“Razones para estar al mismo tiempo relajados y preocupados”, escribió The Economist esta semana en su editorial, al comentar lo que llamó “El Espectáculo de Trump”. Más allá de los factores que tranquilizan—que tienen que ver con la rendición de cuentas—de acuerdo con su visión, el levantamiento de cargos contra el expresidente ha fortalecido su estatus “como el principal candidato republicano, con un camino difícil pero plausible de regreso a la presidencia”. El texto da un paso adicional y señala que, en todo el planeta, hay quienes ya están haciendo cálculos por si Trump llega a retornar a la Casa Blanca: “Muchos han pasado los últimos dos años con un bendito alivio de que Trump ya no esté en el poder, y se apresuran a creer que, seguramente, dada su mala conducta después de las elecciones de 2020 y sus muchos problemas (desde problemas legales hasta reveses electorales y el ascenso de rivales), no puede volver a la Casa Blanca. Tal despreocupación, siempre ingenua, ahora parece también temeraria”. Siguiendo esa línea, y en un simple juego de escenarios, en el texto de hoy exploramos algunas de las ramificaciones internacionales que muestran cómo es que estos cálculos ya tienen consecuencias en el presente.

Son muchos temas, así que permítame ordenar algunos de ellos con la siguiente lógica:

1. America First (Estados Unidos Primero). Es probable que en caso de que Trump ganara, regresaría a la Casa Blanca un eje motor tendiente a considerar que Estados Unidos tiene demasiadas preocupaciones propias como para estar atendiendo los asuntos de otros países, peleando las guerras de otros, y/o pagando los costos que otros deberían de pagar. Desde esta visión, una gran cantidad de países se han aprovechado de las “debilidades de Washington” o de la “incapacidad de sus gobernantes” para negociar condiciones más favorables para EU. Se requiere confrontar a países enemigos y aliados por igual con una mucho mayor dureza, asegurando que no sea Washington quien termine absorbiendo costos que no le corresponden. Estas ideas, naturalmente, generan tensiones entre un tipo de presidencia así, y el establishment de seguridad o las líneas más intervencionistas incluso dentro del partido republicano, pero no cabe duda de que si regresara una política exterior basada en principios como los que describo, las ramificaciones serían enormes pensando en los momentos que hoy vive el planeta. Veamos algunas:

2. Las relaciones de EU con Europa y la OTAN. Si recordamos, Trump tuvo incontables tensiones con sus aliados. Partiendo de lo señalado arriba, Trump llegó a cuestionar el que EU vaya realmente a defender a un miembro de la alianza atlántica ante un ataque. Trump llegó incluso a considerar seriamente el retiro de Washington de la OTAN (para detalles, se puede leer el libro de Bolton quien fuera su asesor de seguridad nacional, La habitación donde sucedió). Según Trump, EU estaba pagando los costos de defensa de “otros”, y esos países “le debían mucho dinero a Washington”. De manera paralela, Trump tuvo otro tipo de conflictos con sus aliados europeos y con Canadá, que iban desde lo comercial hasta lo diplomático. El tema acá es que las condiciones actuales son muy diferentes. La OTAN, que ahora ha incorporado a Finlandia y posteriormente sumará a Suecia, se encuentra más fortalecida que nunca y, por supuesto, descansa en un respaldo incondicional por parte de Washington, quien a su vez se beneficia de esa OTAN fortalecida. La figura de Trump ya genera una enorme desconfianza entre la mayoría de esos aliados. Un potencial retorno de un presidente como él a Washington podría resultar en nuevas fracturas, en decisiones incoherentes con la política común actual, y en un consecuente debilitamiento de la solidez que hoy se observa. Esto no es un asunto futuro porque Putin sabe muy bien las implicaciones que para la OTAN tendría el retorno de Trump. Por ello, el prolongar la situación actual durante un par de años, se encuentra en su absoluto interés. Eso nos conecta con el siguiente punto.

3. Las relaciones de EU con Rusia. Durante el período de Trump, Washington vivía una especie de esquizofrenia. De un lado, el deterioro de las relaciones Rusia-EU que ya se apreciaba desde Obama, no se detuvo, y el establishment de seguridad experimentaba un estado de tensión permanente con Rusia. Pero del otro lado, había en la Casa Blanca un presidente que admiraba a Putin, que tenía una buena relación personal con él, que compartía reuniones privadas y conferencias de prensa conjuntas, y que declaraba que “todo era negociable—incluso Crimea” a cambio de sacar un buen acuerdo del presidente ruso. Putin extraña mucho a una figura así y, aunque entiende que ello no impedirá que las relaciones entre ambas potencias sigan su curso de deterioro, probablemente considera que Trump es mucho más manejable, y que, con un par de buenas ofertas, sería capaz de tomar decisiones que ayuden a Moscú a alcanzar, o al menos acercarse a sus objetivos mayores (justamente como fracturar a la OTAN o garantizar un colchón geográfico de seguridad para Rusia). Esto nos lleva al siguiente tema.

