Este mismo mes de julio, buques militares rusos llegaron a Venezuela después de visitar Cuba. Estuvieron en ese país durante cuatro días con el objeto, según informó el Ministerio de Defensa ruso, de “mostrar la bandera y garantizar una presencia naval en importantes zonas operativas”. Ahora mismo, Rusia es uno de los países que está brindando su respaldo a Maduro tras los disputados resultados electorales en su país. Nada de esto es casual o reciente. La realidad es que la situación interna en Venezuela se entreteje con la geopolítica global desde hace muchos años en un sistema en el que, por un lado, el respaldo de superpotencias y potencias medias funciona como uno de los pilares que contribuyen al sostenimiento del régimen chavista, y por el otro, el respaldo internacional en el sentido opuesto contribuye a las decisiones y acciones de la oposición.
Considere el siguiente ejemplo:
Guaidó se autonombra presidente legítimo de Venezuela —con el impulso de EU y varias naciones más— justo en enero de 2019, precisamente un mes después de que Maduro visitara Rusia, se anunciara que Moscú incrementaría sus inversiones en Venezuela, dos aviones bombarderos estratégicos rusos Tupolev Tu-160 (con capacidad de transportar armas nucleares) aterrizaran en el aeropuerto Simón Bolívar y se informara que el Kremlin estaba considerando el despliegue de largo plazo de dichos bombarderos estratégicos en Venezuela. Así, mientras la Casa Blanca escalaba su ofensiva mediante sanciones a Caracas y buscaba más apoyo de otros países para Guaidó, Putin seguía enviando señales de soporte a Maduro, incluida la invitación y visita a Moscú de la vicepresidenta Delcy Rodríguez. Adicionalmente se informaba que se estaba incrementando la presencia de “contratistas rusos” para garantizar la seguridad de Maduro (¿se acuerda usted del Grupo Wagner de Prigozhin? A estos nos referimos). Por si eso no bastaba, unos días después, el Kremlin enviaba a Caracas dos aviones con unos 100 militares (ahora sí con insignia) incluido el general Vasily Tonkonshkurov, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Tierra, además de 35 toneladas de equipo militar. Todo esto en 2019, en tiempos de Guaidó.
O bien, considere este otro caso: Hace unos años se anunció que, en una serie de visitas por Medio Oriente, el canciller venezolano Jorge Arreaza, se reunió con funcionarios de Hezbollah —la milicia libanesa islámica financiada, armada y entrenada por Irán— en su camino hacia Siria. Se trataba de encuentros mediante los que el gobierno de Maduro buscaba afianzar sus respaldos entre viejos aliados del chavismo, quienes por supuesto, se enfrentan a Washington en distintas esferas. Muy al inicio de la guerra siria en 2012, por ejemplo, se manifestaba rápidamente el apoyo de Chávez a Assad no solo a nivel diplomático, sino mediante el envío de diésel desde Caracas hasta Damasco, oxígeno vital para el presidente sirio en esos tiempos. En una entrevista por esos años con el New York Times, el exjefe de inteligencia de Venezuela, Hugo Carvajal, relataba cómo Tareck El Aissami, entonces ministro del interior de Venezuela, había buscado acercamientos con Hezbollah e Irán desde la década pasada. Ya desde entonces, las visitas venezolanas a la región que incluían Damasco y Teherán, buscaban también establecer contactos con la milicia libanesa. De igual modo, desde entonces se documentó la presencia de Hezbollah en Venezuela buscando financiamiento para sus actividades a través de tejer redes y contactos en distintas partes de América Latina. Por ejemplo, hubo varios reportes acerca de que Hezbollah y organizaciones criminales latinoamericanas utilizaban las mismas redes de lavado de dinero. Carvajal indicaba que El Aissami llegó a proponer un plan para que militantes de Hezbollah fueran a Venezuela para trabajar en colaboración con combatientes de las FARC. Pero al margen de esa actividad, lo importante es comprender la alianza que se establecía entre el chavismo y el eje chiíta proiraní. Es natural, entonces que cuando en 2011 estalla la guerra siria y Assad tiene que enfrentar a sus opositores internos y externos, el respaldo del chavismo no se hiciera esperar.
