Cuando los hombres luchan, las instituciones pacifican.
El pasado 10 de enero se cumplieron cien años de la entrada en vigor de la Liga de las Naciones, también conocida como Sociedad de Naciones. Esta organización fue resultado de los acuerdos del Tratado de Versalles, al lograrse el armisticio de la Primera Guerra Mundial. El acuerdo de su creación data del 28 de junio de 1919 y no fue sino hasta meses después que se decretó su entrada en vigor. El trabajo inicial fue establecer y aplicar las sanciones de guerra con las potencias derrotadas: Alemania y el imperio Austrohúngaro, que se acordaron en junio de 1919.
Su primera sesión celebrada en Paris, Francia, tuvo por objeto ratificar los acuerdos del Tratado de Versalles con el que se dio por concluida lo que definió el Presidente Norteamericano Woodrow Wilson como la Guerra para acabar con todas las guerras. Una definición débil, pues se acusa que la génesis de la Segunda Guerra Mundial está plasmada precisamente en las excesivas demandas de los países victoriosos sobre la Alemania derrotada.
Hasta entonces fue la guerra más cruenta de la historia. Cerca de nueve millones de soldados muertos, veintiún millones de combatientes heridos y trece millones de civiles que perdieron la vida. Sin contar los cientos de miles de muertos que dejó a su paso la Revolución Rusa en esos años.
En su primera sesión del Consejo Ejecutivo, integrado por 9 miembros, el primer secretario general, Erick Drummond, y los representantes de Bélgica, Brasil, Francia, Grecia, Italia, Japón, España y Gran Bretaña tomaron decisiones insospechadas que marcarían el rumbo de millones de personas en las décadas por venir.
La vigencia de esta organización fue de escasos 37 años y logró incorporar la adhesión de sesenta y tres países miembros, y se disolvió el 17 de julio de 1947, como resultado de los nuevos acuerdos logrados al fin de la Segunda Guerra Mundial para dar paso a la creación de la Organización de las Naciones Unidas que hoy conocemos.
La Liga de las Naciones tuvo entre sus méritos ser la primera organización intergubernamental supranacional creada para mantener la paz mundial. Sus intereses se basaron en el criterio de seguridad colectiva y control al armamentismo, así como a la función de arbitraje entre disputas internacionales.
Esta fecha olvidada por la refundación posterior de la ONU tiene un gran significado. Por una parte, representó la conclusión de las primeras intenciones de expansión territorial de las monarquías en Europa, para dar pasos a la recomposición de sus sistemas políticos hacia gobiernos civiles y parlamentarios.
A un siglo de su creación, la inestabilidad del sistema internacional de naciones nos obliga a revisar a fondo los postulados fundamentales del Estado moderno.
Las democracias están en tela de juicio, los criterios de bonanza económica derivados de la apertura comercial competitiva se rechazan con criterios proteccionistas, la falta de inclusión social y el armamentismo robótico de nueva generación combinado con visiones excluyentes de dogmatismo ideológico, racial o religioso son elementos que configuran un escenario de alto riesgo para la convivencia pacífica de la sociedad contemporánea.
El año 2020 ha iniciado con acontecimientos graves a gran velocidad. Los vientos de cambio indican que al interior de las naciones es necesario consolidar la fuerza de instituciones democráticas y que a nivel internacional se logre moderar la beligerancia de los líderes de las potencias y concebir modelos de progreso que no se construyan a costa de los países débiles.
Rúbrica. Cruda realidad. ¿Será cierto que al hacer un brindis en el sector público no es bien visto decir: “salud”?
Político y escritor. @AlemanVelascoM
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