La economía mexicana sufre fuertes sacudidas debido a cambios en las condiciones del suministro que afectan la disponibilidad de los bienes y sus precios, que junto con otros factores ha llevado a que se dispare la inflación, la cual ha tenido el crecimiento más alto en los últimos 21 años, al situarse en 7.47% anual. Uno de esos factores fue el confinamiento vivido durante la pandemia ya que causó que hubiera menos disponibilidad de productos y estos presentaron un aumento en su precio porque la escasez los volvió más valiosos, lo que al generalizarse, elevó el costo de vida.

Para controlar una escalada de precios así, los países pueden decidir la cantidad de dinero que existe en su economía y para ello, los bancos centrales emiten bonos con una tasa de interés que resulte atractiva a fin de captar el efectivo circulante, buscando la contención del consumo y evitar nuevos incrementos en los precios para contrarrestar la inflación. El aumento en la tasa de interés funciona como un freno y reduce la cantidad de dinero que tiene la gente para evitar el encarecimiento de los precios, pero limita la inversión y el gasto. En días recientes, el Sistema de Reserva Federal (FED), que es el banco central de Estados Unidos (EU), ha dado a conocer un aumento en la tasa de interés equivalente a 0.75%, situándola en 7.75% con la expectativa de llegar a 9.50% al final del año, siendo el incremento más alto que ha realizado desde 1994.

Esto tiene efectos negativos para México: al disminuir la cantidad de efectivo en la economía estadounidense, la inversión y el consumo norteamericanos se reducen, lo que limita la demanda de bienes y servicios. EU es nuestro principal socio comercial, por lo que, si su población deja de consumir, nuestras exportaciones se verán afectadas. Por su parte, un aumento en la tasa de interés de la FED puede tener un impacto sobre el tipo de cambio, ya que, si ésta es más atractiva, quienes tienen bonos del Banco de México querrán deshacerse de ellos para obtener efectivo, cambiarlo por dólares y comprar bonos de la FED, lo que depreciaría al peso, abarataría nuestras exportaciones y encarecería nuestras importaciones. En ese sentido, como explicó Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, esa autoridad financiera tendrá que seguir aumentando la tasa de interés de sus bonos, a manera espejo con la FED, como lo hizo ayer.

Así, se combate el aumento inflacionario (poco o mucho) y limita la depreciación del peso. Sin embargo, como apuntamos, una reducción del efectivo puede detener la inversión y consumo mexicanos en el corto plazo, lo que aunado a la posible disminución en las exportaciones y a que actualmente nos encontramos en un contexto de desaceleración económica, podría provocar una recesión. Para evitar esto, se requiere un análisis sobre la viabilidad de políticas que den confianza a los inversionistas o generen un incremento del gasto público para incentivar al consumo y evitar que se afecten la producción y las fuentes de ingreso, mientras se busca frenar la inflación, que si bien es un efecto global, aquí se padece a la mexicana y pega fuerte en los bolsillos.

Senador de la República

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