Últimamente me encuentro pensando en el verbo resistir. ¿Cómo resistimos? ¿Por cuánto tiempo resistimos? ¿Para qué resistimos cuando todo parece ir en nuestra contra y no hay aparente solución? Resistir es agotador. Te drena la energía, tus conversaciones giran en torno al mismo tema y en ocasiones te encuentras tan agotada que quieres renunciar.
Renunciar a la lucha, renunciar a tus ideales y convertirte en un hombre gris. Mi afición (y hasta cierto punto obsesión) a la lectura fue provocada por mi padre que a los 7 años me regaló el libro de Momo de Michael Ende. Un libro que por distintas razones me ha acompañado en cada mudanza y en cada librero. En Momo encontramos a los hombres grises. Hombres que representan la alienación, el vacío, la deshumanización y la pérdida de sentido en la vida. A medida que las personas caen en su trampa, dejan de disfrutar de la vida y de las pequeñas cosas que les traen alegría, amor y conexión con los demás. Se vuelven prisioneros de un ciclo de productividad sin propósito, creyendo que están ganando tiempo, cuando en realidad lo están perdiendo para siempre.
Crecí con el miedo de volverme un hombre gris. Y yo creo que por eso no me permito dejar de resistir. No dejo de hablar de cómo la reforma al poder judicial afectará a las mujeres, a las niñas, a las personas de la comunidad LGBT, a las personas migrantes. Y aunque estoy exhausta, y francamente más ojerosa de lo normal, no podemos dejar de alzar la voz contra la militarización ni contra la desaparición de los organismos constitucionales autónomos.
No podemos obviar que, la investigación La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto documentó a través de informes, facturas, contratos, expedientes y otros documentos obtenidos vía transparencia que el entonces presidente tenía una casa en Las Lomas de Chapultepec con valor de 7 millones de dólares. Supimos que la propiedad fue construida por Grupo Higa, una de las empresas que ganó la licitación del tren México-Querétaro y que obtuvo múltiples contratos en el Estado de México, cuando Peña Nieto fue gobernador. Información a la que las personas periodistas tuvieron gracias al INAI.
Y no solo el INAI. La COFECE, por ejemplo, en el 2021 sancionó a 17 clubes de futbol de la Liga MX por generar un acuerdo para fijar un tope máximo a los salarios de las jugadoras de futbol, lo que eliminó la competencia entre clubes para contratarlas con una mejor remuneración y profundizó la brecha salarial por razón de género.
Pero ¿cómo así? Pues, desde la creación de la Liga MX Femenil en 2016, diversos clubes acordaron un tope salarial para las deportistas en función de tres categorías: i) las mayores de 23 años ganarían un máximo de 2 mil pesos; ii) las menores de 23 años, 500 pesos más un curso para su formación personal y iii) las jugadoras de la categoría Sub-17 no tendrían ingresos, pero podrían tener ayuda de transporte, estudios y alimentación.
La práctica, constituyó un acuerdo de “caballeros” entre los Clubes que tuvo el objeto y efecto de manipular los precios –en este caso los salarios de las jugadoras– y evitar que los clubes compitieran por su contratación mediante mejores salarios, lo que no solo repercutió negativamente en su ingreso, sino también tuvo como consecuencia ampliar la brecha salarial por razón de género.
Así que sí, toca seguir, resistiendo, buscando cómo proteger a aquellos organismos que con sus resoluciones han ayudado a sacar a la luz acuerdos de corrupción y pactos de “caballeros” que terminaron incrementando la desigualdad de género. Si bien, la aprobación de la reforma al poder judicial nos dejó exhaustas y hasta cierto punto desesperanzadas, claudicar no es opción.
Aún hay mucho que hacer, mucho que construir y muchas mesas donde hemos de sentarnos a dialogar. Porque esto no es rudos contra técnicos, porque parafraseando a Allende, mucho más temprano que tarde, hemos de construir y caminar por grandes alamedas por donde pasen personas libres para construir una sociedad mejor.