En una especie de llamado desesperado, esta semana Zelensky, se dirigió al Consejo de Seguridad de la ONU pidiendo que no se pierda de vista la guerra en Ucrania, a pesar de los otros conflictos globales. Zelensky afirmó que Rusia solo puede ser “forzada hacia la paz” y que la guerra no puede desvanecerse sin acciones concretas. También advirtió sobre posibles ataques rusos a plantas nucleares ucranianas, afirmando tener pruebas. Estos llamados probablemente reflejan el punto en el que la guerra se encuentra. Tras un breve período en que Ucrania consiguió que los reflectores se enfocaran en su incursión terrestre en territorio ruso y que la narrativa de su posible victoria volviese a ganar espacios, la guerra ha venido retomando sus tendencias previas muy relacionadas con el desgaste, la erosión, la fragmentación y el agotamiento—todas ellas favorables a la estrategia rusa de largo plazo—y por tanto, la pérdida de foco mediático, especialmente frente a otros temas, como la expansión del conflicto en Medio Oriente. Hoy retomamos el análisis explicando la actual fase de la guerra, y las principales discusiones globales sobre los riesgos de escalamiento.

1. Como recordatorio, la primera fase de esta guerra fue la ofensiva relámpago rusa en febrero del 2022 sobre tres fronteras del territorio ucraniano buscando tomar velozmente el control de la infraestructura militar y política del país. Ello fracasó y dio pie a una segunda fase: el repliegue ruso de la zona de Kiev y su concentración en el este y el sur con algunas ofensivas relativamente exitosas para Moscú. La tercera, en el otoño del 22, fue una fase de contraofensivas ucranianas mediante las que ese ejército recuperó una parte del territorio que Rusia había conquistado, concretamente en el noreste y en el sur. En la cuarta fase, la fase del invierno del 22 al 23, Rusia reposicionó sus líneas de defensa hacia atrás, enviando a decenas de miles de tropas para la defensa de esas líneas, cavando trincheras, construyendo barricadas y apostando por el desgaste invernal que dificultaba cualquier operación. Paralelamente, Rusia se mantuvo bombardeando la infraestructura civil y energética de Ucrania. La quinta fase sobrevino con la primavera del 23 y consistió en ofensivas y contraofensivas tanto por parte de Rusia como de Ucrania. En especial, la contraofensiva ucraniana que inició en junio con altísimas expectativas por parte de Kiev y de Occidente, y que terminó hacia el otoño e invierno pasados sin haber cumplido con esas expectativas.

2. La sexta fase transcurrió, podríamos decir, de manera relativamente silenciosa, sin atraer demasiados reflectores a nivel global, aunque ello no significa que hubo una reducción en el nivel de violencia entre las partes. Esta guerra está terminando con la vida de miles de personas cada mes, el frente muestra feroces batallas, las cuales a veces duran semanas, con tal de controlar puntos específicos. Durante esta sexta fase (desde el fin del invierno del 23-24 hasta aproximadamente agosto del presente año), Rusia fue paulatinamente consiguiendo leves pero importantes avances. Esta etapa estuvo marcada por el desgaste de Ucrania, y el peso de la disparidad entre las fuerzas rusas y las ucranianas tras más de dos años de guerra.

3. Considere cómo lo planteaba el teniente coronel Oleksandr Voloshyn, un comandante de Ucrania entrevistado por el NYT: “Francamente hablando, tengo miedos”, decía, “Porque si no tengo proyectiles, si no tengo hombres, si no tengo equipo con el que mis hombres puedan luchar...”, dijo, dejando la frase incompleta. “Eso es todo”. Proyectiles, hombres, equipo. Bajo esas condiciones, Rusia ha conseguido romper las líneas de defensa ucranianas en distintos puntos durante este 2024.

4. Quizás podríamos marcar un nuevo cambio de fase—de la sexta a la séptima—el pasado 6 de agosto, cuando Ucrania lanzó un inesperado ataque terrestre en la región de Kursk, Rusia, con tropas y vehículos blindados. Kiev informó ha logrado dominar decenas de poblados rusos y actualmente controla unos 1,200 kilómetros cuadrados de territorio.

5. El ejército de Ucrania incursionó en territorio ruso con objetivos militares y políticos. Kiev deseaba forzar a Rusia a replegar tropas que actualmente combaten en el frente del este ucraniano y desplazarlas para defender Kursk. Políticamente, el objetivo consistía en recuperar atención de medios y gobiernos en el mundo, demostrar que Ucrania todavía puede ganar la guerra si recibe el apoyo correspondiente, levantar la moral de sus tropas y de su sociedad, y a la vez, golpear políticamente a Putin, elevando los costos de la guerra entre la ciudadanía rusa.

6. Pasadas las semanas, podemos decir que Ucrania se queda relativamente corta en algunos de esos objetivos. Es decir, si una de las metas de Kiev era que el Kremlin tuviese que desviar su atención y sus recursos desde el este ucraniano hacia la región de Kursk, esto hasta ahora está teniendo un efecto apenas limitado. Por ahora, Rusia se ha mantenido muy enfocada en mantener su ofensiva en dicho frente. De acuerdo con un reporte de Foreign Policy, lo que en realidad está haciendo Moscú es contrarrestar la incursión ucraniana mediante una combinación de soldados recientemente reclutados, voluntarios que se estaban preparando para operar en las retaguardias, y sí, algunas unidades experimentadas que estaban operando en secciones “tranquilas” del frente ucraniano. Esto incluye a marinos rusos que se ubicaban en las regiones de Kherson o Zaporizhia, en donde no ha habido mayores movimientos en el frente en meses.

