En la madrugada del 15 de febrero un autobús que transportaba migrantes desde la región del Darién, en Panamá, en dirección a Costa Rica, cayó por un desfiladero. Más de 40 personas migrantes murieron y otras 20 quedaron heridas. El domingo 19 de febrero otros 17 migrantes perecieron y 20 más quedaron lesionados en un accidente cerca de la ciudad de Puebla, en México.
En los últimos años se ha vuelto cada vez más frecuente este tipo de dolorosas tragedias: migrantes fallecidos por asfixia en rutas de Norteamérica, ahogados en el mar Caribe, en accidentes viales en México y Centroamérica, o desaparecidos en las espesas selvas del Darién.
El Proyecto Migrantes Desaparecidos, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), ha registrado desde 2014 el fallecimiento de 6,790 personas migrantes en Centroamérica, Norteamérica y el Caribe. Durante el año 2022, en estas tres regiones se registraron 1,212 vidas migrantes perdidas, un aumento de 11% con respecto al 2021.
Pero las muertes de migrantes pueden ser muchas más, pues en muchas oportunidades las personas emprenden travesías por rutas irregulares y clandestinas donde no existen registros oficiales, como por ejemplo sucede con las embarcaciones que se pierden en el Caribe o en el Darién, dos de las zonas donde existe un mayor subregistro de datos.
Frente a este desolador panorama, los Estados miembros de las Naciones Unidas han incluido en diferentes instrumentos internacionales varias iniciativas para prevenir la pérdida de más vidas. Tal es el caso del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, del 2018, durante cuya revisión en 2022 los países adoptantes reafirmaron su responsabilidad colectiva de preservar la vida de todos los migrantes y de tomar medidas para evitar su pérdida. También la Declaración de Los Ángeles, adoptada en el marco de la Cumbre de las Américas celebrada en 2022, incluye el compromiso de proteger la seguridad y la dignidad de todos los migrantes.
Sin embargo, vemos con desasosiego cómo las muertes y desapariciones continúan a pesar de los compromisos. Nos encontramos ante una emergencia humanitaria que requiere de una estrategia de acción intergubernamental que permita salvar las vidas y garantizar los derechos de las personas migrantes y sus familias.
La mejor forma de reducir las muertes de personas migrantes es la creación de más y mejores vías de migración regular. Si se les da la posibilidad, las personas siempre preferirán migrar cumpliendo las normas y disminuyendo así los riesgos de perder la vida. Ninguna otra medida sería tan efectiva como ésta para disminuir la influencia de los coyotes, polleros o “guías de familia”, como ahora se hacen llamar, y cuya criminal actividad es la causante directa de la gran mayoría de las muertes de personas migrantes.
En segundo lugar, urge mejorar la capacidad de identificación de las personas migrantes fallecidas y desaparecidas. Se requiere la consolidación de mecanismos trasnacionales que permitan el intercambio de información y la concertación de esfuerzos entre los países de origen, tránsito y destino, para buscar e identificar a las personas fallecidas o en paradero desconocido. Para las familias y seres queridos de los migrantes desaparecidos, esto es esencial.
En tercer lugar, es fundamental proporcionar apoyo y reparación a las familias de los fallecidos o desaparecidos. El acceso a la justicia, la rendición de cuentas y la reparación para los migrantes y sus familias mediante la realización de investigaciones independientes e imparciales debe ser una garantía, así como también lo debe ser la posibilidad de instaurar procedimientos para la recuperación, la identificación, el traslado y el entierro en condiciones dignas de los restos de los migrantes fallecidos.
Salvar las vidas de los migrantes más vulnerables es una tarea impostergable. Existe un conjunto creciente de prácticas, conocimientos y directrices que pueden servir de base para materializar los compromisos multilaterales, también ya existentes, para detener esta tragedia. Para poner en marcha estas acciones urgentes tal vez nos sirva recordar que, detrás de cada migrante desaparecido o muerto, hay una familia esperando por respuestas.