La propiedad intelectual tuvo su aparición en los Juegos de la XXXII Olimpiada con el anunció de la sede correspondiente y nacimiento simultáneo de la marca Tokio 2020. La utilización de ésta fue de manera inmediata, tanto por el Comité Olímpico Internacional (COI) como para el Comité Organizador (CO).
El COI definió la marca materia de los contratos multianuales de patrocinio y licencia con las 14 empresas multinacionales conocidas como los “socios olímpicos”. El CO empezó las negociaciones con 60 patrocinadores locales. Estas acciones representaron para los comités, ganancias de más de 3 mil millones de dólares.
Para las empresas patrocinadoras y licenciatarias fue un ganar-ganar. Las que decidieron explotar la licencia concedida, reportan ganancias millonarias en ventas y en posicionamiento de sus marcas. Las que no lo hicieron, también obtuvieron ganancias. Ante la animadversión de 75% de los japoneses a la celebración de los juegos, Toyota se llevó medalla de oro en valor de marca y prestigio, al haber tomado la decisión de no utilizar Tokio 2020 en su publicidad.
Si a ganancias por propiedad intelectual vamos, las licencias por derechos de transmisión y radiodifusión, propiedad del COI y ejercidos a través del Sistema Olímpico de Radiodifusión (OBS), ascendieron a más de 4 mil millones de dólares. En estos juegos, gracias al proyecto conjunto del OBS y Alibaba, se contó con una plataforma en la nube, la cual, entre otras, permitió la producción remota, lo cual significó no sólo ahorro para las licenciatarias, sino una medida de prevención ante la pandemia, al no tener que trasladar personal ni equipo.
Cuan importante y valiosa es la marca Tokio 2020 que prevaleció ante la decisión de posponer los juegos. El posicionamiento y marketing de la marca fue lo que permitió que subsistiera; el cambio de 2020 por 2021, significaba un enorme costo adicional que no podían permitirse los organizadores.
Tokio 2020 fue una demostración de innovación y propiedad intelectual. Los derechos de autor estuvieron presentes a lo largo de la justa deportiva, desde las obras arquitectónicas de los estadios, hasta los programas de cómputo que permitieron tener datos más precisos, como pudiese ser el ritmo cardiaco de los atletas, o que dieron vida a la inteligencia artificial que los monitoreaba por motivos de salud y seguridad.
Los diseños no se quedan atrás, desde la antorcha y el pebetero olímpicos hasta los pódiums de premiación, pasando por los diseños de calzado y ropa de los atletas. ¿Y que decir de las medallas? Además de estar protegidas por diseño industrial, las mismas fueron hechas, a través de un proceso patentado, con material reciclado de 70 toneladas de dispositivos electrónicos donados a lo largo y ancho de Japón.
Mucho del despliegue de tecnología que por doquier vimos en Tokio está protegido por patentes. Ejemplo de éstas son las que nos permitieron tener imágenes desde diferentes ángulos y con precisión perfecta, y las que, tratándose de deportes acuáticos, nos permitieron ver, no obstante la diferencia de los índices de refracción, los cuerpos de los atletas de manera completa y exacta.
Tokio 2020, será recordado, entre otras muchas cosas, por ser la marca que distingue al primer evento masivo internacional que tuvo verificativo en una nueva normalidad y por la innovación protegida y aplicada que lo permitió.