Una de las innumerables consecuencias de la pandemia ha sido la modificación del entorno urbano. Las viviendas y las ciudades se habrán de transformar para dar cabida a un nuevo concepto de hábitat.
El cambio de vida más severo ha sido en el entorno doméstico. Las cuarentenas han obligado a la gente a permanecer en sus hogares por largas temporadas.
Estos cambios nos obligan a reordenar las prioridades de la arquitectura, ingeniería y la visión del urbanismo que incorporen cambios fundamentales en el hábitat contemporáneo.
Hoy, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y para el año 2050 se estima que dos terceras partes de los habitantes del planeta estarán concentrados en áreas urbanas.
Las ciudades ya cambiaron. Los usos del suelo, por ejemplo, hoy son múltiples en todos lados. Las casas se han convertido en consultorios, despachos de servicios, escuelas, servicios religiosos, talleres de manufacturas, preparación de alimentos para terceros, etc.
Y si bien en alguna medida las labores presenciales habrán de recuperarse gradualmente, muchas de estas actividades permanecerán en el entorno doméstico.
Una de las recetas de éxito empresarial de los años noventa indicaba que todo negocio tendría tres características: localización, localización y localización. Los últimos meses han demostrado que la nueva regla de éxito es: distribución, distribución y distribución.
Esto significa que las vías de información y decisión del consumidor se hacen cada vez más en plataformas digitales y, en menor medida, en forma presencial.
Sabemos que las técnicas de construcción de vivienda no se han modernizado. Las normas y sistemas constructivos requieren de nuevos incentivos al diseño y producción en serie de módulos prefabricados y de mobiliario de usos multimodales que ofrezcan una solución creativa para espacios limitados.
Recordemos que en febrero del año pasado China construyó en diez días el Hospital Huoshenshan con capacidad de mil camas. Esto fue posible por el uso de nuevos materiales, estructuras modulares prefabricadas, así como la programación de insumos, el diseño en serie de instalaciones eléctricas, hidráulicas y sanitarias.
De igual manera, las ciudades habrán de cambiar. Es necesario resolver el dilema urbano que se debate entre la concentración vertical de alto costo o una amplia dispersión horizontal distante y de bajos ingresos para concebir los espacios que brinden mayor flexibilidad en los mercados inmobiliarios. La conectividad a redes digitales será tan necesaria como la electricidad y el agua. La movilidad requerirá de una infraestructura de transporte con superficies impecables para transportes autónomos e impulsados por mecanismos ambientalmente limpios. Se fomentará la reducción del volumen de deshechos y alto nivel de reciclaje, además de la transición hacia energías renovables que obligan un cambio en la jerarquía de las prioridades urbanas.
Y quizá también sea necesario brindar nuevas formas de operación de los servicios públicos y el ejercicio de los derechos democráticos por medio de redes y plataformas que brinden seguridad de proceso de la información.
El reto es construir un nuevo hábitat con una visión sustentable, económicamente viable, socialmente armónico y que brinde las condiciones de un desarrollo humanista en el más alto sentido.
Rúbrica. Calendario sexenal. A la mitad del camino todos los gobernantes redoblan el paso para lograr sus metas.
Político y escritor.
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