Hoy desde México hasta Argentina soplan otros vientos. El otoño de 2019 nos muestra una oleada de pensamiento que busca redefinir el equilibrio óptimo entre Estado y mercado, que Latinoamérica ha intentado consolidar con distintos grados de éxito.
Como las hojas de un árbol que en otoño van cayendo, así lo hacen los postulados que creíamos permanentes en los sistemas políticos latinoamericanos del mundo contemporáneo.
Un número creciente de países de Latinoamérica va transitando hacia un modelo de gobierno en donde se vislumbra una coincidencia con los postulados del Foro de Sao Paulo.
En el 2011 se denominó “Primavera Árabe” a una serie de fenómenos sociales que surgieron de manera secuencial en los países árabes para pedir cambios de gobierno con una visión democrática y civil en sustitución de las dictaduras militares o de las hegemonías familiares con un componente religioso.
Recuerdo alguna de las pláticas que tuve con Fidel Castro Ruz en diversos momentos de su vida. Un hombre cuyo capítulo en la historia ha sido bien ganado. Su intención, decía, era impulsar grandes movilizaciones sociales para alcanzar su gran utopía latinoamericana, previniendo siempre el riesgo de no llegar al estallido social. En su nombre se promovió la guerrilla, el sabotaje y otros movimientos clandestinos como única opción a la represalia de las dictaduras militares que asolaron dentro de Centro y Sudamérica el siglo pasado.
Estos vientos de cambio nos muestran en forma recurrente grupos crecientes de la sociedad que expresan su inconformidad en grandes manifestaciones en las principales capitales de nuestra región, como Venezuela, Ecuador, Perú, Nicaragua, Argentina, Chile y Brasil. Dichos grupos han sido convocados a través de las redes sociales con un grado de eficiencia insospechado y en más de una ocasión han tomado a sus gobiernos por sorpresa.
Es así como la inconformidad en muchos alcanza la violencia extrema que incendia, destruye y en forma de motín roba establecimientos sin que esto tenga un vínculo directo con las hipótesis de reforma gubernamental o de régimen político que las inspira. Son movimientos que reclaman un cambio de los procesos de decisión gubernamental, en los que se supone que el modelo económico o el sistema político ha logrado resolver las grandes necesidades sociales de la región.
Con sus diferencias, Latinoamérica vive un proceso semejante a la “Primavera Árabe” en este “Otoño Latino”. En el caso de Chile, a pesar del buen desempeño de su economía y de la política social aplicada, hoy la inconformidad social llega al extremo de reclamar una nueva constitución, cuando ni el 5% de la población con derecho al voto conoce los postulados de su constitución.
Cabe mencionar, por la misma razón, que dentro de Latinoamérica lamentablemente la cultura política y los fundamentos sociales de una asimilación total del papel de la democracia como forma de vida, aún es un postulado frágil.
El reto es transformar sin destruir, aceptar la evolución sin que se demerite el valor de la ley, la justicia y las instituciones, sobre todo se deben respetar las libertades y los derechos de propiedad de cada ciudadano. Todo ello con el fin de lograr un mecanismo gradual, lógico y consistente que reduzca las asimetrías sociales por la vía de la creación de esfuerzo y no del subsidio pasivo. Hoy Latinoamérica en este “Otoño Latino” intenta por enésima vez buscar un modelo que permita su integración, su desarrollo económico y un proceso de creación de riqueza que se reinvierta en el país de origen para generar empleo y que sea semilla de prosperidad compartida.
Rúbrica
Honor Castrense. México no cree en los golpes de Estado.
Político y escritor.
@AlemanVelascoM
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