7. Hasta el momento de este escrito, sin embargo, Rusia no ha trasladado unidades (o acaso lo ha hecho de manera marginal) del frente más activo: Donetsk. De hecho, el ejército ruso continúa su presión y sus avances en el frente señalado. En las últimas semanas se reportó progreso ruso en sitios como Niu-York y en el punto crítico de Pokrovsk. Esto exhibe los riesgos que Ucrania decidió correr con su incursión a Rusia. Por ejemplo, la zona de Niu-York representaba el último bastión en Donbás en el que Ucrania había logrado sostener sus posiciones de lo que era la antigua línea del frente contra las fuerzas separatistas de la insurrección del 2014. Perder esa posición corre el riesgo de lograr para Rusia una concatenación de avances acelerados en esos sitios, similar al progreso que Rusia consiguió después de capturar Avdiivka en febrero (Rane, 2024).

8. Por otra parte, los avances ucranianos en Rusia se detuvieron. El ejército ruso, quizás de manera lenta y a veces desordenada, consiguió oponer resistencia y podemos decir que mayormente paró la ofensiva de Kiev dejando ahora al ejército ucraniano en situación vulnerable, expuesta, y con un peso logístico gigante que sostener para poder retener las posiciones que conquistó, mientras que, paralelamente Rusia se mantiene presionando varios puntos del frente en Donetsk. El número de enfrentamientos en ese frente ha aumentado considerablemente, con más de 200 combates diarios reportados la semana pasada. La situación para el ejército ucraniano es crítica en áreas cercanas a Vuhledar, donde las tropas rusas avanzan en batallas urbanas, mientras las fuerzas ucranianas intentan resistir. Por ahora, se reporta que las fuerzas ucranianas han logrado detener el avance directo hacia Pokrovsk, pero los bombardeos rusos continúan.

9. En donde el plan ucraniano tuvo un mayor efecto, al menos durante aquellas primeras semanas de su ofensiva, sí fue en el campo narrativo y político. Medios y audiencias globales se volvieron a interesar en el tema, y prevaleció, una vez más el discurso en Occidente de que Kiev necesita ser respaldada para que pueda vencer; y si acaso tendría que negociar en un futuro, para que lo haga desde una posición de mayor fortaleza.

10. La séptima etapa de la guerra, no obstante, parece mostrar ahora un retorno a la situación prevaleciente antes de que iniciara. Dado que el ejército ucraniano no está ya ganando posiciones nuevas, sino que más bien está otra vez perdiendo bastiones en el frente este del país, parece que para los medios no hay demasiadas “nuevas” que contar. Otros temas ocupan la agenda global. Y no solo en los medios. Eche un vistazo a los discursos en la Asamblea General esta semana, y contraste el espacio que ocupa Medio Oriente, en comparación con Ucrania.

La discusión sobre los misiles de mediano y largo alcance

1. Recordemos que, hasta este punto, EU y sus aliados han provisto a Kiev con una importante cantidad de misiles, algunos de ellos, de alta precisión, de alcance medio y largo. Pero Biden y otros gobernantes, han condicionado ese apoyo a que Kiev no emplee estos misiles de manera ofensiva en territorio ruso. Esto obedece al temor a un posible escalamiento, un factor que ha retenido las acciones de Occidente desde el día 1 de esta guerra. Estos temores y la resultante contención han sido criticados por voces de línea dura, pero, a pesar de haberse movido en parte con el correr del tiempo, siguen vigentes.

2. Ante el estancamiento del ejército ucraniano y las pérdidas que fue sosteniendo durante la primavera de este año, Washington cedió, pero solo en parte, permitiendo a Ucrania emplear esos misiles en territorio ruso, únicamente a pocos kilómetros de la frontera.

3. Pasados estos meses y los últimos acontecimientos, este se ha convertido en uno de los mayores temas, levantado por Zelensky ante Naciones Unidas esta semana, y también respaldado por personalidades como el líder de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien finaliza su cargo este lunes.

4. La cuestión es que, ante la última discusión que sostuvieron al respecto Biden y Starmer, el primer ministro británico, Putin respondió de inmediato, advirtiendo que, si a Ucrania se le autoriza a emplear estos misiles de manera ofensiva para atacar sitios adentro de Rusia, Moscú considerará ya a la OTAN como parte beligerante y, por tanto, como legítimo objetivo de guerra.

5. Esto forma parte de la guerra de nervios que el Kremlin ha intentado implementar desde el inicio de su invasión. Sin embargo, más allá de lo que se decida creer o no creer a Putin e independientemente de lo que haya ocurrido en los últimos 2 años y medio, haciendo un balance frío, hay una realidad ineludible: A medida que las guerras se prolongan, existe un número mayor de variables en juego, variables que pueden salirse de control. El mayor peligro consiste en considerar que los actores—supuestamente actuando de forma racional todo el tiempo—estamos en pleno control de cada una de esas variables, y dejar de lado posibles errores de cálculo, accidentes o escaladas que pueden salirse de las manos de las partes. Una guerra entre la OTAN y Rusia sigue siendo poco probable, pero antes del 2022 era menos probable que en 2023, y todavía menos probable que hoy.

En otras palabras—y ojo con una potencial victoria de Trump en EU—las acciones de Rusia están evidenciando que, a estas alturas, Putin se encuentra más dispuesto a probar las líneas de defensa de la OTAN. Cada vez hay más acusaciones contra Moscú de violaciones al espacio aéreo por parte países miembros de esa alianza, más acusaciones acerca de hackeos, ciberataques, guerras informativas e incluso actos como intentos de envenenamiento y más. Si EU y sus aliados otorgan permiso a Kiev para usar su armamento a fin de expandir sus ataques en Rusia, iremos viendo estas y otras tácticas seguir creciendo. Lo que no debe sorprender a nadie cuando se valora el impacto de una guerra que se sigue prolongando con los años.

IG: @mauriciomesch

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