Cuando un ser humano tiene grandes sueños, los pueblos logran grandes hazañas.
El sábado pasado, en las planicies de Cabo Kennedy de la NASA se escuchó el rugir ensordecedor del lanzamiento tripulado que una empresa privada pone en el espacio por primera vez en nueve años.
En sus orígenes, la carrera espacial fue una combinación de objetivos políticos y avance científico, en aras de una supremacía nacionalista de potencial bélico, así como de confrontación de modelos económicos e ideológicos.
La Unión Soviética, hoy Rusia, sorprendió al mundo con el primer lanzamiento del Sputnik 1, el 4 de octubre de 1957, y continuó llevando la delantera con el lanzamiento del primer cosmonauta de la historia, Yuri Alekséyevich Gagarin, el 12 de abril de 1961. Al mismo tiempo es valioso reconocer que la equidad de género se hizo visible con la primera mujer en el espacio, Valentina Vladímirovna Tereshkova, el 16 de junio de 1963, desde el cosmódromo de Baikonur.
De manera tardía, Estados Unidos lanzaron el primer vuelo orbital tripulado por el astronauta John H. Glenn, el 20 de febrero de 1962, y en 1969 cumplieron la promesa del presidente John F. Kennedy de poner un hombre en la Luna y regresarlo con seguridad a la Tierra.
Hoy el nombre de Elon Musk es sinónimo de innovación audaz con la meta de avanzar en la exploración espacial con recursos privados.
Es un gran día para la participación empresarial en una tarea que se consideraba estratégica del gobierno por razones de defensa y seguridad nacionales. Hoy esos conceptos dejan de ser intocables y abren la puerta a la innovación para superar las complicadas burocracias. Ello tiene al menos cinco ventajas: la inversión en investigación científica y desarrollo de nuevas tecnologías; la liberación de recursos públicos de los contribuyentes para otras prioridades; ser fuente de entrenamiento y de generación de empleos de alto nivel científico; dar lugar a que se diseñen grandes partes y propulsores reutilizables; y no menos importante el pago de impuestos.
Se inició una nueva era de alta colaboración entre la visión empresarial y el apoyo gubernamental en el nuevo “mercado espacial” con visos de abrir importantes oportunidades de desarrollo científico, y sobre todo de iniciar una etapa de regularización y operación rutinaria entre la Tierra y la Estación Espacial Internacional y quizá más allá.
El estruendo de los cohetes de despegue del módulo Dragon de la empresa SpaceX quizá no dejó que el presidente Donald Trump —quien interrumpió— su acostumbrado juego de golf pudiera escuchar la ruidosa y enconada explosión social multirracial en más de 40 ciudades por el inclemente asesinato de George Floyd, un ciudadano que al parecer su único delito fue ser negro y en quien recayó la sospecha de haber pagado con un billete falso de 20 dólares.
La historia habrá de evaluar a un par de empresarios: uno con gran visión, que se propuso ir al espacio, y otro, más terrenal, que dijo que quería ser presidente de los Estados Unidos.
Solo queda pendiente constatar que en este viaje histórico no vaya de polizón oculto el verdugo Covid-19.
Rúbrica
Un revolucionario de la comedia. Despedimos con cariño al gran actor y amigo Héctor Suárez. Recuerdo los inicios de su carrera en Televicentro en los programas “Chucherías” y “Domingos Herdez”, con un atuendo de revolucionario con su gran sombrero, bigotes chorreados y cananas cruzadas al pecho. A partir de entonces y hasta sus últimos días, a través de sus memorables personajes, denunció a voz en cuello los abusos del poder y la defensa de las causas sociales. Con su gran ingenio supo, entre risas, alegrar las penas de aquellos que defendió toda su vida. Descanse en paz.
Político y escritor. @AlemanVelascoM