Al terminar el mandato presidencial de mi padre, tuvimos conversaciones memorables. En una ocasión le pregunté qué decisión política le había dado más satisfacciones. Me respondió que lo que él más valoraba fue prevenir crisis de grandes repercusiones. Me dijo: A los gobernantes se les juzga por sus actos y sus obras, pero nadie sabe el esfuerzo que significó remontar los riesgos de todo aquello que no sucedió.
Es así que en política es importante lo que pasó, pero más importante aún lo que se logró prevenir, lo que no pasó. Entre los ejemplos de la forma como se superan las condiciones de crisis extremas comentamos la forma en que el emperador Hirohito del Japón, al saber que la derrota era inminente, tuvo que superar las amenazas de un grupo de generales que no aceptaban la capitulación, al mismo tiempo que se negociaba en secreto la rendición ante los Estados Unidos, con la condición de respetar su cultura y tradiciones antes de que las fuerzas de Stalin llegaran a las costas del Pacífico a imponer el modelo soviético en suelo japonés.
La crisis de los misiles cubanos que llegó al extremo de un conflicto armado entre la llamada entonces Unión Soviética y los Estados Unidos, cuyas inminentes consecuencias podrían escalar a un conflicto nuclear que fue posible contener y desactivar; ese súbito calentamiento de la Guerra Fría.
En el caso de México, durante la Segunda Guerra Mundial, la decisión del presidente Manuel Ávila Camacho de llamar al servicio activo a su predecesor, el expresidente y General Lázaro Cárdenas, como Comandante de la Región Militar del Pacífico, para prevenir cualquier intento de una fuerza enemiga o aliada de atacar o establecer bases militares en nuestro territorio.
En esas fechas mi padre, a cargo de la Secretaría de Gobernación, con el sigilo y la fuerza política que caracterizaba a esa dependencia en aquellos años, vigiló, interceptó mensajes y más tarde detuvo a los agentes y pro nazis que operaban clandestinamente en nuestro país. Después, durante su mandato presidencial contuvo las ambiciones de abrir un canal interoceánico en el Istmo de Tehuantepec que uniera los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz.
En 1974, el presidente Echeverría declaró que Baja California y Quintana Roo, dos zonas del país inhóspitas y alejadas que estaban definidas como “Territorios Federales”, se integraran a la federación como estados en pleno derecho. Con ello concluyeron los últimos resabios expansionistas que pudieran quedar en nuestra región. Y a la fecha son dos zonas de desarrollo ejemplar, cuyo potencial turístico y económico es creciente.
Recientemente, el episodio de mayor riesgo a la democracia y a la gobernabilidad constitucional fue el atentado que el presidente Trump propició al incitar a sus seguidores para amotinarse en el Capitolio por su intransigencia de no reconocer la victoria electoral de Joe Biden. La mesura de unos y la prudencia de los asesores cercanos a Trump evitaron un episodio de lamentables consecuencias.
Los gobernantes se informan, meditan, deciden y solo ellos en el interior de su conciencia saben con satisfacción los graves riesgos que logran conjurar, por lo que no se ganan ni medallas ni monumentos, pero son fundamentales para mantener en paz la marcha de un país.
Rúbrica. Ironía ambiental. Ahora resulta que los turistas europeos vienen a nuestras costas porque aquí el verano es más fresco.