Cada 26 de abril, Día Mundial de la Propiedad Intelectual (PI), le dedico un artículo, en el cual insisto en su importancia refiriéndome a los avances que la materia ha tenido a nivel multilateral, regional y nacional.
Este año, más allá de celebrar haciendo alusión a que, no obstante el Covid 19, las solicitudes de patentes han crecido a nivel mundial, que gracias a ellas la humanidad tuvo vacunas en tiempo récord, y que en México las solicitudes y registros de marcas continúan a la alza, invito al lector a reflexionar sobre lo que falta hacer para sacar provecho de la actividad intelectual, a sacar el máximo beneficio de esos activos intangibles, los de mayor valor en esta sociedad y economía del conocimiento.
Como cada año, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) dedica el día a un sector o tema específico. En 2022, el tema escogido es la juventud. Acertada decisión, pues la generación Z y los millennials, si bien son los que más se han beneficiado de los avances acelerados de los últimos años, al haber nacido y crecido en un mundo cada día más interconectado y que su ecosistema es tan digital que ya no distinguen entre el mundo físico y el virtual, de su potencial apenas se saca partido.
Bien reza el dicho: “juventud, divino tesoro”. Los jóvenes son una fuente inimaginable e incalculable de innovación, creatividad y emprendimiento. Hay que canalizarlos para que sus ideas se conviertan en activos a explotar en su beneficio, de sus núcleos y del país. Estoy de acuerdo con la OMPI: a elaborar y aplicar políticas y programas para concientizar a los jóvenes en la herramienta que es la PI para materializar sus aspiraciones (lo leyó bien, aspiraciones), en aras de un mejor futuro.
En México, con 25% de jóvenes (cerca de 32 millones) y del cual podemos presumir que tenemos un sistema de PI con lo más altos estándares, tenemos una enorme área de oportunidad que debemos atender a la voz de ya. Es increíble, y a la vez frustrante, que en una economía como la nuestra (dentro del grupo de los 20), los estándares de educación dejen mucho que desear; si esto ocurre en lo general, nuestra cultura de PI está por los suelos.
Debemos trabajar en fortalecer dicha cultura, desde todos los ámbitos. Desde el público, el IMPI ha contribuido con las universidades y centros de educación superior, que así lo han solicitado, en crear centros de patentamiento. Desafortunadamente, el número de requerimientos no es el que se espera de un país como el nuestro.
En el terreno público, los alicientes dentro del sistema de investigadores deben actualizarse. Si bien hay que alentar la publicación, también hay que hacerlo respecto al patentamiento de inventos o registro de innovación adaptativa. Se debe reducir la enorme brecha entre publicaciones científicas-tecnológicas y el escaso patentamiento por parte de mexicanos.
Las universidades deben avivarse. No es posible que en 2022 la materia de PI no sea obligatoria, y no lo digo sólo por la carrera de Derecho. Debe impartirse en todas las carreras: ingeniería, ciencias de la salud, contabilidad, química, y qué decir de diseño, mercadotecnia y administración. Sobre esta última, si no se imparte la materia que involucra los activos de mayor valor de una empresa, ¿qué vas a administrar, administrador?
Hay que fortalecer la difusión y concientización de la PI entre los jóvenes. Hay que sembrar en ellos que, sea cualquiera el camino que decidan seguir, la actividad intelectual será su aliada y generadora de resultados.
Manos a la obra; a ponerse las pilas desde ya, pues en este rubro vamos con retraso. A fortalecer la cultura de PI en la juventud y con ello innovar para un futuro mejor.
¡Feliz Día Mundial de la Propiedad Intelectual!