las mujeres de Nayarit tienen un aliado: siempre estaré dispuesto a escucharlas.
Finalmente, quiero invitar a otros hombres de México y Nayarit a que escuchemos con atención lo que las mujeres tienen que decir, a que reflexionemos sobre nosotros mismos y nuestro entorno.
Nosotros también tenemos mucho por hacer. No sólo es denunciar injusticias y desigualdades, sino trabajar todos los días para acabarlas.
La construcción de la igualdad exige la participación de toda la sociedad. Juntas y juntos alcanzaremos el México igualitario que todos deseamos.
Senador