A inicios del pasado diciembre, el presidente turco, Erdogan, declaró que su país había comenzado a fabricar sus propios misiles balísticos de corto alcance, lo que, dijo, estaba “asustando a los griegos”, porque esos misiles podrían “golpear Atenas”. “Por supuesto que lo haremos. Si no te quedas tranquilo, si intentas comprar cosas de Estados Unidos y de otros lugares (para armar) tus islas, un país como Turquía... tiene que hacer algo”, amenazaba Erdogan. A pesar de que no se prevé un conflicto de manera inminente, Ankara está claramente escalando su retórica contra Atenas. Y es que en estos días vemos a Turquía en todos lados. Considere este otro caso: Dice Suecia, la semana pasada, que le es imposible cumplir con todas (subrayo, todas) las demandas que le ha hecho Ankara a fin de otorgar su voto para que Estocolmo pueda unirse a la OTAN (sin el voto turco, ni Suecia ni Finlandia se pueden sumar a esa alianza). Pero que aún así, Suecia “confía” en que Turquía votará favorablemente. En otras palabras, ¿cómo es que Turquía está sacando ventaja de la actual situación geopolítica en el mundo y en qué medida ello está ayudando a incrementar su poder relativo? Algunas notas al respecto:
1. Elecciones en 2023 . Ante todos los temas que acá planteamos, es importante considerar que este año hay elecciones presidenciales y parlamentarias en Turquía. Este no es, por supuesto, el único factor que mueve las dinámicas que señalamos, pero, como siempre sucede, el contexto interno y el externo van a interactuar de manera particular en un año electoral. Erdogan es ya conocido desde hace años, por sus posturas nacionalistas y por sentirse cómodo en el conflicto cuando se presenta como el defensor de intereses de su país.
2. Turquía, Ucrania y la OTAN . En principio, se podría pensar que como Turquía es un miembro de la OTAN, y como, justamente, esa alianza militar se encuentra en el meollo de lo que motivó a Putin a lanzar su invasión a Ucrania, Ankara debería estar absolutamente alineada con sus aliados occidentales. No obstante, el tema es más complejo. Estos son algunos elementos de esa complejidad:
Primero, Rusia y Turquía son rivales geopolíticos históricos, y sus intereses compiten o chocan en la actualidad en distintos ámbitos. En la guerra siria, por ejemplo, desde 2011 ambos países apoyaron a bandos opuestos. Esto les llegó incluso a generar algunas confrontaciones directas que tuvieron que desescalar. No obstante, tras años de tensiones, Erdogan logró encontrar ciertos acomodos con Putin, lo que incluyó varios ceses al fuego, y el compromiso de que, hasta no resolver el conflicto mediante negociaciones, el ejército sirio no aplastaría lo que resta de la rebelión (apoyada por Ankara). Entre otras cosas, Turquía, el país que más refugiados tuvo que absorber tras esa guerra, tiene como una de sus prioridades, el retorno de esos refugiados a Siria. Por tanto, para que los delicados equilibrios que hoy sostienen esos ceses al fuego sigan en pie, es vital que Moscú contenga a su aliado, el presidente sirio Assad.
En la guerra en Libia, Ankara y Moscú también se encuentran enfrentadas pues ambos países apoyan a facciones rivales. Para cualquier desenlace en ese país, el estado de la relación entre Turquía y Rusia será clave. Adicionalmente, Rusia es un actor fundamental para mantener los frágiles ceses al fuego en el conflicto Armenia-Azerbaiyán en donde Turquía respalda al segundo. Ankara controla, además, el acceso al estratégico Mar Negro, lo que le ha puesto en el ojo del huracán a medida que fueron creciendo las hostilidades en torno a Ucrania. Por si ello no basta, el turismo, la energía y las importaciones rusas, son cruciales para Ankara. Por tanto, Turquía—aún siendo miembro de la OTAN—ha tenido que navegar por un hilo muy delgado entre apoyar a Ucrania y a sus aliados occidentales, pero a la vez, intentar contrariar a Putin lo menos posible, no sumándose, por ejemplo, a los esquemas de sanciones contra Rusia. Al mismo tiempo, Turquía ha estado participando activamente en la mediación. La obvia preferencia de Erdogan era que la guerra en Ucrania no durase lo que está durando y muy probablemente le veremos empujando esa mediación en los meses que siguen.
3. Del otro lado, Turquía mantiene serias disputas con sus aliados occidentales. Menciono acá solo algunas relevantes para comprender la complejidad de la que hablamos. En el contexto de sus fallidos intentos por ingresar a la Unión Europea y las constantes quejas de Bruselas y Washington por las violaciones a los derechos humanos en el país, o bien, las restricciones que han sido impuestas a Ankara para acceder a armamento occidental, Erdogan optó por usar la crisis de refugiados sirios como carta de negociación. Una de las más importantes rutas, como sabemos, que esos refugiados utilizaban para llegar a Europa, pasaba por Turquía. De manera que, Ankara fue negociando a lo largo de los años, distintas condiciones para retener ese flujo, y en cambio, cuando sentía que sus demandas o preocupaciones no eran atendidas, abría las puertas de salida para que ese flujo volviese a correr hacia Europa.
