El diseño es mucho más que “algo bonito”; es utilidad y eficiencia. Es el elemento que da valor agregado a un producto, el que lo posiciona, y posiciona a su titular en el mercado, el que representa ante el consumidor cierta garantía y calidad, el que da un sentido de pertenencia a una cultura local e, incluso, el que puede llegar a ser, junto con la marca país, un elemento distintivo de éste.
Es innegable la importancia que los diseños han venido adquiriendo en los últimos años, tanto así que, por ejemplo, ha sido necesario contar con especialistas técnicos e incluso con profesionistas de grado y posgrado que le hagan frente desde su concepción hasta modelos de negocios en torno a aquéllos. Las carreras de diseño, ya sea industrial, de interiores o modas, han tenido una gran aceptación entre la población estudiantil y han significado oportunidades y ventajas no solamente académicas, sino también de negocios para las universidades, institutos y centros educativos que las ofrecen.
De igual manera, en las últimas décadas hemos visto un incremento considerable del valor económico que el diseño representa. Hoy por hoy, para muchas empresas, como lo es para la sueca IKEA, el diseño no sólo es uno de los activos de mayor valor, sino la fuente de su éxito mundial. De igual manera, en el terreno macroeconómico el valor del diseño ha venido in crescendo al grado de poder afirmar que tal o cual país, como lo pudiese ser Italia, vive en buena parte del diseño.
Italia es conocida en el mundo por muchas cosas, entre ellas dos que destacan: Su comida y sus diseños, desde automóviles hasta prendas de vestir pasando por muebles. El diseño italiano, clave en el milagro de la posguerra, no sólo representa para ese país 15.6% de su PIB, sino el hecho de albergar la capital mundial de diseño: Milán.
Para que nuestros diseños nos reporten valor agregado es necesario que los protejamos debidamente. Así que, cuando trabajes y obtengas en una combinación novedosa de figuras, líneas y/o colores que se incorporen a un producto con fines de ornamentación y que le den un aspecto peculiar y propio, ya sea en dos o tres dimensiones, estarás ante un diseño que debe registrarse para obtener la exclusividad para usarlo y explotarlo.
Si bien en México, país con una importante industria creativa, se ha venido trabajando en el fomento del diseño, todavía hace falta una cultura de su registro. La reforma de la Ley de la Propiedad Industrial del año pasado en materia de diseños que amplió el plazo de protección a 25 años, así como la inminente adhesión al tratado internacional para facilitar la solicitud en otros países (Arreglo de La Haya), contribuyen para que cada día haya más diseños registrados que reporten el valor agregado esperado. No obstante, está en el creador, en el diseñador, solicitar el registro; si tú no lo haces, corres el riesgo que alguien más lo haga.
Consultor especialista en protección
de innovación y propiedad intelectual. Twitter: @MA_Margain