Ocho años después, la rueda de la fortuna daba sus giros. Esta vez, era Maduro quien enfrentaba una oposición interna que le desconocía y una ofensiva diplomática internacional, sin mencionar las amenazas de una posible intervención militar por parte de Washington. Por tanto, no es de extrañarse que el eje proiraní se posicionaba a lado del chavismo, y no solo por devolver un favor a Caracas, sino por sus propios intereses.
El contexto global de las elecciones 2024
Por tanto, hay que actualizar los factores del contexto global e intentar observar cómo estos están impactando en la situación electoral de Venezuela en este 2024.
1. Guerra en Ucrania y conflictiva Rusia-Occidente. Más allá de lo que ocurre en cuanto a las hostilidades en esa guerra, es necesario entender que para Rusia es importante encontrar espacios de influencia en América Latina pues eso le permite posicionarse en enclaves que impactan sobre la zona tradicional de seguridad de Estados Unidos. Para Moscú, esto es reciprocidad pura. Si Washington penetra en zonas que el Kremlin considera como parte de su órbita de seguridad (como ahora sucede con Ucrania, entre otros espacios), entonces Rusia debe hacer lo propio en países ubicados en la esfera estadounidense. El llevar a cabo despliegues navales en Cuba o Venezuela, o el otorgar el respaldo político y diplomático a Maduro forman parte de esta misma estrategia.
2. Guerra en Medio Oriente. Esa conflictiva, como podemos ver en los ejemplos de arriba, también termina entretejida con la situación venezolana, dado que, como sabemos, la actual guerra en Medio Oriente no se limita a Israel-Hamás, uno de los aliados de Irán, sino que involucra a otros aliados de ese país, justamente como lo es Hezbollah. Esto ha implicado el posicionamiento de potencias regionales y globales alrededor de las partes en dicha conflictiva de Medio Oriente. En este sentido, el gobierno de Maduro se ha colocado claramente del lado del eje antisraelí. Por tanto, una vez más, ante la situación electoral en Venezuela, no debe sorprender que tanto Irán como otros países y actores afines ahora devuelvan el respaldo a Maduro.
3. Pareciera entonces que, en el caso venezolano, se están manifestando dos ejes globales mayores para los cuales Venezuela no es sino un espacio de competencia/disputa adicional a otros muchos espacios geográficos que hay. De un lado se encuentra Estados Unidos y sus distintos aliados, respaldando a la oposición venezolana (cuestionando los resultados electorales, demandando recuentos y auditorías). Del otro lado vemos que el eje Rusia-China-Irán (junto con otros de sus aliados) se posicionan reconociendo la victoria de Maduro y la legitimidad de las elecciones.
4. A nivel Latinoamérica, el panorama esta vez ha sido menos claro. Hay gobiernos que han sido críticos de Maduro desde hace tiempo y de quienes probablemente, dadas las circunstancias, parece natural su negativa a reconocer los resultados electorales que fueron dados a conocer por Caracas. Pero hay gobiernos de izquierda que en otros momentos han sido más cercanos a Maduro, los cuales, ahora mismo, están demandando una revisión de todo el proceso antes de otorgar su reconocimiento. Lula, por ejemplo, opta por privilegiar sus propias metas y su agenda regional, aunque ello suponga distanciarse, en este tema específico, de países que han sido cercanos a su agenda global como Rusia o China.
5. Aún así, podemos afirmar que los respaldos globales que Maduro obtiene por parte de países como Rusia, de China o Irán, si bien no son necesariamente determinantes, sí contribuyen a generar en él y en las alianzas locales que le sostienen—marcadamente las fuerzas armadas—una autopercepción de fortaleza. En otros momentos, esa sensación de fuerza y respaldo les ha permitido sobreponerse o reprimir tanto a los movimientos masivos de descontento popular, como a expresiones de disidencia interna, incluidas insurrecciones militares.
Habrá que ver si en esta ocasión, esos respaldos globales bastan para que Maduro supere lo que parece que se avecina que, debemos suponer, no será simple. En cualquier caso, vale la pena señalar que Venezuela no es un territorio vital para países como Rusia, China o Irán, y que, por tanto, el nivel de apoyo que éstos otorguen a Maduro dependerá de la evolución de los eventos en las próximas semanas. Pero aún así, el hecho de que la geopolítica global pase por Venezuela, convierte la internacionalización de ese conflicto en una situación adicional que hay que incorporar al análisis.
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