“¿Rusia y China al rescate?” se titula un videoclip de la cadena alemana DW. “ Rusia y China han desafiado a Occidente durante años”, indica la voz en el video, lo que han logrado, explica, a través de su crecimiento militar y sus proyectos de infraestructura diseñados para expandir su influencia global. Ahora mismo también lo están haciendo, “ofreciendo lo que todo el mundo necesita desesperadamente: esperanza en pequeños frascos de vidrio con vacunas para la COVID 19”. No son solo Rusia y China. Y no estamos hablando exclusivamente de la “diplomacia de vacunas”. Se trata de una feroz competencia geopolítica que preexiste y rebasa a esta pandemia, pero que inescapablemente se entreteje con ella, puesto que, si algo ha hecho este mal global es exhibir y reproducir factores estructurales como la desigualdad (entre individuos y entre países), el conflicto y las rivalidades. En este panorama, al menos tres temas—relacionados, pero no idénticos—están resultando cruciales: la carrera por las vacunas, el nacionalismo de las vacunas, y la geopolítica de las vacunas.
Hay que empezar por entender que estamos en medio de una crisis sistémica de proporciones históricas: una crisis de salud en un sitio específico del globo se transforma rápidamente en una crisis de salud de todo el sistema, lo que a su vez se entrelaza con otros subsistemas como el económico, el social y el político, y produce efectos críticos tanto a nivel local, como regional y global. La pandemia se introduce en otra serie de problemáticas que le preceden y funciona en algunos casos como reflector que las exhibe, y en otros como catalizador que las acelera, las reproduce e incentiva. El tema de las vacunas no es la excepción, por supuesto, porque las vacunas salvan vidas, permiten a las sociedades y a las economías recuperarse y, por tanto, ofrecen la posibilidad de sobrevivir y reconstruir a nivel interno, y de influir e impactar a nivel internacional.
Un primer patrón que este coronavirus va a exhibir, entonces, es el de los nacionalismos , los aislacionismos y los “yo-primero-ísmos” (el America First de Trump es solo un ejemplo, no el único), corrientes que vienen creciendo en varias partes del mundo desde hace años, pero que encuentran nuevos terrenos para florecer, ahora encaradas en el sentimiento de quererse salvar primero a sí mismos y solo posteriormente ver si hay tiempo y ganas para mirar más allá de las fronteras. Esto se manifiesta desde el inicio con tomas de decisión descoordinadas entre gobiernos, el uso político de discursos que culpan a “los otros” por la situación, o la convicción de que se puede salir del huracán de maneras aisladas. También aparece ahora mismo, mediante medidas como el acaparamiento (excesivo) de vacunas por parte de ciertos países, y la vorágine por inocularse cada quién antes que los demás.
Lo anterior, sin embargo, tiene que entenderse en medio de otros factores estructurales que matizan esos “yo-primero-ismos”, como lo son la competencia y las rivalidades entre superpotencias, y las desigualdades existentes entre nuestros países. Esas desigualdades no solo facilitan el que algunos gobiernos cuenten (y otros no) con los recursos económicos, científicos, tecnológicos y logísticos para colocarse al inicio de la fila y garanticen hasta tres o cuatro veces el número de dosis de vacunas que sus poblaciones requieren, sino que, además, dado que se podrán recuperar mucho tiempo antes que los países menos favorecidos, esa misma brecha que ahora se exhibe con crudeza, será aún más grande cuando todo esto haya pasado.
En cuanto a la confrontación entre las superpotencias, como dijimos, la pandemia no llega en el vacío. Estados Unidos reconoce desde 2017 que su mayor reto de seguridad nacional no es ya el terrorismo, sino la “competencia entre los grandes poderes”. Desde mucho antes de ese año, pero de manera cada vez más creciente, el enfrentamiento entre Estados Unidos con Rusia y con China se puede apreciar en rubros como la carrera armamentista, los choques por espacios geográficos, por zonas de influencia política y económica, la carrera tecnológica, la ciberguerra y las guerras informativas entre otros.
