El debate sobre la reforma al Poder Judicial ha generado una de las confrontaciones políticas y de criterios jurídicos más intensos que he podido atestiguar.

El tema rebasa la noción puramente jurídica y se vincula con las posiciones ideológicas y las formas políticas de nuestro tiempo. En ambos lados hay motivos que con sus razones y criterios son válidos. Y en ambos lados hay áreas de oportunidad, como le dicen ahora a las deficiencias.

Rescato un comentario que me dio la pauta para esta entrega. El pasado sábado 9 de noviembre, la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, declaró: "Queremos muchos Benitos Juárez en la Corte”. Al convocar a todos los grupos sociales a considerar ingresar a la carrera judicial por el camino del proceso electoral que se desea hacer el próximo año.

Los legisladores habrán de redactar los textos finales, no sin antes presentar en tribuna sus ideas. Esperemos que las expresiones verbales, la calidad y el nivel del debate se inspiren en las altas miras y los valores que inspiraron a Juárez.

Más allá de la discusión sobre la reforma, mi reflexión alcanza un horizonte más amplio para reforzar una cultura de justicia que nace de la ética y los principios que sustentan desde hace siglos el derecho romano; del imperio de la ley como garantía de las obligaciones y las libertades de la persona. Una cultura de justicia que defina y tutele los quehaceres públicos y de los ciudadanos.

Los grandes juristas de la Facultad de Derecho de la UNAM, a la que tengo la gran satisfacción de pertenecer, formaron a generaciones para ejercer la abogacía con responsabilidad para mejorar la calidad de vida y la convivencia armónica de la ciudadanía.

Fue en esas cátedras que en múltiples ocasiones escuché la frase que pronunció la titular del Poder Ejecutivo; más mexicanos con la inspiración en la trayectoria política y profesional de Benito Juárez, quién se desempeñó de manera ejemplar en los tres poderes.

Es pues, el empoderamiento de la sociedad mediante la formación educativa, la transmisión de valores y la toma de conciencia de la importancia de la ley como punto focal de convergencia de ideales y aspiraciones. Ello implica abrir los espacios de capilaridad social como un imperativo nacional para fortalecer los cimientos éticos de la ciudadanía.

Yo estoy de acuerdo, México necesita más hombres y mujeres inspirados en Juárez, dentro y fuera del poder judicial, que tengan la entereza de superarse y desempeñar todos sus actos con la justa medianía, las miras altas en el fortalecimiento del Estado Mexicano sin relativismos ni excepciones.

En el futuro de México es importante, y en todos sentidos ineludible, que formemos nuevas generaciones de muchos Benitos Juárez, con una cultura de justicia y de respeto a la ley como garantía a la vigencia de las libertades, que fomenten un progreso incluyente y equitativo en un clima de paz social.

Así, hoy yo veo un México de mujeres y hombres con altos valores cívicos, donde la ley sea el espejo nítido de la sociedad que aspiramos ser y la justicia el instrumento de su preservación.

Rúbrica.

Lectura recomendada 110 años después. Noviembre 1 de 1914, el papa Benedicto XV promulgó la encíclica “Ad Beatissimo Apostolorum”, a la que también se le describe como “El suicidio de la Europa Civilizada” ante la inminente confrontación bélica de la Primera Guerra Mundial.

Político y escritor

@AlemanVelascoM

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