En Rusia hay un sector muy molesto con Putin que está expresando su voz cada vez más fuerte. Lo venimos notando desde hace meses. Lo relevante es que estamos acostumbrados a escuchar acerca de una oposición contra el presidente ruso que procede del campo liberal, como lo es el caso de Navalny y el movimiento que lo apoya. Ahora mismo, en cambio, quien parece estarse manifestando es un sector mucho más duro incluso que el propio Putin. A raíz de la última contraofensiva relámpago por parte de Ucrania en el noreste del país, y el aparente colapso inmediato de las líneas de defensa rusas, las críticas por parte de este sector se hicieron notar de manera veloz, amplia y profunda. Esto no significa necesariamente que el control de Putin sobre su país se encuentre ahora mismo en riesgo. De hecho, hay un importante debate al respecto. Pero fuera de ese debate, la situación se ha acelerado enormemente en pocos días y es necesario analizarla.
1. La contraofensiva ucraniana . Hay que comprender que esta guerra estaba ya inmersa en una fase prolongada de desgaste que, en esencia, favorecía a la actual estrategia de Moscú. Es decir, Rusia tenía conquistada una quinta parte del territorio ucraniano. El país atacado, fragmentado, y más asfixiado económica y psicológicamente, es Ucrania. Ante el agotamiento de las audiencias, los medios en el mundo cada vez destinaban menos atención al tema. Diversos gobiernos iban priorizando otros asuntos en sus cargadas agendas. Más aún, las sociedades europeas se encuentran cada vez más cansadas de pagar costos por esta guerra. De modo que, si bien al Kremlin las cosas no le habían salido como originalmente las planeó, el largo desgaste de meses o años, desde su visión, terminaría por desplomar la moral ucraniana y su capacidad para seguir resistiendo.
Por tanto, a Kiev le urgía cambiar esta historia, lo que se conseguiría mediante demostrar que no solo podía resistir frente al ejército ruso, sino que podía romper sus líneas y recuperar territorio.
Así, Ucrania viene telegrafiando una contraofensiva desde hace un par de meses. Pero todo indicaba que ésta se dirigiría hacia el sur del país. Lo que no sabíamos es que paralelamente, Kiev estaba planeando una segunda contraofensiva simultánea hacia el noreste. Rusia tampoco lo previó. En cambio, Moscú reforzó sus líneas en el sur descuidando los frentes del este y el noreste. Ucrania, en efecto, comenzó a atacar las posiciones rusas en el sur hace pocas semanas, pero, cuando nadie lo esperaba, lanzó una contraofensiva relámpago en la provincia de Kharkiv al noreste, provocando conmoción entre el ejército ruso, cuyas líneas colapsaron casi en instantes.
De este modo, Ucrania consigue recuperar, hasta ahora, aproximadamente un 15% del territorio que había perdido a manos de Rusia. Faltará, por supuesto, monitorear si Kiev logra consolidar esas posiciones y acaso seguir avanzando, además de evaluar la respuesta de Moscú a lo largo de las siguientes semanas pues, como ya lo hemos dicho, la guerra es muy fluida y los cambios de tendencias pueden seguirnos sorprendiendo.
2. La narrativa . Uno de los mayores impactos de esta contraofensiva es sin duda el vuelco narrativo, la historia que se cuenta acerca de esta guerra. En pocos días pasamos de un desgaste mediático, una baja cobertura y atención sobre el tema, a una nueva ola de atracción y posicionamiento de la noticia. Pero, además, se trata de una narrativa que indica que ahora sí, con una moral catapultada hacia los cielos, pareciera que se eleva la probabilidad de que Ucrania pueda recuperar territorio, y de pronto, dice esta historia, hasta podría ganar. Como ya ha sucedido en otros momentos de la guerra, estamos hablando de un relato que nos cuenta acerca de la “huida” rusa, de las “incapacidades” que Moscú está mostrando, la bajísima motivación de sus soldados, sus errores estratégicos, tácticos, logísticos para sostener sus posiciones. Esta narrativa incluye elementos como, por ejemplo, “ha valido la pena el sacrificio” que han tenido que pagar las sociedades europeas, como son las alzas a los energéticos, entre otros factores. Occidente en general y Zelensky en particular, están sacando el máximo provecho posible de esta construcción discursiva para fortalecer su propia guerra propagandística, ayudar a sus intereses, y también para intentar influir en el ánimo prevaleciente en Rusia a fin de generar mejores prospectos y posiciones para negociar más adelante. Esto nos lleva al siguiente tema.
