México no solo comparte con Estados Unidos una agenda bilateral. Es decir, los temas migratorios, financieros, comerciales o de seguridad, importan sin duda, pero nada de eso se limita exclusivamente a una agenda México-Washington. Para comprenderlo, necesitamos pensar sistémicamente. En el todo global, las partes están interconectadas entre ellas, y también se conectan con el todo. Ese todo impacta en las partes, y las partes impactan en el todo. De manera tal que lo que ocurre en Ucrania, en Medio Oriente o en Asia, por poner ejemplos, influye no solo en la política externa sino también en la política interna de Estados Unidos, afecta la economía global, y—ya sea que lo visualicemos o no—nuestro país es también impactado a causa de esos temas, en términos de política, comercio, migración o seguridad, entre muchos más. Así que, lo que ocurra en las elecciones en ambos países es determinante, pero no únicamente por lo que podamos dialogar, negociar, o gestionar entre ambos países, sino por las afectaciones sistémicas de distinto grado que ello pueda tener. Permítame poner unos ejemplos.

Soldados de la Guardia Nacional, en las orillas del río Grande en Shelby Park en enero, en Eagle Pass, Texas. Foto: Archivo | AFP
Soldados de la Guardia Nacional, en las orillas del río Grande en Shelby Park en enero, en Eagle Pass, Texas. Foto: Archivo | AFP

Donald Trump sostenía que los gobernantes en Washington—tanto demócratas como republicanos—habían permitido que todo el mundo se aprovechara de EU, habían negociado pésimas condiciones para su país y esas condiciones forzaban a Washington a gastar recursos, a invertir en armas y personal sin sacar réditos o ventajas por ello. En esta visión global no solo estaba el TPP, el acuerdo climático de París o los ejercicios militares conjuntos con Corea del Sur, también estaba el TLCAN y la agenda migratoria. “Los gobiernos en México”, decía, siguiendo este mismo discurso, “han sido muy inteligentes y se han aprovechado de nosotros”.

Todos los temas terminaban vinculándose. Considere usted que, justo en el pico de los atentados asociados a ISIS en ciudades occidentales (lo que incluyó el de Orlando o el de San Bernardino, California), las encuestas del 2016 en EU mostraban que 96% de las personas que iban a votar por Trump tenían miedo de sufrir ellos o sus allegados, un atentado terrorista. Así que Trump no tenía empacho en advertir que, no solo había que prohibir la entrada de musulmanes a EU, sino que, debido a las políticas migratorias laxas y a las fronteras porosas, cientos de miles de migrantes, criminales y terroristas, se colaban por la frontera sur. Es por ello, por los “criminales” y por los “terroristas”, por lo que había que construir un muro (que México debía pagar). Esto, a pesar de que no hay registro de atentados cometidos en EU por personas que hayan migrado a ese país desde México, y a pesar de que, de hecho, en su gran mayoría, esos atentados han sido cometidos por personas que se encontraban legalmente en EU. Pero eso no importaba pues los datos, las cifras o la evidencia son “cuestionables” cuando una parte de la población “siente” que algo es verdad.

Lo que sí importaba era que EU tenía desplegados a miles de soldados en Medio Oriente. Su país, decía Trump, no tenía nada que estar haciendo en guerras lejanas, ajenas y costosas. Había que sacarlos urgentemente de ahí y desplegarlos en la frontera con México, que es en donde realmente radicaba el problema, en su visión. Es decir, él mismo conectaba los temas. No eran “otros” soldados los que había que desplegar en nuestra frontera. Sino esos, los que estaban en Siria. De hecho, el presidente llegó a sostener que había que declarar a “los cárteles” mexicanos (así en plural) como grupos terroristas, y enviar misiles directamente en contra de laboratorios de fabricación de droga ubicados en México.

En efecto, los temas se conectan. Trump amenazaba continuamente con levantar aranceles a distintos países para equilibrar la balanza comercial de EU. Esto tuvo impactos fuertes en sus relaciones comerciales con China, por ejemplo, impactos que persisten hasta la fecha. Pero China no fue la única destinataria de las barreras comerciales, lo fueron muchos países más, incluidos grandes aliados de EU. En medio de las amenazas, un buen día Trump se fue contra México asegurando que, si nuestro gobierno no detenía una caravana de migrantes que marchaba hacia el norte desde Centroamérica, Washington impondría “desde ese mismo lunes” un 5% de aranceles sobre todos los productos que cruzaban de nuestro país hacia EU, y que aplicaría un 5% adicional cada cuatro semanas hasta llegar al 25%. Cuando internamente se le cuestionó que esto era violatorio de acuerdos comerciales existentes y de normas de la OMC, él respondió que era competencia de cortes internas juzgar esos temas, y que, si acaso, pasarían años antes de que un cuerpo como la OMC dictara una resolución al respecto.

Esto no debe sorprendernos. Es obvio que, si un mandatario no tiene mayor aprecio por las instituciones globales y ataca el sistema de arreglos, normas y cuerpos internacionales, eventualmente también un país como México pagará costos por ello.

Coloco estos asuntos acá a manera de ejemplo de cómo los temas geopolíticos globales terminan conectados con nuestras agendas bilaterales. Y hablo de Trump porque ese expresidente está nuevamente compitiendo por un sitio en la Casa Blanca. No estoy implicando necesariamente que él vaya a ganar las elecciones. Tiene probabilidades elevadas, sin duda, pero falta mucho tiempo. Hay analistas que sostienen que la intención de voto por Biden está subestimada o que todo puede moverse en los meses que siguen. En todo caso lo que habrá que monitorear será lo que suceda en condados específicos de estados específicos que terminarán decidiendo la elección. Pero suceda lo que suceda, es necesario desde ya trabajar con los distintos escenarios y sus diferentes probabilidades de materializarse.

Lo que sí es que, independientemente de esos escenarios, México debe considerar para los próximos años no solo el trabajo de una agenda bilateral, sino fortalecer nuestra presencia y acción en temas globales que son de nuestra competencia, o al menos lo han sido si echamos un ojo a nuestra historia. Esto incluye un trabajo colaborativo a nivel internacional para revivir y/o fortalecer el multilateralismo (hoy tan golpeado), la normatividad internacional y las instituciones intergubernamentales como mecanismos para resolver las controversias entre estados. Se entiende que todo ello puede requerir el análisis, diagnóstico y reforma de varias de esas instituciones, pero se trata de trabajos ineludibles si estamos comprometidos con los principios en los que como nación creemos. Incluye también recuperar la agenda de desarme, control de armas y no proliferación. Incluye sin duda, temas de combate a la corrupción transnacional, o al crimen organizado internacional pues son fenómenos que rebasan nuestras acciones o medidas internas, y requieren de una cooperación sin precedentes. En este esquema está el rol que juega nuestro país como potencia media, y sí, también nuestro trabajo conjunto con un país tan importante como Estados Unidos. Trabajo que debe desempeñarse de manera creativa y colaborativa con quien sea que gobierne allá o acá.

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