Aún y cuando, salvo contadas regiones, los casos de Covid han disminuido, según datos de las autoridades sanitarias internacionales, el tema sigue dando mucho de qué hablar. De igual manera, el tema de las vacunas, el porcentaje de inoculaciones y la posibilidad de una quinta dosis, siguen ocupando espacios considerables en las agendas públicas, así como en los tabloides y espacios informativos.

El tema de las patentes no se queda atrás. Si bien la satanización de éstas como causantes de la escasez de vacunas y la demora en su entrega es una cuestión que ha bajado en su intensidad política, diplomática y mediática, el tema resurgió el viernes pasado con una intensidad equiparable al mejor de los éxitos del influencer más famoso del mundo.

No pasaron siquiera dos minutos en que la noticia fuese subida y difundida en portales de información, cadenas de noticieros, Twitter e incluso que tuviese efecto en Wall Street: Moderna demandó en una corte de Boston –y también lo hará en una de Dusseldorf– a Pfizer y a su socio alemán, BioNTech, por violación y uso sin autorización de patente en el desarrollo y producción de su vacuna anti-Covid.

Así, de un lado tendremos a Pfizer, empresa que, gracias a la vacuna, casi ha duplicado sus ingresos de 53.7 mil millones de dólares en 2018 a 101.3 mil millones en 2022, y cuya marca ha tenido un incremento, tanto en valor como en posicionamiento en la mente del público. Al respecto, dos datos interesantes: por más de un año (diciembre 2020 a marzo de 2022) no hubo semana en que el mismísimo presidente, en la mañanera, dejará de mencionar la marca Pfizer; el segundo, que según encuestas elaboradas en dicho periodo, 35% de los mexicanos en edad de inoculación expresaron su preferencia por esta marca.

Del otro lado, Moderna, empresa competidora en el mercado pujante de estas vacunas, que ha tenido un incremento de 76% en ventas en el primer semestre de 2022 frente al mismo de 2021, así como en el valor de su marca. Es considerada pionera en la investigación en mensajería a través de ácido ribonucleico para generar proteína. El desarrollo y patentamiento –antes del inicio de la pandemia– de plataformas que incorporan esta tecnología, fue lo que le permitió llegar a una vacuna en tiempo récord.

La demanda no es sorpresa. En octubre de 2020, Moderna hizo público que no interpondría demanda alguna por el uso de su tecnología patentada como un compromiso en la lucha contra el Covid, expresando que esperaba de sus competidores el respeto a su propiedad intelectual (PI). Ante el cambio de fase en esta guerra, Moderna ajustó su compromiso a no demandar en 92 países de ingresos medios y bajos, reiterando que esperaba la no infracción de patentes por parte de sus pares.

La semana pasada, y por considerar que la dupla germano-americana utilizó y seguía utilizando su tecnología, Moderna la demandó por infracción de patente. En primeras declaraciones, tanto Pfizer como BioNTech señalaron que no han incurrido en conducta ilícita alguna, que tanto la tecnología como el proceso fue desarrollado por ellas y que darán batalla a lo que consideran es una infundada demanda.

Sin duda, estamos frente a un pleito que ojalá se solucione sin tener que agotar los juicios que están por iniciar y que demorarán años. Una pugna estelar en la cual la estrella principal es la PI, por cuanto a su defensa e interpretación por parte de las cortes y por el valor económico que puede llegar a tener, pues de llegar a condenar por violación de patente, anticipo montos infinitamente superiores a los generados en Las Vegas en las llamadas peleas del siglo.

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Consultor especialista en protección de innovación y propiedad intelectual, socio en Pérez Correa González Asociados
Twitter: @MA_Margain



 

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