En diversos foros y estudios se ha venido reiterando el concepto de Tecnocolonialismo, como un fenómeno que analiza la interrelación geopolítica entre la supremacía de las potencias por sus innovaciones tecnológicas y los países dependientes por su utilización.

La nueva revolución digital implica la preeminencia de tecnologías de información, manejo de datos y aplicaciones de inteligencia artificial, con las que los países más avanzados continuarán definiendo las características y condiciones de estos mercados.

En todas las industrias, servicios públicos, entretenimiento, interacción social y educación, la revolución digital y la inteligencia artificial son instrumentos imprescindibles de progreso económico, calidad de vida y superación personal que están definiendo los cauces del futuro de nuestra civilización.

La carrera por la supremacía mundial avanza por el camino de las tecnologías. En 2017, Vladimir Putin sentenció que un país que domine las tecnologías de Inteligencia Artificial en el año 2030 “se convertirá en el dueño del mundo”.

El predominio de dos superpotencias tecnológicas, Estados Unidos y China como líderes en el desarrollo de las aplicaciones de Inteligencia Artificial, la robótica, la nanotecnología y el manejo de Big Data, entre otros, ha generado presiones políticas en los gobiernos de la Unión Europea, Asia y Rusia, para elevar la inversión en ciencias y técnicas digitales con el fin de garantizar un saludable nivel de autosuficiencia y soberanía.

Por su parte en los países en desarrollo en Latinoamérica, África, Medio Oriente y el sureste asiático, la supremacía tecnológica proveniente del exterior impone modelos de negocio y sistemas de operación que demuestran que la economía de los países que integran tecnologías digitales avanzadas están creciendo a mayor ritmo; no obstante, hay voces que debaten sobre la dependencia tecnológica que surge en relación a la forma cómo las empresas que ofrecen las nuevas plataformas y aplicaciones generan valor por el manejo de una creciente fuente de millones de datos que emiten los usuarios en su huella digital cotidiana.

En mis tiempos de televisión me enseñaron la regla de la letra “A”, que dice que las tecnologías se renuevan con velocidad, por ello, se tienen que aceptar, aprender, asimilar, adaptar, aplicar y aprovechar; y una vez superadas, se reemplazan.

Para ello será necesario avanzar en el fortalecimiento de la infraestructura digital que ofrezca los mejores niveles de competitividad y conectividad que las nuevas inversiones requieren, así como en la inversión en capacitación, formación profesional, investigación y estímulos a la innovación y el desarrollo de patentes.

Bien entendida, la nueva era digital abre las puertas de la evolución de un humanismo hipercultural, tecnodependiente, que rebasa fronteras y dota al individuo de herramientas accesibles, como nunca antes en la historia, para desplegar su talento y satisfacer sus necesidades.

A fin de cuentas, la diferencia entre el tecnocolonialismo o dependencia digital no radica en las fuentes que controlan las tecnologías sino en la toma de conciencia de libertad en la mente de quien las usa.

Rúbrica. ¿Navidad en octubre, señor Maduro? Fabre d'Églantine, el revolucionario francés aclamado por el ingenio de cambiar el nombre a los meses del año, acabó en la guillotina.

Político y escritor. @AlemanVelascoM