Uno de los valores más frágiles de nuestro tiempo es el valor de la verdad.
A lo largo de los últimos años en la medida que han crecido las redes sociales se fortalecen los canales de expresión de todo ciudadano.
Este fenómeno tiene en ocasiones elementos de distorsión que se contraponen con el valor fundamental de la verdad.
Hoy da la impresión de que las redes sociales están situándose por encima de las instituciones y las leyes en cuanto a juicios y decisiones públicas.
Diariamente amanecemos con un tuit donde se acusa, reclama, ofende o disiente con medias verdades de los hechos que son materia de su responsabilidad o con los cuales se critica los actos ajenos, las instituciones y las leyes.
Acto seguido, se divulgan y amplia el eco de estas aseveraciones sin confirmar la veracidad del asunto.
Compartimos la realidad con las fake news, la insidia y la mentira con una realidad indiscutible en donde la expresión en redes sociales supera la validez moral y social que pudiera tener la máxima autoridad de justicia de una nación.
Yo he sostenido siempre que un acto importante de gobernar es comunicar; entendido como un acto en donde gobernantes y ciudadanos sostengamos un dialogo abierto, libre y honesto respecto a los temas públicos.
En toda democracia y en todo Estado formalmente establecido, la jerarquía de las instituciones, la división de poderes, tanto el Legislativo como representación popular, el Ejecutivo como rector de los actos públicos y el Judicial como instrumento de garantía de la justicia no pueden tener por encima una estructura amorfa de opiniones digitales, muchas de ellas anónimas, y quizá también infundadas.
La justicia como aspiración fundamental de todo ser humano y como responsabilidad elemental de todo Estado moderno debe contar con mecanismos formales de organización cuyas fuentes de información tengan las bases jurídicas necesarias para sustentar su validez y veracidad.
De ahí que el trabajo fundamental de toda sociedad moderna sea el de construir una cultura de instituciones, leyes y valores éticos en donde la verdad y la libertad de expresión sean los pilares de un sistema moderno de corresponsabilidad social con los actos de gobierno.
Una cultura de la verdad que permita que la sociedad abra bien los ojos ante los torrentes de fake news que en forma casi rutinaria surgen en nuestras redes sociales.
En el futuro el ejercicio del poder y la preservación del sistema democrático tendrán que estar profundamente sustentados en el cambio tecnológico, el cual a su vez tendrá una presencia creciente en las redes sociales como intermediario permanente entre los actores políticos y la opinión publica.
Este nuevo modelo de debate público necesariamente requerirá de un escrutinio cuidadoso de emisores, contenidos y fuentes confiables para que las nuevas generaciones tengan en la palma de su mano la interfaz de referencia fundamental de información, noticias y referencias a través de las plataformas de comunicación más famosas del momento.
Es por ello que la creación de instituciones ha sido el mecanismo más importante de la civilización contemporánea para superar las crisis, las coyunturas políticas o las ambiciones de poder; de ahí la importancia de preservar las instituciones como mecanismos de visión de largo plazo de nuestra forma de vida, de nuestra convivencia pacífica y ante todo del imperio de la justicia.
En la era digital nos encontramos ante una profunda crisis de la verdad, una crisis que no puede caer en la derrota por fatiga o cansancio en su defensa permanente.
Rúbrica
El amor en los tiempos del COVID-19 (Coronavirus). Para expresar cariño este 14 de febrero se va a necesitar ser muy “Valentín”.
Político y escritor.
@AlemanVelascoM
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