Este domingo universitarias y universitarios de todo el país saldrán a las calles a protestar contra la propuesta de reforma al poder judicial. Mucho se ha escrito sobre por qué esta reforma no garantiza una mejora al acceso a la justicia. Tan solo esta semana líderes de opinión en “Es la hora de opinar” reconocían que esta reforma no resuelve el problema de fondo y destacaban como aspecto positivo que estuviéramos hablando del poder judicial.

Por más positivo que sea el estar hablando de una parte del sistema de justicia, las y los jóvenes universitarios hoy nos llaman a salir a las calles y demandar un alto a este despropósito que echará por la borda por lo menos 30 años de avances.

Fue apenas en 1994 que se instauró la carrera judicial como un sistema para la selección, formación y ascenso de las personas juzgadoras. El formar parte de la carrera judicial es una decisión de vida. Es renunciar a fines de semana por hacer guardia en juzgados de distrito, es atender asuntos que pueden tramitarse a cualquier hora, cualquier día de la semana. La carrera judicial es contender en exámenes de oposición más de una vez buscando la excelencia, y realizar cursos de formación continua con personas expertas de todo el mundo.

Este sistema de formación continua ha permitido la sensibilización de las personas juzgadoras a los problemas que aquejan a nuestro país; tan solo el día viernes celebramos que en Puebla se emitiera la Ley para la Declaratoria Especial de Ausencia por Desaparición de Personas. Esto fue impulsado gracias a distintas sentencias emitidas por el Poder Judicial de la Federación que puntualizaron que el congreso local incumplió disposiciones nacionales e internacionales en materia de protección a las víctimas de desaparición que les permitiera obtener la declaración especial de ausencia.

Por eso marchamos. Porque si bien el poder judicial federal no es perfecto, hemos encontrado mecanismos que nos han permitido cambiar al país poco a poco; porque hemos luchado por mejorar un sistema que hoy está por ser destruido. No hay futuro sin justicia. No hay futuro sin jueces imparciales que detengan proyectos que destruyen el medio ambiente. No hay futuro sin juezas que amparen a los niños con autismo que son discriminados en las escuelas y les niegan la reinscripción. No hay futuro sin magistradas que obliguen a los congresos locales a legislar a favor de las madres de las personas desaparecidas. No hay futuro sin ministras dispuestas a ir contra la corriente y hablar de despenalizar el aborto. No hay futuro sin autonomía judicial.

Por eso, hoy marcho con mis dos hijos acompañando a las alumnas y a alumnos de todo el país, porque sé que sin justicia, no hay futuro. Porque estoy cierta que en Palacio Nacional y en San Lázaro se escuchará a las y los jóvenes de este país.

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