Poca gente está poniendo atención a lo que sucede en Líbano. Sin embargo, se trata de uno de los procesos de descomposición más severos, no solo en las últimas décadas, sino en siglos, como lo indican reportes y declaraciones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional esta misma semana. Y si asumimos que los procesos que suceden en la actualidad se interconectan unos con otros de múltiples formas, entonces debemos visualizar que lo que sucede en Líbano no es una situación que debe importar exclusivamente a quienes allá viven. El tema es, en muchos sentidos, un tema internacional y, de hecho, global. Sin buscar abordar todo al respecto, comparto unos apuntes para aportar en su comprensión.

1. En realidad la crisis actual tiene hondas bases. Podríamos regresar hasta la guerra civil que tuvo lugar desde 1975 hasta 1990 o incluso podríamos irnos atrás. Hay un sinnúmero de elementos que añadir como la compleja temática de los refugiados palestinos que llegaron a Líbano hace décadas, los impactos de la intervención militar israelí de los años 80, los efectos de la guerra siria que inició en 2011 (y aunque su violencia se ha reducido, no ha terminado), el nuevo influjo de refugiados que Líbano tuvo que absorber la década pasada a raíz justamente de esa guerra, o los enfrentamientos entre organizaciones extremistas sunitas y chiítas, entre muchos otros factores más. Un exministro de finanzas libanés, lo puso en estos términos en una plática que nos impartió hace unos meses: “El conflicto te secuestra. Secuestra a toda la sociedad y te deja en una etapa permanente de ‘post-conflicto’ que en realidad no es ‘post’, sino un conflicto interminable”.

2. Como contexto, una crisis económica perenne: bajas tasas de crecimiento cuando lo hay, la destrucción de la riqueza, la vulneración del capital humano, una emigración persistente, déficits fiscales inmensos, y una inflación que nunca parece terminar. Entre otros factores, su moneda, la lira, hace años fue anclada al dólar estadounidense, lo que le hizo dependiente del respaldo y acceso a esa divisa. Mientras hay inversión y turismo, y los dólares llegan, no hay problema, pero pasa que cuando el flujo de divisas se seca, los efectos en cadena son interminables. Ahora, la lira ha perdido un 90% de su valor desde 2019.

3. El entorno político bajo el que esta situación opera, es una serie de añejos arreglos intersectarios, los cuales en teoría deberían facilitar la gestión de gobierno a través de un reparto equitativo del poder entre cristianos, musulmanes sunitas y musulmanes chiítas, arreglos que, no obstante, se han agotado para enfrentar esta crisis prolongada. Muchas personas demandan reformas al respecto. Uno de los grupos de poder más importantes, en parte por su fuerza militar y en parte por su respaldo principalmente entre la comunidad chiíta, es Hezbollah, organización de dicha denominación sectaria, fundada, entrenada y armada por Irán, que cuenta con su brazo militar y su brazo político. Otros grupos políticos son apoyados por Arabia Saudita y otras potencias regionales. La ex potencia colonial, Francia, también conserva importantes intereses en el país.

4. El 2019 tuvo momentos enormemente delicados para esa nación. Como acá hemos explicado, cuando existen factores subyacentes tan descompuestos, basta un detonante para hacer estallar la conflictividad social. Ese detonante fue un impuesto al uso de Whatsapp. Cientos de miles de personas protagonizaron protestas durante meses, y muchas de éstas se tornaron violentas. Pero la gente ya no solo demandaba retirar aquel impuesto, sino la renuncia del gobierno y reformas de fondo a los arreglos existentes.

5. A esta compleja situación, se añadieron dos factores adicionales el año pasado. El primero, la pandemia del coronavirus con todos sus efectos humanos, económicos, sociales y políticos. El segundo fue la dramática explosión en el puerto de Beirut en agosto del 2020, la cual ocasionó más de 200 muertes y 7,000 personas heridas. Todo apuntaba a que las mechas que encendieron esa explosión se encontraban entre la negligencia y la rampante corrupción de las autoridades. Esta percepción, naturalmente, frustraba aún más a una sociedad hambrienta y lastimada.

6. Esta combinación de factores originó la renuncia casi inmediata del primer ministro Hassan Diab y todo su gabinete en aquel agosto, y a partir de ahí, una sucesión continua de gobiernos interinos y renuncias subsecuentes hasta que, finalmente, el mes pasado, más de un año después de la última crisis política, se acordó y aprobó la formación de un nuevo gobierno encabezado por Najib Mikati, un empresario del mundo de las telecomunicaciones.

