¿Cómo definir el 2024? Me parece que este año fue el año donde pasaron cosas que jamás pensamos que ocurrirían. Desde renuncias de ministras y ministros, integrantes del poder judicial federal marchando y entrando al senado, hasta la eliminación de siete órganos constitucionales autónomos.

Uno de los temas más controversiales fue la serie de reformas constitucionales que reconfiguraron el panorama institucional del país. Entre ellas destacó la reforma al poder judicial federal, que incluyó la elección popular de personas juzgadoras tanto federales como locales. Esta reforma provocó un hecho inédito: renuncias de ministras y ministros, un paro del poder judicial de casi dos meses, protestas dentro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en las calles de prácticamente todo el país donde integrantes del Poder Judicial exigieron respeto a su labor y rechazaron lo que consideraron un intento de control político sobre las instituciones.

Asimismo, una de las reformas más desafortunadas fue la eliminación de siete órganos constitucionales autónomos publicada este viernes en la edición vespertina del Diario Oficial de la Federación. Argumentando austeridad y eficiencia, esta decisión centralizó funciones clave en el Ejecutivo, debilitando contrapesos esenciales para la democracia. Las críticas se centraron en la perdida de autonomía de organismos como el INAI y la Cofece, considerados vitales para la transparencia y la regulación económica. Este cambio fue percibido como un retroceso en la rendición de cuentas y un golpe a la confianza ciudadana en las instituciones.

Pero como nada es blanco y negro, también se dieron reformas constitucionales positivas a favor de los derechos de las mujeres. El artículo 4o. fue reforzado para garantizar el derecho a la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres, estableciendo además un deber reforzado del Estado para proteger a mujeres, adolescentes, niñas y niños contra las violencias. La reforma al artículo 123 introdujo un paso fundamental al establecer mecanismos legales para erradicar la brecha salarial de género, buscando garantizar "a trabajo igual, salario igual", sin importar sexo o género. Estos cambios me dan, aunque sea, un poco de esperanza.

En el ámbito electoral, el país vivió un hito histórico con la elección de una mujer como presidenta. Este evento marcó un avance significativo hacia la igualdad de género en la política, aunque también expuso los retos que persisten en cuanto a la representación sustantiva de las mujeres en el poder. Es decir, este año entendimos que la representación no lo es todo. Tan solo hay que recordar que se reeligió a Rosario Piedra Ibarra al frente de la CNDH aun cuando fue la candidata peor evaluada.

Este año nos recordó que la lucha por la democracia no se da solo en las urnas, Tal como señala el constitucionalista Roberto Gargarella, la democracia no se agota en el acto de votar; es lo que sucede después. Las protestas, los debates y las acciones ciudadanas son el verdadero termómetro de un sistema democrático vivo.

El 2024 fue el año en el que se tumbaron estructuras. Fue un año de cambios que han despertado expectativas para algunos y preocupaciones profundas para otros. El rediseño del Poder Judicial y posteriormente todos los poderes judiciales locales y la eliminación de siete órganos constitucionales autónomos, han sido vistas como una amenaza directa a la estabilidad institucional y a los principios democráticos. Su implementación en 2025 pondrá a prueba no solo la capacidad del país para adaptarse a estos cambios, sino también la resistencia de su tejido institucional frente a decisiones potencialmente regresivas

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