El hambre y la malnutrición continúan siendo desafíos globales urgentes, según el informe Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (SOFI) 2023, publicado por las agencias y programas de Naciones Unidas FAO, PMA, OMS y UNICEF.
Este informe, lanzado hoy en un evento especial en el marco del Foro Político de Alto Nivel del ECOSOC en Nueva York, revela que el hambre global sigue afectando a millones de personas en todo el mundo, y aunque se han logrado avances en algunas regiones, todavía estamos lejos de superar los niveles previos a la pandemia de Covid-19.
Se presentan los últimos datos disponibles junto con un análisis en profundidad de los principales desafíos, incluido el cambio climático, los conflictos y el aumento de los precios de los alimentos para lograr los Objetivos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible (ODS).
En particular, se estima que el hambre mundial, medida por la prevalencia de la desnutrición (el indicador 2.1.1 de los ODS) permaneció relativamente sin cambios entre los años 2021 y 2022. Al mismo tiempo, se calcula que entre 691 y 783 millones de personas en el mundo padecieron hambre en 2022, es decir el 9,2 por ciento de la población mundial, unos 122 millones más que en 2019, antes de la pandemia por Covid-19, cuando el mismo porcentaje se encontraba en el 7,9.
Además, mirando hacia el futuro, los escenarios planteados proyectan que casi 600 millones de personas estarán crónicamente desnutridas en 2030, 119 millones de las cuales serían directa consecuencia de la pandemia en combinación con la guerra en Ucrania, así como 23 millones serían imputables exclusivamente a la guerra en Ucrania.
Por su parte, observamos que Asia y América Latina han logrado reducir sus tasas de hambre, pero en África Occidental, el Caribe y Asia Occidental la situación ha empeorado.
Las mujeres y las personas que viven en áreas rurales son especialmente vulnerables. Asimismo, más de 3.100 millones de personas en todo el mundo no pudieron permitirse una dieta saludable en 2021.
Otros datos ofrecidos por el informe indican que los niños sufren las consecuencias de la malnutrición, con altas tasas de retraso en el crecimiento, emaciación y sobrepeso. Aunque se han logrado avances en algunos aspectos, como la lactancia materna exclusiva y la reducción del retraso en el crecimiento, no estamos en camino de alcanzar los objetivos establecidos para 2030.
En todo el mundo en 2022, se estima que 148,1 millones niños menores de cinco años, el 22,3 por ciento, sufren un retraso en el crecimiento, 45 millones (6,8 por ciento) padecen emaciación, mientras 37 millones (5,6 por ciento) tenían sobrepeso. La prevalencia del retraso del crecimiento y la emaciación fue mayor en las zonas rurales, mientras que el sobrepeso fue ligeramente más frecuente en las zonas urbanas.
La urbanización plantea tanto desafíos como oportunidades para abordar el problema del hambre. Por un lado, se observa una mayor disponibilidad de alimentos procesados y poco saludables, así como la exclusión de los pequeños agricultores de las cadenas de suministro formales. Por otro lado, la urbanización puede impulsar cadenas de valor alimentarias más complejas y generar empleo en actividades relacionadas con la agricultura.
El informe analiza cómo la urbanización está cambiando la oferta y la demanda de alimentos a lo largo del continuum rural-urbano y formula recomendaciones de políticas, inversiones y nuevas tecnologías para abordar los desafíos y aprovechar las oportunidades que la urbanización puede ofrecer.
El informe destaca la necesidad de una mayor inversión en infraestructura, investigación y desarrollo, así como una mejor gobernanza de los sistemas agroalimentarios. La conectividad entre áreas rurales, periurbanas y urbanas debe ser aprovechada para garantizar el acceso a dietas saludables y asequibles para todos.
En suma, el hambre y la malnutrición siguen siendo desafíos apremiantes que requieren la atención de la comunidad global. Es hora de actuar de manera coordinada y tomar medidas concretas para lograr un futuro en el que todos tengan acceso a suficiente una alimentación nutritiva.
La comunidad internacional debe comprometerse en un proceso plurianual del que este informe puede constituir el primer paso, para comprender cómo invertir mejor y minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero, al tiempo que se logra la prioridad mundial de proporcionar alimentos a todas las personas, sin dejar a nadie atrás. La protección de la biodiversidad desempeñará un papel clave en este proceso.
Es fundamental reconocer que la salud del planeta y la salud de las personas están intrínsecamente vinculadas. Para lograr un futuro sostenible, por tanto, debemos proteger y restaurar la biodiversidad en nuestros sistemas agroalimentarios, basándonos en el conocimiento técnico, la experiencia y los avances científicos que ya están a nuestro alcance y que la FAO sigue impulsando interna y externamente. Al hacerlo, estaremos construyendo sistemas agroalimentarios resilientes que no solo satisfagan las necesidades nutricionales de la población, sino que también contribuyan a la mitigación del cambio climático y la adaptación a sus impactos.