En los meses previos a la pandemia se había registrado uno de los picos más altos en años recientes de intercambios de turistas dentro de nuestra región, particularmente mexicanos. Por citar un ejemplo, Perú registró el año pasado un crecimiento del orden del 13%.
Ante el Covid-19, el desafío fue mayúsculo en esta región no sólo por el número de varados, sino por las restricciones de emergencia que entraron en vigor en varios países casi simultáneamente y de manera imprevista. A ello se añadieron complicaciones logísticas para movilizar a los connacionales dentro de los mismos países hacia terminales aéreas.
Bajo la coordinación de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y con el apoyo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y del Instituto Nacional de Migración (INM), se desplegó un esfuerzo sin precedente para apoyar estas operaciones de retorno directo de miles de connacionales dispersos en el mundo. Gran parte de ese esfuerzo se concentró en Latinoamérica.
A nivel mundial, la pandemia se desplazaba rápidamente hacia nuestro hemisferio y para mayo nuestra región se convertía en el nuevo epicentro; se tuvieron que adoptar respuestas acordes considerando las capacidades gubernamentales y los perfiles de los connacionales involucrados, algunos en situación de riesgo mayor por cuestión de edad y de padecimientos crónicos.
Dada la experiencia y capacidad operativa del país respecto a retornos asistidos, y en el marco de las actividades de la Comisión Intersecretarial de Atención Integral en Materia Migratoria (CIAIMM), se establecieron puentes aéreos. Para facilitar la repatriación mutua de mexicanos y extranjeros, establecimos contacto directo con los gobiernos involucrados de la región y de esta forma se pudieron negociar tales vuelos con compañías aéreas, agencias de viaje, asociaciones civiles e incluso religiosas.
América Latina y el Caribe fue la única región del mundo en la que la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) participó en las operaciones, logrando el retorno de los países más alejados con las medidas de salubridad correspondientes. Hay que destacar la agilidad con la que nuestras Embajadas en el exterior acopiaron listados de connacionales varados y sus circunstancias a fin de escalonar los diversos planes de evacuación en coordinación con la FAM y su calificado personal. De esta forma logramos un total de 8 vuelos (siete a Sudamérica y uno a Cuba).
Dada la contigüidad territorial, la SRE también coordinó, a través de sus representaciones diplomáticas-consulares, repatriaciones terrestres desde Centroamérica que resultaron en más de 14 convoyes. Las gestiones de nuestras embajadas en el Caribe hicieron posibles los vuelos de retorno desde las islas de personas varadas, sobre todo de cruceros.
El resultado de estos operativos ha sido muy alentador, al 16 de junio repatriamos a 8,759 mexicanos desde 23 países de la región (más de la mitad de los retornados de todo el mundo) con un total de 8 vuelos de la FAM, 33 vuelos con apoyo del INM y más de 65 vuelos especiales, humanitarios y comercial-solidarios.
Como nota final, agradezco el apoyo de los gobiernos latinoamericanos en esta noble causa humanitaria que nuevamente pone de relieve el alto nivel de interlocución y liderazgo de México en la región.
Subsecretario para América Latina y el Caribe.
SRE