Lo de Trump, la OTAN y Rusia no es nuevo. Se trata de un asunto que en su momento fue exhaustivamente analizado. Lo que pasa es que cuando hablábamos del tema, había mucha especulación acerca de si Trump, quien cuestionaba a esa alianza en público, realmente se aventuraría a abandonar el pacto militar. O si realmente Trump sería capaz de no defender a un aliado de la OTAN ante un ataque, por ejemplo, de Rusia. Quizás algunas de las mejores respuestas a nuestras sospechas proceden de un libro que escribió John Bolton: La habitación en donde ocurrió. Bolton sirvió como asesor de seguridad nacional de Trump desde abril del 2018 hasta septiembre del 2019 y publicó el libro que refiero en 2020, previo a las elecciones de aquel año tras una disputa con la administración Trump pues era acusado de revelar secretos de seguridad nacional. Bolton es, por supuesto, un personaje polémico, considerado por muchos como un verdadero halcón de la política exterior estadounidense. No obstante, al cruzar el texto con otros análisis y fuentes, como, por ejemplo, los libros de Woodward, Bolton nos ofrece una ventana plausible acerca de cómo pensaba—y piensa—Trump acerca de la OTAN, sus malentendidos en cuanto a lo que significa ser un país “retrasado en los pagos”, y en cuanto al rol que EU debe jugar en esa alianza. Por la nueva relevancia que el tema hoy adquiere, comparto algunos aspectos al respecto.

“El eje de los adultos en el cuarto”

Bolton y otros miembros del gabinete como lo fuimos sabiendo después, gracias a distintas memorias o publicaciones, consideraban que tenían un deber en cuanto a Trump: un poco informarlo, otro poco educarlo, otro poco contenerlo. Se puede resumir en la línea (repetida por varios de ellos) de “los adultos en el cuarto”. Hubo incluso quien les llegó a cuestionar acerca de por qué no renunciaban o por qué soportaban el caos que se vivía en esa Casa Blanca; todos respondían que alguien tenía que hacer el trabajo difícil, por el bien de su país. Uno a uno, sin embargo, fue siendo despedido o fue renunciando, nos cuenta Bolton. Y al final de su gestión, Trump quedó incontenible, rodeado por puros “Yes Men” (personas que aceptaban todo lo que el presidente decía o decidía). Ese era, en la visión del “eje de los adultos”, un escenario enormemente peligroso, tanto en lo interno (como sucedió al respecto del cuestionamiento a los resultados electorales del 2020, o los sucesos del 6 de enero del 21), como en temas de política externa. El caso de la OTAN ejemplifica esa parte externa con enorme claridad.

“Porque él no pensaba que la OTAN era algo bueno para Estados Unidos”

Trump pensaba que la OTAN era una “pérdida de tiempo”, escribe Bolton. De hecho, dice, no eran sus ataques directos, sino su “velada hostilidad hacia la alianza”, lo que ponía nerviosos a otros miembros de la OTAN e incluso a sus propios colaboradores como él.

Trump estaba “irritado con Alemania”, continúa Bolton, y estaba ya preparado para abandonar la OTAN, un tema del que se especuló mucho por aquella época, pero que su libro confirma de manera abierta. Según Bolton, fueron asesores como él, o como Mattis, uno de sus secretarios de defensa, quienes lograron persuadirlo de permanecer en la alianza.

Detrás de esa aversión al pacto militar señalado, hay dos temas centrales. El primero tiene que ver con su visión de “America First”. El segundo, relacionado, tiene que ver con su concepción del “financiamiento” de la OTAN.

“America First” y el rol de las alianzas

Estados Unidos, en la lectura de Trump, siempre debe anteponer sus prioridades en cuanto a sus metas, en cuanto a los costos que tiene que pagar y en cuanto a los beneficios que recibe. Ese país que se ha dedicado a ser el “policía del mundo” no tiene por qué estar resolviendo conflictos de otros, o estar luchando guerras lejanas, ajenas y costosas, por las que Washington “no recibe nada a cambio”. Los líderes de EU, tanto republicanos como demócratas, han sido “malos” negociando, y “todo el mundo” se ha aprovechado de Washington sacando ventajas constantes y pagando costos bajos por ello. Esto es válido lo mismo para temas de Corea, de Afganistán, o de Medio Oriente, que para temas de Europa, la OTAN y Rusia. Ese es el punto en donde sus concepciones acerca del “financiamiento” de alianza atlántica deben incorporarse.

Las “contribuciones” a la OTAN y los socios “morosos”

Bolton cuenta que se lo tuvo que explicar una y otra vez. Además, esto era evidente del análisis de sus discursos en la época. Su visión era que los países miembros de la alianza militar, tenían que “pagar” una determinada “contribución” a la OTAN, una especie de “cuotas”, ante las cuales la mayor parte de los países estaban “retrasados”. Gente como Bolton tenían que aclararle que “el compromiso de Cardiff no es acerca de ‘contribuciones’ a la OTAN, sino de gastos totales en defensa”. Que era verdad que el compromiso que los países miembros efectuaban era invertir el 2% de su PIB en su presupuesto militar y también era verdad que pocos países además de EU lo cumplían. En ese entonces apenas cuatro de ellos; hoy en día ya son 18 de un total de 31 miembros. Pero que los países invirtieran menos del 2% de su PIB en su propio presupuesto militar no significaba que esos países “debieran dinero a Washington”, sino que no estaban gastando en sus propios ejércitos y armamento la parte a la que se habían comprometido. “Da igual”, le respondía Trump, para luego volver a emitir declaraciones similares.

