El próximo 25 de julio se cumplirán cien años del decreto que creó la Secretaría de Educación Pública por el presidente Álvaro Obregón, como resultado de la intención de José Vasconcelos de crear una dependencia con “funciones civilizatorias” de cobertura nacional para “difundir una cultura generosa y enaltecedora” para todos los ciudadanos.

Esta iniciativa fue aprobada en el congreso y quedó formalizada en el Diario Oficial del 3 de octubre de ese año, que sustituiría a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, la versión positivista del porfiriato, y al Departamento Universitario que propuso Venustiano Carranza.

En el inestable escenario internacional, resultante del incipiente armisticio de la Primera Guerra Mundial, la revolución instaurada en el gobierno, entre las labores de pacificación interna debería darse a la tarea de cumplir las promesas de justicia social. Álvaro Obregón, caudillo victorioso temporalmente de las luchas internas, estaba consciente de la necesidad de superar el rezago en materia de alfabetización y educación. La forma de lograrlo era a través de restablecer el ámbito de competencia de la federación en la educación, donde el presupuesto para la educación superó el gasto militar.

En ello el respaldo de Vasconcelos fue oportuno, pues veía la cultura como un bien social. Vasconcelos fue el primer titular de esta nueva política de Estado. Un pensador brillante, de intensas pasiones y contrastes ideológicos cuya huella histórica ha sido de gran trascendencia.

En su prioridad por la alfabetización como punto de partida de la formación de una cultura propia, nombró como primer director de bibliotecas al brillante joven Jaime Torres Bodet, quien en el futuro sería secretario de Educación Pública en el gobierno de Ávila Camacho y de Relaciones Exteriores con el presidente Miguel Alemán.

Desde entonces, la educación pública ha sido una política de Estado de primordial importancia para México. A través de aulas, preparación de profesores, creación de bibliotecas y programas de educación rural, alfabetización y divulgación de las artes se abrió un nuevo capítulo de la tarea del Estado mexicano con la sociedad.

La inversión en educación es la principal fuente de equidad y progreso de la sociedad.

A un siglo de perseverancia en una de las políticas de Estado más trascendentes, México ha logrado transitar de una nación predominantemente analfabeta y rural a situarse entre las 20 economías más grandes del planeta.

El avance de las tecnologías digitales y la innovación científica nos indican que las destrezas que se requerirán en la próxima década aún están por definir sus alcances profesionales, pero de lo que estamos seguros es que vivimos una transición de modelos productivos, sistemas administrativos y métodos de transmisión del conocimiento.

En este proceso la prioridad es educar a la población joven y la reeducación y el reentrenamiento para mantener nuestra competitividad y superar los retos que la nueva era nos ofrece.

Sergio Pitol decía que Vasconcelos nos enseñó que México podría alcanzar las estrellas, y en ese anhelo tenemos una asignatura pendiente.

Mucho se ha avanzado en un siglo, mucho aún queda por lograr. En esa tarea la educación seguirá siendo una de las principales políticas del Estado mexicano y que la máxima de Vasconcelos siga inspirando a nuestro país: “Por mi raza hablará el espíritu”.

Rúbrica. Perú en un limbo político. Parece novela de Vargas Llosa.


@AlemanVelascoM
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