Después de 10 días de reflectores, el asunto de Irán redujo su presencia en la mayoría de los medios. Sin embargo, el potencial conflictivo de este tema sigue siendo muy elevado. No debemos olvidar que uno de los factores centrales que dictan esta serie de eventos sigue siendo la cuestión nuclear. Trump argumenta que su retiro del acuerdo nuclear con Irán, y sus medidas para asfixiarle, tienen el objetivo de sentarle a negociar bajo términos más adecuados. Al mismo tiempo, cada una de las acciones que Irán ha tomado para responder busca orillar a Trump a preservar los términos originales de ese pacto o lo más cercano a esos términos. El problema es que mientras las medidas de Trump no consigan su objetivo, y mientras Irán tampoco consiga hacer que Trump reconsidere, ambos países se mantienen escalando el nivel de presión que ejercen el uno contra el otro. En semanas previas hemos revisado distintos aspectos de esta conflictiva. Hoy nos concentramos en la dimensión nuclear.
El acuerdo nuclear es un convenio firmado en 2015 por Irán con EEUU, Alemania, Francia, Reino Unido, Rusia, China y la UE. En este pacto Irán se compromete a reducir su actividad nuclear a cambio del alivio de las sanciones económicas que le habían sido impuestas. Algunos de sus puntos eran los siguientes: (1) Teherán desactivaba 14 mil de sus 19 mil centrífugas; (2) aunque se permitía a Irán seguir con actividad nuclear usando otras 5 mil, no podía enriquecer uranio por arriba del 3.67%. Para una bomba nuclear se requiere enriquecer uranio a niveles de hasta 90%; (3) Irán solo podía conservar en su territorio 300 kg de uranio enriquecido, el resto lo debía exportar. De hecho, en 2016 Irán tuvo que exportar unas 10 toneladas de uranio enriquecido que ya tenía (suficiente para armar unas 7 u 8 bombas); (4) el reactor principal de plutonio quedaba clausurado; (5) se impedía la construcción de nuevas instalaciones para el enriquecimiento de uranio; (6) para verificar lo anterior, se garantizaba un protocolo de vigilancia y supervisión sin precedentes, con el objeto de revisar no solo las operaciones al interior de Irán, sino también para asegurar la inspección de la cadena de abastecimiento que pudiera servir a fines violatorios de lo pactado; (7) solo si se respetaba el 100% de lo anterior, las sanciones económicas serían levantadas.
El acuerdo indica que, si se detectase una violación de Irán, se activaría un mecanismo de “snap back”, es decir, la re-implementación inmediata de las sanciones en un plazo no mayor a 65 días. Esto se llevaría a cabo mediante un panel en el que participarían las naciones firmantes, Irán incluido, el cual podría someter el asunto ante el Consejo de Seguridad. Se requeriría una mayoría de 8 miembros de ese órgano para aprobar dicha restitución, y ninguna potencia tendría poder para vetarla.
Las objeciones de Trump a ese, “el peor acuerdo de la historia” firmado por EEUU, son esencialmente tres: (a) el pacto tiene fecha de caducidad, de 10 a 15 años, tras lo cual en teoría, Irán podría ir reanudando su actividad nuclear sin restricciones previstas; (b) no se contempla restricción alguna al proyecto de misiles iraní; y (c) no se incluye ninguna restricción sobre la actividad iraní en toda su región tal como el apoyo y financiamiento de Teherán a milicias armadas o a actores considerados por Washington como terroristas.
Aún así, el cumplimiento del pacto ha sido cuidadosamente monitoreado no solo por los inspectores internacionales sino por agencias de seguridad e inteligencia de distintos países. El consenso en esta comunidad, incluido el propio Consejo de Seguridad Nacional de EEUU, es que, si bien el acuerdo tiene huecos que debían ser cubiertos o renegociados eventualmente, el convenio sí estaba funcionando; la actividad nuclear de Irán había sido eficazmente restringida y se había logrado el objetivo central: incrementar el tiempo que a Irán le tomaría armar una bomba nuclear en caso de decidirlo.