Por ejemplo, cuenta Bolton que “Trump dijo que le diría a Stoltenberg (el Secretario General de la alianza) que Estados Unidos iba a reducir su ‘contribución’ a la OTAN al nivel de Alemania y le pediría que informara a los demás miembros antes de la cumbre”, “Trump seguía y seguía, diciendo que EU pagaba 80-90% del costo de la OTAN, un número del cual nadie de nosotros”, dice Bolton, “pudo conocer nunca la fuente”, “Muchos de los aliados de la OTAN nos deben una cantidad tremenda de dinero. Esto ha sido así durante décadas”, decía Trump, para luego instruir al General Mattis que dejara de “gastar dinero en la OTAN”.

Luego, aunque el tema le era clarificado y parecía entender mejor el compromiso del 2% del PIB, su línea central seguía viva: “Estás listo para jugar las ligas mayores?”, le preguntó a Bolton, “esto es lo que quiero decir, y procedió a dictar: Tenemos un gran respeto por la OTAN, pero estamos siendo tratados injustamente. Para el primero de enero (de 2019), todas las naciones deben comprometerse al dos por ciento, y perdonaremos los atrasos; de lo contrario nos retiraremos y no defenderemos a aquellos que no se hayan comprometido”. Aún así, nos dice Bolton, a lo largo de los siguientes días “me preguntó otra vez que por qué no simplemente nos retirábamos de la OTAN por completo, precisamente lo que habíamos tratado de evitar”.

La lectura desde el presente

Trump acaba de relatar que, cuando un líder le preguntó que, si defendería a su país, aunque ese país “no pagara”, él respondió que, si no “pagaba”, que, “si estaba en mora”, no lo protegería y que “de hecho, los alentaría (a Rusia) a hacer lo que les dé la gana”.

Así que varios puntos: Primero, cuando Trump dice eso, en realidad está continuando una línea discursiva que sostiene desde hace años.

Segundo, el tema acerca de qué significa “estar en mora”, acerca de “contribuciones a la OTAN”, acerca de que a EU “se le debe dinero” y acerca del famoso 2% del PIB como compromiso de presupuesto militar, son cuestiones que le siguen generando confusiones.

Tercero, que independientemente de esas confusiones, esta cuestión no es exclusivamente discursiva—algo así como para “apelar” a su base—sino una noción en la que él genuinamente cree: EU no tiene, en su visión, por qué asumir la defensa de aliados cuando Washington no extrae réditos concretos de esa defensa, mucho menos si esos aliados no se comprometen con “sus pagos”. Trump realmente no ve que la OTAN sea de beneficio para su país. Esto no es algo solo del pasado, sino absolutamente del presente.

Cuarto, por tanto, esto no tiene únicamente implicaciones futuras—por si él efectivamente gana las elecciones—sino presentes. Hay una serie de ejemplos al respecto, coloco algunos: (a) en estos días se puede observar a una Rusia más asertiva con países de la OTAN; ha emitido órdenes de aprehensión contra funcionarias/os de los países Bálticos incluida la primera ministra de Estonia; (b) ese país emite declaraciones con audiencia bien elegida, las cuales indican que Moscú se está preparando para la guerra con la OTAN, que pretende desplegar decenas de miles de tropas adicionales y armamento en sus fronteras con la alianza; (c) el propio comité de inteligencia de la Cámara de Representantes en EU eleva las alarmas acerca de un reporte que indica que Rusia pretende desplegar armamento nuclear en el espacio para neutralizar satélites enemigos; en teoría, la dirigencia republicana de ese comité emite sus declaraciones reclamando que la Casa Blanca debería hacer pública su información del tema, pero la realidad es que esta llamada de atención también tiene una audiencia específica dentro del propio partido republicano, una especie de advertencia dirigida hacia personajes de línea dura en política exterior de cara a las declaraciones de Trump y a la negativa del Congreso a aprobar el paquete de ayuda a Ucrania..

Si sumamos todos esos elementos, añadimos la entrevista que Putin dio a Tucker Carlson—uno de los personajes que en la administración de Trump funcionaron como sus ideólogos, entrevista en la cual invita a Washington a negociar y a dejar de armar a Ucrania pues ese país tiene muchas otras prioridades más cercanas a sus fronteras e intereses—y volvemos a analizar las más recientes declaraciones de Trump sobre la OTAN, el panorama se completa. Los miembros de esa alianza, que ya en el pasado han cuestionado la naturaleza real de la alianza militar que tienen con Washington hoy en día tienen muchas razones para preocuparse. Personas como Macron han insistido en la necesidad de que Europa se haga

cargo de su propia seguridad. La cuestión es que, transcurridos los años, y quizás por la certidumbre que el presidente Biden les transmitió, varios de esos países y muchos otros aliados ubicados en otras regiones, han permitido que su dependencia de Washington continúe creciendo a pesar de todo.

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