Nos encontramos en una línea muy delgada entre la política y la guerra, en eso que Clausewitz entendía como un continuo dialéctico, un territorio en el que ambas forman parte de un mismo juego. En ciertos momentos se puede observar cómo prevalecen las negociaciones, las demandas y contrademandas, los regateos. En otros momentos podemos ver cómo la guerra empieza a aparecer, y no solo la guerra entendida de manera tradicional en la que los ejércitos se enfrentan masiva y abiertamente, sino entendida bajo su carácter híbrido, más actual, lo que incluye ciberataques, guerras informativas, guerras psicológicas, medidas de desestabilización, o incursiones de paramilitares, entre muchos otros componentes. ¿En qué consisten esa serie de pasos que se han estado implementando? ¿Qué salidas diplomáticas siguen existiendo? ¿Cómo es que hoy, las distintas partes están enviándose mensajes y qué buscan con ello? ¿Qué sigue?
(Antes, una nota. Este es un texto de seguimiento que analiza exclusivamente la coyuntura de los últimos días. Acerca de los antecedentes de este conflicto desde el 2014 y lo que ha enfrentado a Rusia con Occidente al respecto de Ucrania desde entonces, he escrito estos tres textos en este mismo diario desde hace algunas semanas: https://bit.ly/3o5lxJp, https://bit.ly/3Izn0Qa, y https://bit.ly/3AQIQfv)
En esencia, las partes están por ahora, embarcadas en una espiral conflictiva ascendente en la que, por un lado, observamos despliegues de tropas rusas ya en cuatro fronteras ucranianas, y por el otro, el envío de aviones, barcos, equipo y tropas de la OTAN—la alianza rival a Rusia—hacia países limítrofes con Rusia y el anuncio de Washington de que ha colocado a 8,500 soldados en alerta, también para ser desplegados en Europa del Este. Esto, acompañado de acusaciones mutuas, declaraciones, retórica exaltada, exposición de presuntos planes de sabotaje e intervención, mientras que las negociaciones continúan.
¿Cómo leer esa espiral acción-reacción?
1. Pareciera que cada parte—cada una con sus propios objetivos, intereses y demandas—necesita comunicar a la contraparte, que su posicionamiento es creíble. Lo que ha pasado con Putin, quien desde fines del año pasado se ha quejado fervientemente de que sus demandas no han sido tomadas con seriedad por parte de Occidente, es que es que primero, está comunicando que no va a reducir esas demandas en modo alguno, y segundo, está proyectando con fuerza las muy variadas opciones con las que cuenta en caso de que la contraparte—EU y sus aliados—siga sin acceder a sus exigencias.
2. Es decir, para Rusia pareciera indispensable comunicar, aunque formalmente lo niegue, que una invasión masiva a territorio ucraniano que involucraría a más de cien mil tropas, es siempre una posibilidad real. Si no quisiera comunicar justo ese mensaje, no tendría por qué amasar más de 120 mil tropas en cuatro fronteras con Ucrania (lo que ahora incluye a miles tropas rusas acumuladas en Bielorrusia). De hecho, es esa eficacia en transmitir que esa alternativa está hoy más viva que nunca, la que genera las tensiones y nervios que estamos viendo, y, por tanto, ello le permite sostener su posición de fuerza en la negociación. Lo interesante es que al mismo tiempo, Rusia se mantiene transmitiendo o filtrando las muchas otras alternativas que existen para conseguir esas demandas, lo que incluye temas como elevar el termómetro de la rebelión separatista en el este ucraniano, declarar que Rusia tiene un compromiso de defender a sus ciudadanos estén donde estén—Moscú ha concedido ciudadanía rusa a decenas de miles de ucranianos étnica y culturalmente rusos—o bien, telegrafiar opciones como limitar el suministro de gas a Europa, hasta lo que se ha interpretado como el potencial despliegue de misiles hipersónicos en sitios geográficamente cercanos a EU. En suma, Moscú ha advertido con enorme eficacia acerca de severas consecuencias que denomina “técnico-militares”, en caso de no conseguir lo que desea mediante los canales diplomáticos.