Pero como sabemos, en mayo del 2018 Trump decide abandonar este acuerdo tras lo cual reactiva e intensifica las sanciones contra Teherán. A pesar de ello, en un principio, Irán decide seguir cumpliendo con lo pactado y busca que los otros firmantes, especialmente los países europeos, hagan a Trump cambiar de opinión, o le ayuden a buscar mecanismos para evadir el impacto de las sanciones. No obstante, todo eso fracasa.
Como resultado, a partir de mayo del 2019, la dirigencia en Teherán adopta otro tipo de medidas. De un lado, las estrategias de acoso y presión en el Golfo Pérsico que acá hemos ya comentado. Y del otro lado, el incumplimiento expreso y escalonado a sus compromisos del pacto nuclear. Esto culminó hace unos pocos días, cuando, tras el asesinato del General Soleimani a manos de EEUU, Teherán anunció que ahora desconocería la totalidad de dichos compromisos, aunque no abandonaba el pacto por completo y estaba dispuesto a reanudar su cumplimiento si se retiran las sanciones en su contra.
Actualmente, Irán ya conserva en su territorio más uranio enriquecido del que le es autorizado en el pacto, y ya está enriqueciendo uranio por encima del 3.67% permitido. De hecho, el presidente Rohani dijo esta semana que se está enriqueciendo más uranio hoy que antes del 2015, cuando el pacto se firmó. Además, el reactor de plutonio ha reanudado operaciones. Según reportes de inteligencia, si Irán toma la decisión, podría tener suficiente material para armar una bomba atómica hacia finales de este mismo año.
Ahora bien, eso no implica que Teherán necesariamente optará por llevar a cabo los últimos pasos para ensamblar la bomba. Podría seguir escalonando sus acciones indefinidamente para generar presión sin elevar las tensiones al nivel de un conflicto armado. Además, Irán no cuenta aún con la tecnología para montar esa bomba en misiles balísticos. Pero con todo, estamos hablando de considerables repercusiones.
La primera es que los países europeos no han podido sostener más el peso político que venían cargando ante las violaciones iraníes. Su objetivo siempre ha sido mantener el pacto vivo y trataron, hasta donde pudieron, de hacer que las partes en disputa se sentaran a negociar. Esta semana se vieron finalmente obligados a activar el mecanismo del panel de controversias, lo que eventualmente podría resultar en la reactivación de las sanciones por parte del Consejo de Seguridad de la ONU (si hay mayoría de votos, nadie podría vetarlo).
China y Rusia tienen un papel que es más complejo de lo que a veces se piensa. Por un lado, ambas potencias tienen sus propias dinámicas conflictivas con EEUU, lo que se manifiesta frecuentemente en foros internacionales como la ONU, en donde constantemente Moscú y Beijing mantienen un frente común. Sin embargo, la realidad es que ninguna de las dos desea ver a un Irán nuclearmente armado por lo que necesitan actuar de manera equilibrada. Habrá que ver el rol que cada una de ellas decida jugar en este punto de la vida del pacto nuclear.
Por último, de entre los rivales regionales de Irán, destaca el hecho de que Israel considera el proyecto nuclear iraní como una amenaza directa a su supervivencia, por lo que, desde hace años, Netanyahu ha amagado con actuar militarmente si es que Irán decide armar su bomba atómica. Por si eso no basta, hay un conflicto paralelo que se viene cocinando entre estos dos países. Israel lleva ya años bombardeando las posiciones iraníes y de sus aliados en Siria (y ahora también en Irak). Teherán ha elegido esperar y no responder ante esos bombardeos, sino hasta que lo considere adecuado, lo que según reportes militares podría ocurrir también este mismo año, ya sea de manera directa, o bien, a través de alguno de sus aliados.
Así que no se necesita ser demasiado conocedores para comprender los riesgos del panorama que describo. Ante ello, la única alternativa es intensificar los esfuerzos diplomáticos por parte de quienes aún forman parte del pacto y en general, de toda la comunidad internacional interesada en la estabilidad global. Lo que se logró evitar hace solo unos días entre EEUU y Teherán, representa apenas una llamada de atención.
Analista internacional.
Twitter: @maurimm