El arribo de la pandemia se inserta en esa dinámica puesto que quien más afectado resulte tras estos años de lidiar con ella, claramente pierde puntos, mientras que aquella potencia que más rápidamente pueda regresar a la normalidad y tenga capacidad de recuperarse económicamente, habrá avanzado frente a las otras. Ahora bien, el coronavirus produjo inicialmente una serie de vacíos. Cada país estaba primordialmente enfocado en resolver las muchas crisis internas. Pero en esta carrera, Estados Unidos fue uno de los países más afectados por su cantidad de contagios, decesos, por la situación económica, las tensiones raciales y políticas del último año. Esta alta concentración en lo interno, naturalmente, ha sido aprovechada por sus rivales, especialmente por China, quien durante 2020 asertivamente puso en marcha una serie de pasos para afianzar su poder regional desafiando con ello a Washington y a varios de sus aliados.
En todo este panorama, las vacunas resultan cruciales. Ya no solamente porque facilitan el que cada una de estas potencias pueda reponerse de sus propios problemas, sino porque le permiten competir con las otras en términos de poder e influencia global . En los peores momentos de necesidad, aquellos países que tienen la capacidad de llegar a ofrecer lo más preciado, estarán viendo aumentar su peso para impactar en cuestiones regionales e internacionales.
Basta echar un vistazo al mapa de los despliegues de vacunas a nivel global para entender esta realidad:
1. Estados Unidos ha resultado demasiado afectado por la pandemia y en estos momentos la nueva administración se encuentra efectuando esfuerzos titánicos por recomponer esas circunstancias, de manera que. por ahora, en materia de vacunación, Washington está mirando hacia adentro. Por supuesto que los laboratorios que ha financiado EEUU se rigen por su propia lógica económica y están exportando tanto como pueden, pero se trata de empresas privadas con intereses propios.
2. Rusia y China están teniendo una proyección internacional más importante. Esos dos países también han sido fuertemente afectados por la pandemia, pero en menor proporción que Estados Unidos. Además, los laboratorios de esos países que han desarrollado y están exportando vacunas sí son empresas estatales. De manera tal que, a pesar de sus necesidades internas, tanto Moscú como Beijing están mirando hacia afuera buscando cubrir necesidades de muchos países y con ello, generar lazos que les permitan incrementar sus esferas de influencia. Esto se puede apreciar sobre todo en Asia, en Medio Oriente, en África, y en América Latina , pero también está ocurriendo ya incluso en Europa , en donde los retrasos de Pfizer , Moderna y AstraZeneca están obligando a algunos gobiernos a aprobar y emplear vacunas de los rivales de Washington.
3. No son solo esas superpotencias, sino otros países más quienes están viendo un área de oportunidad en el tema de las vacunas. India, que en los últimos años ha buscado competir con Beijing y su mega proyecto de infraestructura (y otros componentes) denominado la “Nueva Ruta de la Seda”, hace unos años echó a andar una iniciativa alterna denominada “Actuar hacia Oriente”. Ahora mismo, esta competencia se traslada al ámbito de las vacunas. El esfuerzo de India para enviar vacunas producidas en ese país hacia distintas partes de su región y del mundo (a pesar de tener tantas necesidades a nivel interno), está ya siendo denominado el “Actuar hacia Oriente de las vacunas” con el objetivo de no quedarse atrás en esta carrera por la influencia.
En suma: hay una crisis sistémica de proporciones históricas que se entreteje con e incentiva otra serie de problemáticas. Entre éstas, están los nacionalismos, los aislacionismos, la desigualdad entre los países y las rivalidades entre las grandes potencias. Esta coyuntura crítica está produciendo incentivos para que esas rivalidades se manifiesten en el campo de la vacunación, puesto que exhibe necesidades, urgencias, disparidades y por tanto áreas de oportunidad para acrecentar la capacidad de generar dependencia, influir e impactar. Washington por ahora, y hasta que no se pueda reponer de los muchos golpes del 2020, no parece estar ganando en esa carrera y sus rivales se están aprovechando de ello. Esto podría cambiar si Biden consigue los objetivos inmediatos que se está proponiendo. Ya lo iremos viendo.
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