En el escenario crítico de la pandemia por el Covid-19 la salud pública es una responsabilidad compartida entre el Estado y la sociedad, el primero para garantizar los servicios de salud y la segunda para acatar los lineamientos de higiene para la prevención del contagio. Los médicos y su personal de apoyo; enfermeras y los asistentes de servicios médicos son la primera línea de combate en la defensa de la vida de la sociedad. Cada uno dedica su esfuerzo diario por atender, curar, vigilar y cuidar a los enfermos aún a costa de su propia salud y en algunos casos arriesgando hasta su vida.
En la reciente sesión virtual de los ministros de Salud del G20 se analizaron con detalle las principales tareas compartidas para atender la pandemia que nos afecta. Los integrantes de esa sesión reconocieron que tienen fallas sistémicas en sus servicios de salud que han obligado a realizar esfuerzos extraordinarios e inversiones en equipos y personal especializado.
La cuarentena de la pandemia de Covid-19 está propiciando comportamientos no tradicionales en la sociedad. Una de sus múltiples facetas es la avasalladora información de riesgos que representa el contagio de este virus, que ha cobrado mas vidas en el mundo que muchas guerras.
Por una parte, vemos expresiones de solidaridad y afecto que comparten parejas y sus hijos que después de varias semanas de cautiverio imprescindible, rescatan los valores fundamentales de la familia, basados en la convivencia, el diálogo y las tradiciones familiares.
Pero también vemos casos deplorables como la violencia intrafamiliar y episodios de tensión entre vecinos. Uno de los casos notables es la actitud inexplicable e inadmisible de hostilidad hacia los hombres y en particular hacia las mujeres que trabajan para la atención a los enfermos, cuando en otros países los ciudadanos salen a los balcones a dar un aplauso por su servicio todas las noches.
Los ciudadanos hostiles solamente están demostrando la gran ignorancia que tienen de la calidad profesional de los trabajadores de la salud.
Las medidas disciplinarias en los centros de salud obedecen precisamente a la necesidad imperativa de contener la expansión de esta nociva enfermedad; se han vuelto más estrictas, en particular con el control de acceso a familiares para prevenir el contagio y mantener las áreas estériles necesarias.
Esas medidas, así como el entrenamiento, la disciplina laboral, los protocolos de asepsia y la disciplina indispensable en los centros de salud inciden en el ánimo de los familiares del enfermo, que genera roces y hasta ofensas a los empleados de las clínicas y hospitales públicos. La actitud de confrontación social nunca será benéfica para el país.
En México la actitud de las autoridades es persuasiva, es un llamado constante a la responsabilidad ciudadana de autoconfinamiento sin menoscabo de las libertades individuales. En otros países, gobernantes sin escrúpulos ven a esta tragedia como un darwinismo inducido para la depuración o una “limpia gratuita” de su pirámide poblacional, al grado de estar dispuestos a invertir más en la compra de bolsas para cadáveres que en equipos para salvar vidas.
La sola imagen de una persona que viste de blanco el uniforme de enfermería o de servicios de salud es suficiente para expresarles nuestro mayor reconocimiento.
Si algo pudiera expresarles la sociedad mexicana es gratitud, aprecio y admiración. En su nombre y con mi admiración van estas líneas.
Rúbrica
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Político y escritor. @AlemanVelascoM
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