4. La guerra en Ucrania. Quizás un potencial arribo de Trump a la Casa Blanca resultaría en consecuencias para el tema de Ucrania que van más allá de lo que hoy podemos dimensionar. Primero, recordar que Ucrania estuvo en el corazón del primer Impeachment de Trump, y que uno de los asuntos fue que, justamente, ese presidente estuvo dispuesto a condicionar la ayuda militar a Kiev a cambio de favores políticos que entonces le eran importantes. Segundo, recordar también que Trump no se encuentra solo en pensar que Washington está haciendo demasiado por Ucrania en este momento. Según encuestas del WSJ, casi la mitad de electores republicanos piensa así. Así que, con Trump al mando, quizás podríamos observar una enorme reducción en el apoyo estadounidense a Kiev, tanto económico como militar, y probablemente una mucha mayor presión para que Zelensky negocie o haga concesiones que hoy Ucrania no ha estado dispuesta a hacer (como concesiones territoriales). Como lo explica The Economist, esto ya altera los cálculos actuales: Para Kiev es indispensable que sus contraofensivas tengan un éxito rotundo y veloz. Rusia, en cambio, puede vivir con ganancias lentas (como los 9 meses que ha durado la batalla por Bakhmut) o incluso con conservar las líneas actuales. Rusia puede darse el lujo de mandar al frente a otros cientos de miles de reclutas, pagar los costos y simplemente esperar y ver. Ucrania no.

5. Las conflictiva EU-China. En lo general, podemos decir que en este tema Biden ha sostenido la línea de Trump. La guerra comercial se mantiene intacta. La guerra tecnológica sigue escalando. El apoyo a Taiwán por parte de Washington también. Los estilos quizás son diferentes. Biden ha intentado medidas para incrementar los canales de comunicación y en lo posible, estabilizar la relación (no siempre con éxito), plantear líneas rojas que no deben cruzarse. Aún así, es probable que un retorno de Trump al poder acelere incluso más las muchas áreas de conflicto que actualmente existen entre China y EU, siendo Taiwán quizás el tema más delicado.

6. Trump y Medio Oriente. Esta región fue gravemente sacudida con la salida de Trump y el arribo de Biden. El actual presidente se distanció brutalmente de la monarquía saudí, y en estos días ha endurecido su postura ante Netanyahu. Paralelamente, Biden retomó las negociaciones con Irán para intentar revivir el acuerdo nuclear que Trump abandonó en 2018. Esas negociaciones no han fructificado, pero todavía esta semana llegan noticias de intentos por reanudarlas. Con todo, la realidad es que Estados Unidos ha venido moviendo sus prioridades desde hace años y parte de ello ha implicado sus repliegues de Medio Oriente y Asia Central desde el último período de Obama. Esto, que fue continuado por ambos, Trump y Biden, ha resultado en un vacío que distintos actores (como Rusia y China) han intentado ocupar. Por ahora, Arabia Saudita e Irán están restableciendo sus relaciones en un acuerdo mediado por China. Bin Salman también está promoviendo una reaproximación del mundo árabe con Siria. Turquía, Irán y Rusia se mantienen negociando sin invitar a Washington a la mesa. Así que, con todos esos desarrollos sería interesante ver lo que sucede si Trump regresara al poder. Podemos esperar, quizás, que una tendencia de repliegue de las pocas tropas que quedan en Siria e Irak continúe. Pero es muy probable que la línea más favorable de Washington con Israel y una línea más dura de Washington contra Irán regresen incluso con mayor fuerza, lo que no solo podría resultar en la reversión de posibles acuerdos que Biden alcance en el tema nuclear, sino que incrementaría las probabilidades de que EU participe en un choque directo con Teherán. Esto, naturalmente, altera los cálculos actuales: hay quienes esperan con ansias el regreso de Trump, pero también hay quienes, como Irán, no pueden tomar decisiones descartando el que Trump pueda regresar. Todo ello reduce la capacidad que Biden tiene hoy para negociar en cada uno de los asuntos señalados.

En fin, los temas son muchos. A pesar de que un ejercicio como este se basa en escenarios que pueden o pueden no cumplirse, lo interesante y delicado, no está tanto en un futuro del que no tenemos certezas, sino en las afectaciones presentes, las decisiones que hoy cada uno de los actores tiene que tomar, cuando considera que el regreso de Trump no es descartable. Estos cálculos ya están teniendo impactos, pero es probable que en el curso de las semanas y meses que siguen esos impactos sigan creciendo. Habrá que observarlos.

IG: @mauriciomesch

Twitter: @maurimm

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