Sin duda, la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) es una pieza fundamental para el desarrollo económico de nuestro país. El servicio que presta facilita a empresas e inversionistas las condiciones para concretar transacciones en las que estos últimos, mediante la adquisición de títulos denominados acciones, compran una parte de una empresa, con la expectativa de obtener una ganancia, ya sea porque esperan cobrar utilidades o porque se especula que el valor de la porción que adquirieron aumentará y podrán venderla después a un mejor precio.
Por su parte, las empresas que se enlistan en la BMV, lo hacen para conseguir capital a partir de la venta de un porcentaje de la propiedad que hasta ese momento solo habían tenido los socios que la conformaron y poder invertirlo en tecnología, innovación o más y mejores salarios para trabajadores especializados. En otras palabras, todo lo anterior tiene la función de permitir a negocios, tanto grandes como chicos, encontrar financiamiento para competir de una manera más eficiente, lo que se traduce en un mejor panorama para los consumidores en cuanto a precio y calidad.
También le permite a las personas incursionar en el mundo de los negocios, colaborando con productores para que juntos puedan obtener rendimientos superiores, sin la necesidad de contar con los recursos que serían indispensables para empezar un proyecto de negocios desde cero. El capital que fluyó en las transacciones realizadas en la BMV en 2021 fue equivalente al 35% del Producto Interno Bruto de nuestro país, es decir, aproximadamente 6.2 billones de pesos que las empresas destinaron a fortalecer su infraestructura, generar mejores empleos y desarrollar sus capacidades, lo que, en el agregado, se traduce en el aumento de la calidad de bienes y servicios.
Sin embargo, algo cambió, de ello dieron cuenta algunas notas especializadas de los medios de comunicación cuando informaron que, de acuerdo con el registro de la BMV, en los últimos dos años, 13 empresas han dejado de cotizar. Aunque existen muchas causas para que esto ocurra, lo cierto es que, de constituirse en una tendencia, repercutiría de manera negativa en los empresarios, trabajadores y consumidores en general. Esto es así porque al existir menos empresas buscando financiamiento a partir de esta vía, los inversionistas tienen menos opciones para colocar su dinero y menos información para comparar el valor de las empresas, lo que puede provocar que, frente a no saber si el precio que se paga por las acciones es justo o no, prefieran no invertir.
Lo anterior reduce la cantidad de personas dispuestas a participar en el mercado financiero, lo que a su vez disminuye la cantidad de dinero que fluye en las transacciones y podría provocar que más empresas consideren que los beneficios potenciales de participar en la BMV no superan a los costos y dejen de hacerlo, ocasionando que esta se desinfle o achique. Esto no es nada alentador porque podría provocar un espiral en la que la cantidad de inversión privada, la productividad de las empresas y la cantidad y calidad de los empleos y salarios se reduzcan significativamente en México, generando un costo que pagaríamos todos.
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