7. Mientras tanto, sin embargo, la situación se ha seguido deteriorando. La escasez es ya insostenible. No hay suficiente combustible. La ciudadanía tiene que padecer apagones eléctricos constantes por varias horas y, esta misma semana, por ejemplo, de un día completo. Hay falta de medicamentos y productos básicos. Los bancos se encuentran ilíquidos, lo que ocasiona que los ahorradores no puedan hacer retiros. En fin, circunstancias realmente dramáticas.

8. Hezbollah consiguió finalmente, hace pocas semanas, una importante entrada de petróleo procedente de Irán—aún bajo las sanciones impuestas a ese país por Estados Unidos—que permitió al menos un alivio temporal en ese rubro específico. Sin embargo, la popularidad de esa organización se encuentra muy golpeada entre ciertos sectores de la sociedad.

9. En estos meses se ha estado investigando su posible responsabilidad en la tragedia del puerto de Beirut arriba señalada. Hezbollah demanda que el juez a cargo de esa investigación renuncie, pues argumenta que tiene sesgos en su contra. El jueves, durante una manifestación de apoyo a Hezbollah y Amal, otro partido también chiíta, hubo un tiroteo en contra de manifestantes y al menos seis de ellos murieron, además de producirse varios heridos. El ataque fue considerado como una afrenta directa a Hezbollah, quien acusó a las Fuerzas Libanesas, un partido cristiano con su propia milicia, de haber iniciado la violencia. El tiroteo comenzó mientras los manifestantes marchaban en una zona mayoritariamente cristiana y se presume que fue iniciado por francotiradores locales. Esos hechos se tornaron rápidamente en un enfrentamiento armado entre grupos sectarios, trayendo a la memoria de la gente los peores recuerdos de la guerra civil. Todo ello pone en riesgo la alianza existente entre el presidente cristiano Michel Aoun con Hezbollah, y en un momento dado, el flamante gobierno de Mikati podría caer.

10. Ahora bien, mientras todo esto está ocurriendo, hay varias dinámicas regionales y globales sucediendo en paralelo. Primero, la decisión de Biden de desinvolucrarse de esta región toda vez que no la considera en estos momentos prioritaria, y enforcarse en cambio en sus dos temas mayores: China y Rusia.

11. Segundo, la conflictiva (cada vez más caliente) entre Israel e Irán. Esto involucra, por supuesto, a aliados de Teherán como Hezbollah. Uno de los escenarios de esta confrontación es Siria, en donde Irán se ha ido posicionando más firmemente a raíz de la guerra que ahí ha tenido lugar desde el 2011. Israel está efectuando cientos de bombardeos para tratar de mermar esas posiciones, algunos de los cuales se llevan a cabo mediante incursiones al espacio aéreo libanés. Pero además de eso, ha habido momentos en estos últimos años en que Israel se ha enfrentado directamente con Hezbollah, organización con quien Israel tiene una larga confrontación y con quien ya sostuvo un conflicto mayor en 2006.

12. Otra dinámica importante tiene que ver con el enfrentamiento geopolítico existente entre Irán, líder del chiísmo en la región, y Arabia Saudita, la líder del islam sunita. Líbano ha sido un importante espacio de competencia entre ambas, lo que en lugar de conciliar intereses, continuamente alimenta las fracturas internas entre chiítas y sunitas. Ahora mismo, Arabia Saudita ha estado buscando distender su conflictiva con Teherán; habrá que ver si ello se logra y los alcances de esa posible distensión.

13. Todo lo anterior hace que los sucesos de Líbano importen, tanto a nivel regional como global. Importan por el efecto dominó que pueda seguir ocasionando su colapso económico. Importan por las implicaciones de los procesos sociales y sus potenciales impactos en otras naciones. Importan por la enorme cantidad de refugiados de otros países que Líbano ha tenido que absorber y sostener en medio de toda esta crisis. Importan porque hay actores que pudieran estar interesados en activar un conflicto armado entre Israel y sus vecinos aprovechando las circunstancias. Importan porque ante el desinvolucramiento de la superpotencia, otros actores sacan partido de los vacíos.

E importan por lo humano. “Se siente como si el país se estuviera realmente derritiendo”, explica Ben Hubbard, reportero del NYT. Y no podemos desentendernos de una de las crisis más severas en siglos mientras sucede ante nuestros ojos. Ahora que México forma parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es un buen momento para tenerlo en cuenta.


Twitter: @maurimm

Google News

TEMAS RELACIONADOS