3. El impacto narrativo en Rusia . Un extraordinario texto de Denis Volkov y Andrei Kolesnikov (Carnegie Endowment for International Peace ) la semana pasada, retrata un complejo panorama de la opinión pública en Rusia, a partir de una serie de estudios consistentes en encuestas y grupos de enfoque, conducidos en ese país los últimos meses. Es verdad que Putin sigue contando con una amplia aprobación y que una gran mayoría de rusos apoya esta “operación militar especial” como ahí la llaman. Pero si se profundiza, emerge una serie de matices relevantes, ángulos distintos de cómo se está leyendo la guerra, perspectivas de personas que, sin dejar de respaldar al gobierno, ya expresan dudas, preocupaciones, miedos, frustración y mucho enojo.
Es ahí en donde se tiene que insertar esta nueva contraofensiva ucraniana y su impacto narrativo en Rusia. Es decir, el Kremlin intentó posicionar un mensaje de que se trató solo de un “reagrupamiento” de tropas rusas que se repliegan tácticamente para “defender mejor” los territorios conquistados. Como si hubiese sido un movimiento voluntario. La cuestión es que, esta vez, este mensaje es desmentido ya no por la oposición liberal en Rusia, sino por aliados del propio gobierno, o bien, por actores diversos del ala dura que expresan sus opiniones en distintos canales de Telegram, en espacios como YouTube o blogs.
Algunas voces, como la del líder checheno, Kadirov, quien llegó con miles de combatientes a Ucrania para apoyar la lucha de Moscú, indican que se están cometiendo demasiados errores y que el Kremlin debería salir a explicarlos con miras a replantear la estrategia.
Pero otras visiones son bastante más duras y se preguntan por qué Rusia, siendo el país que es, contando con la población, el ejército y el armamento con el que cuenta, tendría que estar pasando por esta humillación. Como explica Kovalev en Foreign Policy, se ha llegado a propagar la idea de que a Rusia se le está acuchillando por la espalda—en alusión al enemigo interno—recordando las teorías de conspiración que prevalecieron en la Alemania derrotada en la Primera Guerra Mundial. Desde esta última óptica, el Kremlin necesitaría dejar ya el cuento de la “operación militar especial”, llamar a esto como lo que es: una “guerra vital”, en defensa de la seguridad nacional, y destinar a ella los recursos materiales y humanos que ello amerita, lo que implicaría movilizaciones masivas, y, sobre todo, el escalamiento de las hostilidades. Hay incluso quienes sugieren uno o varios ataques nucleares “de advertencia” con armas tácticas disminuidas en sitios específicos como la Isla de las Serpientes que Rusia conquistó hace unos meses y Ucrania luego recuperó, o bien, llaman a una “guerra total” para destruir completamente la infraestructura civil ucraniana, o dicen que “sus ciudades deben ser destrozadas hasta llevarlas a la Edad de Piedra”.
4. La supervivencia de Putin y las decisiones que debe tomar . Como dije, hay un amplio debate al respecto de este tema. Distintos textos como el de Anne Applebaum en The Atlantic, afirman que, de expandirse los avances ucranianos, y dadas las cartas que Putin ha apostado a esa guerra, efectivamente su poder podría ir disminuyendo hasta caer. Hay otros autores como Mark Lawrence ( Foreign Policy ), sin embargo, quienes explican que Putin ha demostrado ser resiliente a lo largo de décadas y que, gracias al férreo control que sigue manteniendo sobre distintos sectores en el país, aún si tambalea, se recuperará y seguirá firme en el poder.
Pero incluso así, la realidad es que (a) Putin eligió lanzar en este 2022 una guerra muy diferente a las que él había iniciado previamente, empleando esta vez herramientas mucho menos híbridas (como las que usó en Crimea o en el este ucraniano en 2014), y mucho más frontales, tradicionales, abiertas y costosas: una invasión al territorio de un país vecino con más de 120 mil tropas, (b) para hacerlo, el presidente ruso necesitaba justificarlo y convencer a actores internos y externos del porqué del tamaño de su aventura, (c) con ese fin, construyó un discurso que pareciera atarlo como camisa de fuerza, un discurso en el que no parece caber la negociación, mucho menos una derrota; por tanto, (d) si desea evitar esa derrota o tener que negociar bajo términos desfavorables, la lógica indicaría que necesita escalar. Escalar los recursos humanos y materiales invertidos, y escalar las tácticas de combate hasta ahora utilizadas. O bien, idear una estrategia de salida que hoy no tiene y no parece dispuesto a desarrollar.
Mientras eso sucede, Ucrania sigue creciendo en el campo material y en el terreno narrativo, en tanto que, en Rusia, aumentan las voces de reclamo. Lo peligroso del caso, sin embargo, es que se trata de posturas que hacen parecer a Putin como débil y moderado y que, de prevalecer, forzarían espirales ascendentes de violencia difíciles de prever.
En palabras simples, asumir que una victoria ucraniana es inminente, y que además de ello, cuando ocurra, sobrevendrá una transición tersa hacia la democracia, el diálogo y la cooperación por parte de Rusia, podría resultar impreciso, por decir lo menos.