Hace unos días me preguntaban que cómo era posible estar pendientes de lo que sucede afuera de México con tantas cosas sucediendo en nuestro país. Y por supuesto se entiende. No es posible demandar de las audiencias tanta atención a tal cantidad de temas nacionales e internacionales a la vez. Sin embargo, quienes analizamos estos asuntos, y, sobre todo, quienes tienen a su cargo decisiones importantes en México, deben comprender que los vínculos entre lo internacional y lo local son enormes e inevitables. Se necesita asumir que el mundo es un sistema complejo en donde las partes se vinculan entre sí; el todo es impactado por las partes y, a la vez, impacta a cada parte de ese sistema, independientemente de que tengamos o no tengamos la capacidad de verlo. Para aportar en esa discusión, hoy coloco tres ejemplos al respecto:
1) La guerra en Medio Oriente. Más allá de lo humanitario, que tendría que importarnos como un tema en sí mismo, actualmente, esa guerra tiene efectos financieros y económicos que van desde las afectaciones a las cadenas de suministros, el alza de los seguros de transportación y, por tanto, el aumento de precios de productos varios, hasta potencialmente los precios de materias primas. Pero el punto central está en lo impredecible de las circunstancias actuales. Quienes plantean escenarios financieros, a veces tienden a asumir que las variables geopolíticas se mantendrán más o menos como actualmente están. No obstante, hace unos pocos días, por poner un caso, hubo un ataque mayor por parte de Hezbollah a Israel como represalia ante el asesinato de su líder militar. El ataque fue esencialmente frustrado por la aviación israelí. Pero si dicho ataque hubiese prosperado y ocasionado daños mayores, y quizás algunas muertes civiles en centros urbanos israelíes, la posibilidad de una guerra mayor en la región hubiese escalado dramáticamente. Además de las consecuencias humanas para Líbano e Israel, estamos hablando de que estuvimos a minutos de afectaciones mayores a variables como los precios del petróleo y otras variables financieras que impactan en nuestro presupuesto y eventualmente en nuestros bolsillos.
Pero más aún, lo que actualmente sucede en Medio Oriente está teniendo un efecto sobre el proceso electoral estadounidense. Un efecto que en su momento golpeó a Biden, y que hoy mismo representa un enorme reto para Kamala Harris. Ello importa porque Trump sigue buscando sacar ventaja de cada paso en falso que está siendo dado en la región por parte de la Casa Blanca. Así que, si las cosas se llegaran a salir de las manos en estas semanas y explotara una guerra mayor en esa zona geográfica, Estados Unidos—que ya ha tiene ahí portaaviones y submarinos listos para el combate—podría resultar arrastrado a la confrontación en pleno proceso electoral. Bajo ese escenario, es plausible pensar que Trump podría salir beneficiado, con todo el impacto consecuente para un país como México. Lo internacional no es, por supuesto, lo único que afecta en este tipo de desenlaces electorales, pero lo internacional sí importa, especialmente en un proceso en el que encuesta tras encuesta, la política exterior de EU—un tema en el que Biden era pésimamente evaluado—ha resultado, al menos este año, uno de los temas relevantes en la mente del electorado de ese país, siendo el conflicto en Gaza un asunto crucial en estados como Michigan y Wisconsin que definirán esta contienda. México por supuesto, no se encuentra aislado o vacunado de ese proceso, y lo que en EU se decida, nos impacta de múltiples formas.
