Irán vive un movimiento social que se ha convertido en el mayor y más importante desde al menos 2009, probablemente incluso desde la revolución de 1979. A pesar de que las protestas sociales no han sido poco comunes en ese país a lo largo de los últimos años, estamos observando características distintas en las manifestaciones actuales, lo que inevitablemente hace a muchas personas preguntarse si en esta ocasión, dichas manifestaciones resultarán en transformaciones políticas y sociales de fondo. Sin embargo, la historia y la investigación muestran que no hay un único o dos únicos posibles desenlaces para movimientos como este. A manera de ejercicio, comparto a continuación algunos escenarios al respecto, explicando antes algunos supuestos para entender la lógica detrás de los mismos. Advierto, como siempre se hace, que esos escenarios son solo abstracciones mentales prototípicas; la realidad, compleja como es, normalmente está compuesta de elementos mezclados de esos escenarios y de muchos otros que no menciono.

Las diferencias entre este y otros movimientos sociales en Irán

Otros movimientos sociales en Irán en el pasado, han sido detonados por temas económicos, políticos o electorales varios. El común denominador es que tras lo que funciona como detonante (como puede ser una elección cuestionada, el alza a los combustibles, o algo similar), normalmente las manifestaciones evolucionan hacia demandas de cambios y transformaciones de fondo, o incluso se exige el fin del régimen. Hasta ahora, no obstante, dicho régimen ha sido capaz de reprimir y sofocar cada uno de los movimientos que han surgido. Con todo, en esta ocasión se trata de un movimiento claramente liderado por mujeres, que surge tras la muerte de una mujer kurda a manos de la Policía de la Moral (cuya simbología, por tanto, se mezcla entre el género, la minoría kurda y la represión política del Estado en general). Ello entonces levanta los temas de género con una fuerza impactante, aglutinando la expresión de una frustración colectiva acumulada por las mujeres de esa sociedad, pero consiguiendo también sumar a otras voces y otras demandas que velozmente se transforman—nuevamente—en “Muerte al Ayatola” o “Muerte al régimen”. En suma, esta vez se trata de un movimiento más integral, más comprehensivo, con mayor impacto en distintas regiones del país, no solo en grandes ciudades, entre muy diversos sectores sociales y laborales, pero el cual no deja de estar liderado por mujeres de todas esas regiones. Además, otros factores como la propia dispersión geográfica y las capacidades tecnológicas de grupos de jóvenes, están haciendo mucho más difícil para las fuerzas de seguridad, detener las marchas.

Los supuestos

1. Según estudios de la académica de Harvard, Erica Chenoweth (2011), hasta antes del 2010, un movimiento social pacífico que involucrara al menos al 3.5% de la población, tenía altísimas probabilidades de conseguir cambios. Sin embargo, estudios mucho más recientes de la misma autora y su equipo, muestran que esto ha cambiado en la última década. Los gobiernos, en otras palabras, han aprendido a controlar, a reprimir y a terminar con la mayor parte de los movimientos sociales. Como resultado, las protestas han tendido a ser mucho menos eficaces en los últimos años en términos de cambio político y social.

2. En Irán existen estructuras paralelas de poder. Una incluye al gobierno, al ejército y otras fuerzas de seguridad. Pero el líder supremo de la Revolución, quien tiene siempre la última palabra, es el Ayatola Alí Khamenei, bajo quien opera el aparato de seguridad más importante en el país: los Cuerpos de las Guardias Revolucionarias Islámicas. Esta última agrupación no solo cuenta con enorme poder militar, sino también económico y es sin duda la más interesada en garantizar que nada ponga en jaque su control, su dominio y su autoridad.

3. El mundo está viviendo, además, una situación internacional enormemente conflictiva e inestable. Irán no es ajeno a la geopolítica regional y global. En la actualidad, Teherán está operando mucho, pero mucho más cerca de Moscú que apenas hace tan solo un año. Algo similar está sucediendo con el acercamiento entre Irán y China. Todos ellos, son factores que deben considerarse.

4. A pesar de las enormes diferencias entre distintos países de Medio Oriente, hay rasgos comunes en la región que ayudan a comprender cómo en 2011, una ola de protestas y manifestaciones se extendió ampliamente en esa zona del mundo (con el propio Irán incluido), o cómo es que varios de esos rasgos permanecen como factores irresueltos. Pero, por otro lado, esa serie de elementos comunes también nos permiten efectuar contrastes y comparaciones, únicamente como ejercicios analíticos, con objeto de pensar hacia adelante. En aquel entonces hubo pocas historias de éxito real. Varios de aquellos movimientos fueron reprimidos o terminaron en guerras civiles, en intervenciones internacionales y en la participación de actores no estatales de carácter violento como Al Qaeda o ISIS, situaciones que persisten hasta nuestros días en sitios como Libia, Yemen o Siria. Incluso Túnez, el que hasta hace poco era considerado un caso de éxito, merece un análisis más actualizado tras los últimos sucesos.

