Las causas raíz detrás del terrorismo que hubo en Francia del 2015 al 2017 siguen vivas. Al igual que los factores que movieron a miles de jóvenes franceses a sumarse a la causa de organizaciones como ISIS, o bien, los elementos motores de las protestas violentas del 2005 en ese país. Ahí están, esencialmente sin resolverse, y forman parte de lo que impulsó una ola de disturbios en los últimos días en muy diversas partes de Francia. Conectando a esas expresiones, que son por supuesto diferentes entre sí, hay una serie de elementos que incluyen el sentimiento de falta de pertenencia, la discriminación y el racismo sistémico, el mutuo fortalecimiento de los polos en los extremos, la radicalización y la explosión de emociones colectivas tras detonantes específicos. Al momento de este escrito, los disturbios en Francia han estado disminuyendo, pero ese y muchos otros países europeos tienen mucho que reflexionar acerca de varios de los aspectos que señalamos a continuación:

1. Para colocar el contexto: hace una semana, un joven de 17 años, Nahel Merzouk, fue asesinado por un policía en su auto en Nanterre, un suburbio de París. Inicialmente la policía argumentó que ese joven que “ya había tenido faltas de tránsito previas” se acercó de manera amenazante con su auto contra dos policías. Posteriormente, un video que se hizo viral, reveló que Nahel—ciudadano francés de ascendencia marroquí-argelina—no representaba peligro alguno y que su muerte se debió a un claro uso excesivo de la fuerza. Esto detonó protestas masivas en ese y otros sitios de Francia, muchas de las cuales se tornaron violentas e incluyeron quemas de autos, daños a propiedad y saqueos a comercios. Esta situación duró varios días.

2. Trasladándonos un poco hacia atrás, en 2017 se autorizó a los policías franceses a ejercer un mayor uso de la fuerza cuando consideraban que un auto ponía en riesgo su vida o la vida de personas. En ese entonces, Francia y Europa en general estaban saliendo de una ola de atentados terroristas, muchos de los cuales se cometían con vehículos atropellando a personas inocentes como ocurrió por ejemplo en Niza. Los policías habían solicitado una mayor flexibilidad y discreción para poder disparar contra quienes consideraran sospechosos.

3. Uno de los efectos de los atentados terroristas es justamente el endurecimiento de la visión de buena parte de la sociedad. El miedo colectivo, según la investigación, nos lleva a aprobar a figuras y medidas de línea dura, incluso autoritarias; dejamos de privilegiar temas como los derechos humanos en favor de lo que percibimos como una mayor seguridad. De forma que cuando en 2017 las leyes que regulan el uso de armas de fuego para la policía de tránsito se flexibilizaron, eso tenía todo que ver con lo que arriba señalo.

4. Pero sigamos conectando: según la investigación (por ejemplo, revisar el Índice Global de Terrorismo 2015, 2016 y 2017) concretamente en países occidentales, el terrorismo se correlaciona con factores como la marginación, la exclusión socioeconómica de determinadas comunidades y la percepción que muchos individuos van construyendo acerca de su falta de integración a las sociedades donde viven.

5. Más específicamente, los estudios de Olivier Roy mostraban que la mayor parte de quienes cometían atentados por esos años, o bien, se sumaban a la causa de ISIS ya sea viajando a Irak y Siria o desde casa, eran jóvenes hijos o nietos de migrantes, quienes no se sentían parte de los países y sociedades de sus ancestros, pero tampoco se sentían parte de las sociedades europeas a las que llegaban. Una buena parte de ellos vivía en suburbios, justo como Nanterre, padecían el racismo y la discriminación de manera continua, y habían encontrado que el adherirse al islam radical daba sentido a sus vidas. No eran inicialmente jóvenes religiosos sino jóvenes que habían experimentado un “despertar” y acercamiento a una visión muy concreta del islam que llamaba al tipo de lucha que organizaciones como ISIS ofrecía. No estábamos ante la radicalización del islam, decía Roy, sino ante la “islamización del radicalismo”.

6. Es decir, esas personas que se sumaban a ISIS, pasaban por una serie de fases que terminaban por convencerles de que solo la violencia podría acercarles a ellas o a su organización a las metas percibidas. ISIS era la brújula en este proceso, era lo que daba sentido a la lucha y a esas metas percibidas.

7. Es evidente que varios de esos aspectos difieren considerablemente de lo que hemos observado estos días. No obstante, muchos puntos terminan por conectarse.

a. Los ataques terroristas tienen motores estructurales que detonan procesos individuales y organizacionales. Más allá de esos procesos y de la comisión de atentados, los motores estructurales siguen claramente ahí y éstos terminan por salir a flote mediante expresiones diferentes. Francia no ha resuelto lo que hay detrás de la falta de integración de infinidad de comunidades suburbanas, sociedades hijas o nietas de inmigrantes de sitios como el norte de África, así como los sentimientos colectivos que todo ello genera y que tienen el potencial de estallar.

b. Por el contrario, las medidas de línea dura—que son también alimentadas por fenómenos como las olas terroristas—tienden a su vez a incentivar la percepción de racismo, discriminación y falta de integración que padecen esas comunidades. Por ejemplo, el número de personas muertas a manos de la policía en incidentes similares al de Nahel Merzouk, se incrementó considerablemente desde 2017 que se aprobó la ley mencionada.

c. A todo lo anterior hay que añadir un contexto socioeconómico complicado, en el que buena parte de la sociedad francesa (desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha) desconfía de las instituciones, percibe a su presidente y al establishment como élites alejadas de la realidad. Para muestra, solo observe los resultados de los partidos de extrema izquierda y derecha en las últimas elecciones.

8. Frente al panorama arriba descrito, basta un detonante para encender la mecha. En este caso, el detonante no es tanto la muerte de Merzouk como la propagación del video que muestra que las autoridades estaban faltando a la verdad y que en ese evento hubo un claro uso excesivo uso de fuerza contra un joven francés de ascendencia norafricana. Porque entonces, un suceso local viaja de manera veloz y amplia a través de redes sociales, conectando con el sentimiento de muchos miles de personas. La cuestión es que la ira contenida, en una parte de esas personas, se transforma rápidamente en expresiones de violencia.

9. Esta violencia, cualquiera que sea su manifestación (como se ha visto en estos días), es posteriormente contenida por el Estado, se detiene a miles de personas, se condena por parte de actores que señalan que ese no es el camino y que quienes realmente creen en aquello por lo que están saliendo a la calle, deberían expresarlo de formas pacíficas. Y, como sucede normalmente, en algunos días o semanas, el país regresa a su normalidad.

Pero lo que hay que entender en el fondo, es que, según explican autores como Galtung, la violencia estructural (aquella que a veces nos es invisible, como el racismo sistémico, la desintegración social, económica, política e incluso psicológica de sectores de nuestras sociedades con la potencial discriminación que ello conlleva), frecuentemente resulta en expresiones de violencia más visible o directa, lo que a su vez tiende a alimentar otros círculos de violencia estructural. En algún punto, esa cadena necesita entenderse bien para poderla interrumpir.

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