2) Siguiendo esa misma línea, consideremos temas que no están tan frecuentemente en la agenda mediática. Los sucesos de Afganistán, de Libia o Siria, están siendo mencionados todos los días en las campañas estadounidenses. Esta misma semana, un ataque de ISIS en contra de marinos estadounidenses en Afganistán, ocurrido en 2021, fue tema de controversia alrededor de la campaña de Trump y marcó la conversación a lo largo de toda la semana. Asumir que lo que ocurre en esos países aparentemente lejanos no impacta las decisiones que se tomen con respecto a México es impreciso. Pensemos en un ejemplo que conecta Siria y Afganistán con México y el muro. Para Trump y la base que le apoya, lo que sucede en aquellos países lejanos es mucho menos riesgoso que los “peligros” que se cruzan a través de sus fronteras. Desde esa óptica, entonces, hay que “reubicar” a las tropas estacionadas en esos sitios alejados y, en palabras de Trump en 2018, desplegar a esas mismas tropas en la frontera sur, en donde sí hay una “crisis”, puesto que desde ahí llegan “criminales, narcotraficantes y terroristas” (el presidente ha incluso afirmado que hay “personas de Medio Oriente” mezcladas en las caravanas de migrantes). Bajo esa lógica, el muro es la “solución” última para resguardar al país de la barbarie, pero la “reubicación” de tropas y recursos militares, funciona como el medio para lograrlo. El tema acá es que cuando Trump tenía que tomar decisiones acerca de Siria o Afganistán, esa es la línea de pensamiento que atravesaba su cabeza, a pesar de lo que le indicaban sus más cercanos consejeros. Esto termina entonces vinculando los eventos que ocurren en partes muy lejanas, como, por ejemplo, el combate al terrorismo en esos otros territorios, con la toma de decisiones que involucran al Pentágono, al Consejo de Seguridad Nacional y al Departamento de Seguridad Interna, dado que estas dependencias se ven obligadas a traducir la lógica de Trump en medidas de política anti inmigratoria. Esto último impacta asuntos electorales y legislativos en EU, y por supuesto, las relaciones de Washington con nuestro país.
3) Un último ejemplo: si de verdad tenemos en nuestra mente la preocupación del crimen organizado, se requiere comprender que éste no es un fenómeno puramente local, sino transnacional (que se aprovecha, efectivamente de condiciones locales pero que dista de limitarse a dichas condiciones). Consideremos en dónde se ubica la mayor demanda de droga, consideremos las transacciones internacionales que tienen que ocurrir para que esa demanda sea satisfecha, consideremos el tráfico global de armas, los precios de esas armas que suben y bajan dependiendo de la oferta y demanda global de las mismas. Esto sin mencionar los avances tecnológicos o el abaratamiento de ese armamento—del que se aprovechan organizaciones criminales mexicanas—por el desarrollo y evolución de ese armamento (como los drones) gracias a una guerra “lejana” como la de Ucrania. Además de que varias organizaciones criminales mexicanas tienen operaciones en decenas de países del planeta, es importante comprender los efectos sistémicos que tienen por ejemplo los crecientes nexos entre terrorismo y crimen organizado en asuntos no solo de narcotráfico sino en otros como lavado de dinero. Agrupaciones como Hezbollah (quien opera en América Latina) sacan ventaja continuamente de esos nexos, pero ello no se limita a lo que sucede en nuestro continente. No podemos olvidar que se trata de organizaciones con altos incentivos para hacer crecer sus arcas y sus mercados que se aprovechan de las economías ilícitas estén donde estén. ISIS (o “Estado Islámico”) es hoy uno de los mayores productores de Captagón (una droga que contiene anfetamina), el cual termina siendo traficado en al menos tres continentes del globo. Algo similar ocurre en el Sahel africano en donde las organizaciones jihadistas sacan partido de las economías ilícitas para hacer prosperar sus actividades. En la medida en que los nexos crimen-terrorismo sigan creciendo en un ecosistema en que las mexicanas son algunas de las mayores organizaciones criminales transnacionales, podemos afirmar, lamentablemente, que la lucha contra el crimen en México no puede desvincularse de lo internacional.
Dicho todo lo anterior, entonces, se trata de comprender que el análisis de unos temas no puede estar desconectado del análisis de otros, y que, por tanto, el planteamiento de potenciales soluciones o respuestas al respecto de asuntos como los que arriba señalo, incluye no únicamente la mirada de lo interno, sino inescapablemente la colaboración internacional.
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