El pasado 29 de septiembre la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) publicó la decimoquinta edición del Índice Mundial de Innovación (IMI), el cual, además de mostrar las tendencias más recientes de la innovación, recoge y presenta el análisis al ecosistema y rendimiento respectivos de 132 economías.

El IMI, si bien un referente, debe aprovecharse como instrumento para formular y ejecutar políticas públicas favorables a la innovación. Tomarlo en consideración, retribuye. Esto lo pueden confirmar no sólo los tres primeros lugares, Suiza, Estados Unidos y Suecia, sino países con características equiparables a México: India, Irán, y Turquía.

México lo ha considerado en varios indicadores –en planes nacionales, sectoriales e institucionales–, al grado que de 2007 a 2017 escalamos 10 posiciones. No obstante, recientemente, después de estancarnos por cuatro años, retrocedimos. Del lugar 55 mundial en 2021, al 58 en 2022, y del segundo al tercero a nivel regional.

Coincidencia o no, el IMI se publica casi de manera simultánea a la presentación del proyecto de presupuesto de egresos. Si bien el proyecto del PEF 2023 prevé un poco más de 24.5 mil millones de pesos para el sector 38 Conacyt, ello no corresponde al 1% del PIB que mandata la normatividad mexicana.

Los presupuestos pueden mostrar incrementos, pero esto no significa que se ejerzan. México es mencionado en el IMI 2022 dentro de la nada honrosa lista de los países que menos gasto destinan a ciencia y tecnología. Hay que gastar para obtener retribución de los frutos de la innovación. Se confirma la importancia de los fideicomisos de capital aventura; a falta de éstos, es urgente ejercer el presupuesto en apoyar a los innovadores para proteger y comercializar dichos frutos.

Tenemos todo para revertir esta tendencia. El IMI 2022 muestra las debilidades y fortalezas que México tiene para cambiar el rumbo. Es urgente poner orden en la operación y efectividad de las instituciones gubernamentales, para escalar posiciones y dejar atrás los lugares 116 y 79 de 132 que actualmente ocupamos en estos rubros.

El Estado de derecho influye en la innovación. Debemos respetarlo sin tapujos: sólo así subiremos la calificación reprobatoria de 28.7% que se nos da y que nos posiciona en el lugar 104. Hacerlo redundará en mejorar nuestro sistema regulatorio de negocios, el cual hoy se sitúa en el lugar 93.

Atender las áreas de oportunidad expuestas en el reporte hará que nuestras fortalezas brillen. Debemos mejorar para no opacar los lugares 29 en el rubro de estándar de calidad de instituciones de educación superior mexicanas; 12 respecto a tamaño, sofisticación, diversificación y escala del comercio; nueve en exportaciones de alta tecnología, y uno en el porcentaje de exportación de contenidos creativos respecto al total de exportaciones.

Las fortalezas de México se complementan, y ejemplifican, con la especial mención que en el IMI 2022 se hace de Kavak —sí, esa, la de los carros usados— startup mexicana, que se coloca dentro de las tres más valiosas de América Latina. Con este ejemplo, se deja entrever que hay disponibilidad de capital aventura, y que el área que más provecho ha sacado es la de fintech.

Nuestro destino no es estar en el lugar 58. Trabajemos, sigamos innovando y creando; invirtamos, apostemos y, sobre todo, respetemos la competencia y el marco normativo. No nos conformemos, exijamos llegar al 1% del PIB y que efectivamente se gaste en I&D. Las consecuencias son predecibles: progreso, bienestar y posicionamiento de México en el lugar correcto.

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Consultor especialista en protección de innovación y propiedad intelectual, socio en Pérez Correa González Asociados.
Twitter: @MA_Margain


 

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