En lo general, Turquía siente que sus consideraciones de seguridad no han sido tomadas en cuenta por parte de sus aliados occidentales. Por ejemplo, Turquía es el país con la minoría kurda más importante en el mundo y Ankara sostiene desde hace décadas un conflicto con un grupo militante separatista kurdo, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), catalogado como terrorista por parte de Washington y Bruselas. Ahora bien, tras el ascenso de ISIS y su captura de una tercera parte de Irak y casi la mitad de Siria en 2014-2015, la estrategia de EU y sus aliados para combatirle, dependió altamente de su colaboración con las milicias kurdo-sirias (llamadas YPG), las cuales, según Turquía, se encuentran directamente ligadas a su enemigo, el PKK. Para ponerlo simple: en la visión turca, EU estaba financiando, armando, entrenando y respaldando directamente a los enemigos de Ankara con tal de combatir a ISIS. No solo eso. Los kurdos sirios lograron arrebatar a ISIS buena parte del territorio que controlaba, lo que les tiene actualmente en posesión de una cuarta parte de Siria, incluida parte de la frontera sirio-turca, lo que Ankara estima como un peligro para su propia seguridad. Hubo incluso momentos en que Turquía, tras anunciar sus incursiones a Siria para combatir a dichas milicias kurdas, amenazó directamente a EU si optaba por defender a los kurdos.
Por último, tras el fallido intento de golpe de Estado del 2016 en Turquía, el presidente turco culpó de la intentona a Fethullah Gülen, un político islamista que vive en Estados Unidos tras un autoimpuesto exilio desde otro golpe militar que hubo en 1997. Gülen, un ideólogo y clérigo, promotor de una corriente islámica considerada por muchos como moderada, durante algún tiempo respaldó a Erdogan hasta su ruptura política en 2012.
Desde entonces, su postura es opuesta al régimen y ha tenido confrontaciones con Erdogan en distintos momentos. Así, del 2016 en adelante, Erdogan lanza una guerra abierta contra el gülenismo, aprehendiendo, enjuiciando y como mínimo, promoviendo el despido por toda Turquía de personas que, según Ankara, tuvieran cualquier vínculo con esa corriente. Pero fuera de las fronteras turcas, el gobierno en Ankara culpó directamente a Washington de haber sido cómplice en ese intento de golpe de Estado y exige la extradición de Gülen.
Como parte de esta trama, Ankara reclama a distintas naciones europeas, el albergar y hasta apoyar a sus enemigos en sus países, lo que incluye a personas que tienen algún lazo con la militancia kurda (ya sea el PKK, o las YPG sirias—para Turquía no hay distinción entre los primeros y los segundos), o bien, a personas turcas exiliadas que tienen vínculos con el movimiento gülenista.
En particular, observamos que Turquía hará todo cuanto esté en sus manos para luchar contra los separatistas kurdos, y contra todo aquello que parezca favorecer los intereses de esa minoría étnica. Esto incluye las más recientes amenazas turcas de expandir su invasión sobre Siria, hasta los bombardeos turcos contra militantes kurdos en Irak, o la represión interna en contra de grupos y partidos kurdos aún si las actividades que éstos desempeñan sean pacíficas.
4. Paralelamente estamos viendo todos los días movimientos de Turquía en muy distintos tableros. Por ejemplo, Erdogan ha decidido ya limar asperezas con Egipto o con Israel, para ir acercando esas fichas a su mesa, aunque ello le represente distanciarse de la Hermandad Musulmana o de Hamás, la organización de resistencia palestina. En otro ámbito, Turquía se está volviendo un jugador importante—paralelo a China y Rusia—en toda la región de Asia Central, en parte aprovechando los vacíos que Moscú está dejando a causa de su guerra en Ucrania.
5. En suma, Turquía está sacando y seguirá sacando ventaja de lo que está aconteciendo en el planeta para negociar sus agendas. Considere este ejemplo. Hace unos años, contra las protestas de Washington y la OTAN completa, Ankara adquirió un sistema de misiles de defensa rusos S-400. Estados Unidos decidió responder eliminando a Turquía de un programa para producir los avanzados aviones F-35. En el presente, a falta de los F-35, Ankara está buscando obtener aviones F-16 para modernizar su flota, pero ello va a requerir aprobación del Congreso en EU, ahora en manos de republicanos. No obstante, a raíz del papel que está jugando Turquía en la potencial expansión de la OTAN (debido a su voto para aprobar a Suecia y Finlandia), o como vía de negociaciones para temas tales como los acuerdos de granos que se han conseguido con Putin, u otros tipos de negociaciones y encuentros que tienen lugar precisamente en territorio turco, es muy probable que Ankara consiga los jets que pretende y mucho más.
Turquía en palabras simples, considera que no solo tiene el derecho, sino que en esta coyuntura particular, puede darse el lujo de amenazar a Grecia, a Suecia, a Finlandia o a la OTAN completa para vender caro su voto, sus buenos oficios y su posición geoestratégica, a fin de avanzar su agenda en los distintos temas que le importan. Todo esto, en un año electoral—en el que ya estamos observando medidas por parte de Ankara o de actores y poderes cercanos a Erdogan contra toda clase de opositores—adquiere incluso un peso mayor y debe ser considerado en cualquiera de los mapas que se pretendan dibujar acerca de la situación del mundo para este 2023.
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