Considerando todo lo anterior, las fortalezas del movimiento actual pero también los antecedentes regionales, estos son algunos escenarios que podemos visualizar para Irán:

Escenario 1: El movimiento se apaga, el régimen sobrevive sin mayores cambios o con cambios cosméticos. Una posibilidad es, por supuesto que pasadas las semanas y, a pesar de la fuerza y resiliencia que hasta ahora ha mostrado el movimiento, el régimen mantiene su capacidad represiva y termina por hacer lo que siempre hace: sofocar las protestas. En todo caso, el gobierno ofrece algunos cambios menores, o disminuir la aplicación de temas como el código de vestimenta o medidas similares. Las mujeres y la ciudadanía en general, se agotan, se frustran por la falta de eficacia y regresan a la vida cotidiana.

Escenario 2: El movimiento resiste y consigue transformaciones de fondo. En este escenario, es el régimen quien se agota, o quien pierde la capacidad de mantener sus tácticas represivas, surgen disidencias tanto en el aparato político como en el militar, y se decide transitar hacia un entorno más democrático. Obviamente este escenario no es uno, sino muchos, que van desde la posibilidad de desmantelamiento total del régimen vigente, hasta otros como determinadas reformas para lograr cambios que podrían ser sustanciales.

Escenario 3: similar a Egipto 2011-2013. Cambiar para que todo siga igual. En este caso, un sector de poder dentro del propio régimen, encuentra que es imposible sobrevivir bajo las condiciones actuales, y aplica su mano sobre determinada figura o figuras para “aliarse con la revolución”, pero asegurando que la estructura de fondo resista ante estos cambios. Pensemos, por ejemplo, en las Guardias Revolucionarias relevando de su cargo al presidente o incluso al Ayatola, o modificando las reglas para supuestamente “dar el poder al pueblo”, pero asegurando en el camino, que ellas mantendrán el control económico y militar que hoy sostienen, y garantizar que posteriormente, si algo no les gusta, puedan remover del mando al actor o actores que se les oponen. En Egipto, solo para comprender este escenario, sigue gobernando quien fuera el General Sisi (aunque hoy ya no se autodenomine “general”), después de elecciones parlamentarias y presidenciales, después de un golpe de Estado contra el parlamento, y luego otro más contra el presidente democráticamente electo, Morsi, y después de la brutal represión contra la Hermandad Musulmana.

Escenario 4: más similar a Siria. Guerra civil con intervención internacional. En este escenario, el régimen iraní se obstina con la represión al movimiento, continúa disparando contra manifestantes y sigue empleando otro tipo de medidas de fuerza. Esto ocasiona que ciertos actores de la sociedad se radicalicen y decidan tomar las armas. Otros actores dentro de las propias fuerzas de seguridad también desertan y se unen a la rebelión. Se conforman milicias y se produce una guerra civil con momentos de alta eficacia contra el régimen. Esto puede derivar en que algunos actores internacionales apoyan a esa rebelión, financiándola, armándola o sumando su respaldo logístico. Otros actores, como Rusia, deciden apoyar al gobierno iraní, lo que le permite resistir. El desenlace de este o estos escenarios es, naturalmente, incierto.

Escenario 5: más similar a Túnez. La revolución de “terciopelo” revertida. Este es un escenario de relativa transición democrática, la emergencia de partidos políticos que representan actores sociales, el uso de la política para dirimir diferencias y disputas y un relativo camino hacia la normalidad. Pero también puede tornarse en un escenario en el que, tras años de disputas políticas en los que la democracia no logra funcionar como mecanismo para resolverlas, se produce un golpe o un autogolpe por una figura, como ha sido el presidente en Túnez, disolviendo al parlamento, y reescribiendo la constitución al grado de revertir un gran número de las transformaciones que se habían logrado.

En medio de todos esos escenarios hay múltiples vertientes y otros casos para comparar, no solo en Medio Oriente sino en otros países que tienen situaciones de absoluta actualidad. Por ejemplo, Bielorrusia que vivió un movimiento social prolongado durante meses en 2020, o Myanmar, el más reciente golpe de Estado y las guerrillas actuales, o bien, casos de relativo éxito como Chile, en donde, más allá de filias o fobias por Boric, las manifestaciones y los profundos agravios que exhibían lograron encaminarse a través de la vía política y no de la violencia. Para comprender lo que pueda suceder en el caso iraní, con todas sus particularidades, por supuesto, habrá que seguirlo monitoreando de cerca.

Instagram: @mauriciomesch
Twitter: @maurimm

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