3. Del otro lado, lo que ha sucedido en los últimos días, parece ser un cambio fundamental. Hasta hace poco, Washington amenazaba a Moscú con introducir las mayores sanciones jamás desplegadas. Biden prefería una aproximación menos militar pues temía provocar a Rusia y generar consecuencias difíciles de prever. Pero esas amenazas no tuvieron el efecto que EU buscaba. Primero, porque Rusia parece dispuesta a absorber el impacto de esas sanciones (mediante medidas económico-financieras coordinadas con China, por ejemplo); y segundo, porque Putin sabe bien que una buena parte de países europeos que son socios económicos de Rusia también resultarían afectados por varias de esas medidas.
4. Por consiguiente, sin dejar de comunicar las amenazas económicas, Washington y sus aliados, han decidido también embarcarse en exhibir sus propias posturas militares. No porque eso signifique que tropas de la OTAN se enfrentarían directamente con soldados rusos—la probabilidad de que ello ocurra es muy baja—sino porque están buscando enviar a Putin un contramensaje: si lo que el presidente ruso estaba buscando con todas sus acciones era delimitar un espacio de influencia del Kremlin, y evitar que la OTAN tuviese actividad en las fronteras de Europa del Este con Rusia, lo que está ocurriendo es precisamente lo opuesto, la OTAN está y estará cada vez más cerca de Moscú.
5. Mientras esos mensajes son enviados, las negociaciones han seguido transcurriendo. EU y la OTAN ya han entregado respuesta formal a las demandas de Rusia, básicamente reiterando sus negativas contundentes ante las exigencias de Putin, pero también abriendo algunas ranuras hacia otras posibles alternativas de negociación.
6. Para entenderlo, hay que considerar que en toda negociación siempre están las metas que un actor desearía conseguir en un escenario ideal, pero también hay, en un nivel inferior, metas que pretende conseguir en un escenario más realista, y mínimos indispensables que tal vez estaría dispuesto a aceptar. Entonces, si quisiéramos descifrar hacia dónde podrían caminar esas negociaciones, las preguntas pertinentes serían: ¿cuáles son los objetivos mínimos que Putin aceptaría conseguir? ¿Están Washington y la OTAN dispuestos a ceder en esos mínimos?
Por ejemplo, si Putin en principio desearía un compromiso formal, escrito y firmado de que ni Ucrania ni otros países limítrofes con Rusia se unirán a la OTAN—una concesión que dicha alianza difícilmente accedería a firmar—¿quedaría el presidente ruso conforme con un compromiso de palabra por parte de Biden, y garantías no escritas de que Ucrania no entrará a la OTAN “en ningún momento cercano”, como ya fue expresado por el presidente estadounidense, tal vez con el pretexto de que Ucrania tiene una democracia que aún es corrupta y frágil? O bien, si Putin busca el compromiso “inmediato” de que la OTAN no despliegue tropas ni armas en países que en su momento formaron parte de la órbita soviética, ¿se podría lograr alguna clase de compromiso informal, no escrito por ahora, con la promesa de negociar un tratado formal posteriormente?
Por último, ¿es posible, quizás, “conectar” otros temas no directamente relacionados con Ucrania, pero que también están en la mesa de negociación, los cuales son importantes para Moscú, en los que Rusia considere que se le está dando a ganar algo a cambio de distender la situación en Ucrania? Pensemos, por ejemplo, en los tratados de armamento que fueron abandonados por EU en la gestión de Trump, u otros nuevos acuerdos que podrían ser valiosos para Putin.
7. Estas son las preguntas que están en juego en estos días. Mientras estas son respondidas entre líneas en declaraciones y discursos públicos, y en conversaciones privadas, los mensajes y contramensajes van a continuar, probablemente durante varias semanas más; semanas en las que los despliegues de tropas rusas seguirán ahí, o quizás se incrementen, y en las que las respuestas por parte de la OTAN seguirán también su curso.
Por lo tanto, lo siguiente a observar es la dimensión de la espiral ascendente de acciones y reacciones que se pudiera seguir alimentando a lo largo de los próximos días o, si acaso, la diplomacia consigue algún triunfo, aunque sea menor. El riesgo más importante es que cuando, durante un proceso tan ríspido de negociaciones, se juega con fuego, algo puede suceder que se salga de las manos de todas las partes, suscitando una cadena de eventos que nadie desea. Eso es lo que se tiene que evitar a toda costa.
Twitter: @maurimm