Cuando uno tiene esta profesión que implica no solo conocer o teorizar acerca de las relaciones internacionales, el conflicto violento y la paz , sino intentar interpretar los eventos a diario, intentar hallar el sentido de lo que ocurre con cada discurso, con cada movimiento, descifrar el entramado de las complejidades que esos movimientos suscitan y buscar ofrecer algunos elementos que acaso aporten algo a la discusión acerca del mundo en que vivimos, se hace necesario partir de la humildad que supone el océano que existe entre lo mucho que no sabemos y lo muy poco que sí sabemos.

Tratar de comprender la racionalidad de Putin no únicamente en el momento en que decide ordenar una intervención militar sobre Ucrani a, sino desde hace semanas y años, cae en ese rubro.

Aprovecho el texto de hoy y la coyuntura para tratar de explicar en parte lo que sucede, y un poco pensar en lo que puede venir. Primero, tomando prestado de Randazzo y Torrent (2021), es necesario considerar que somos seres mucho más complejos de lo que a veces suponemos.

Asumir que siempre existen planes estructurados y lineares implica frecuentemente omitir que somos seres sociales , relacionales, y que nuestras interacciones continuamente moldean nuestra forma de pensar y nuestra toma de decisiones .

En ese sentido, lo que vemos hoy desplegarse en Ucrania tal vez era parte todo de un plan orquestado punto por punto, pero tal vez no es tan simple, y tal vez esta última serie de pasos es más bien el producto de cómo se han suscitado las interacciones y las relaciones entre los actores involucrados durante los últimos meses y semanas.

Desde esta perspectiva, retomo lo que se discutía ya desde noviembre tanto por parte de funcionarios ucranianos como por parte de funcionarios de inteligencia de Estados Unidos: existían planes para una intervención militar masiva de Rusia contra Ucrania, pero Putin no había tomado la decisión de llevarla a cabo.

En ese sentido, la racionalidad que parecía asomarse era que, si el presidente ruso conseguía sus metas mayores, entonces una invasión a Ucrania de gran escala no sería necesaria.

Sintetizando, se trataba de tres metas centrales: (1) asegurar que Ucrania no formaría nunca parte de la OTAN, (2) garantizar que esa alianza no incorporaría a más países del espacio postsoviético, y (3) replegar toda actividad militar de la OTAN, incluido el armamento, de los países miembros cercanos a Rusia. A fin de lograr esas metas, el Kremlin podía seguir negociando sin bajar la guardia—dado que la invasión tenía que ser siempre una alternativa creíble—pero también podía optar por una operación militar más limitada, por ejemplo, en el este ucraniano, y otro tipo de instrumentos tales como bloqueos navales en el Mar Negro, ciberataques masivos, despliegues armamentistas en distintos puntos geográficos, entre varias más.

Puede haber sucedido, entonces, que la intervención a gran escala siempre estuvo en la mente de Putin como la alternativa privilegiada, o puede ser que él siempre pensó que era viable desplegar no una sino varias de las opciones con las que contaba para conseguir sus metas. O bien, también puede ser que sus decisiones han sido el producto de cómo se vinieron dando las cosas en estas semanas, su interpretación del lenguaje y visiones de sus contrapartes, el desarrollo de sus propias interacciones con esas contrapartes, las interacciones entre su gabinete y sus contrapartes, y otro tipo de interacciones, por ejemplo, al interior de la propia Ucrania o al interior de Rusia misma.

¿Por qué es importante poner este tema sobre la mesa? Porque nos encontramos ante sucesos en desarrollo, y más allá de buscar interpretar la lógica que mueve a estos sucesos, hay que comprender que no todo está escrito, que no todo siempre es tan linear y tan racional, y que por más que acá pensemos en escenarios o predicciones, la realidad puede desenvolverse en múltiples direcciones que hoy no necesariamente vemos.

¿Entonces, qué ocurre y qué sigue? Considerando lo que indico arriba, extraigamos algunos temas clave del discurso en el que Putin anunció la “operación militar especial”: (a) la desmilitarización de Ucrania, (b) la “desnazificación” de Ucrania, y (c) las amenazas a países terceros. Si esos tres puntos revelan las intenciones de Putin, debemos asumir que el objetivo de esta operación incluye tomar posesión de la infraestructura militar de Ucrania, eliminar al actual gobierno en Kiev (un gobierno “neonazi” en el discurso de Putin), buscar establecer un gobierno afín a Moscú y hacer pagar costos a todos los “cómplices” que actuaron en contra de la ciudadanía étnico-rusa en Ucrania y en contra de Rusia.

Adicionalmente, se advierte a “otros”—en clara alusión a Estados Unidos y sus aliados—de no intervenir pues las consecuencias de hacerlo serían catastróficas.

Por tanto, aunque sí estamos observando resistencia por parte de Ucrania, es difícil esperar que Kiev pueda sostenerse y, más allá de que a nivel interno, la sociedad ucraniana decida mantener esa resistencia durante mucho tiempo y por diversas vías, también tendremos que preguntarnos cómo se verá el mapa una vez que el gobierno actual en Ucrania colapse. Y acá es en donde entran los ejercicios especulativos que menciono.

Permítame explicarme. Hay ya análisis que indican que los objetivos de Putin están limitados solo a Ucrania. Hay en cambio, ensayos completos que señalan que Ucrania será su primer paso y que en realidad Rusia irá por más: más amenazas a más países.

Me parece que, en este punto, un análisis objetivo tendría que hacerse a partir de los datos que conocemos, considerando, como dije, que existe una gran cantidad de incertidumbre que puede hacer que muchas cosas cambien.

Por ahora, podemos decir esto: 1. Si Rusia consigue los objetivos de su intervención militar que menciono arriba, habrá garantizado por lo pronto que Ucrania no forme parte de la OTAN y será difícil pensar que ello pueda ocurrir en un futuro próximo. Con ello, habrá logado una de sus metas mayores.

2. Pero como lo hemos dicho, este tema no es solo acerca de Ucrania. Putin demanda que la alianza atlántica renuncie a incorporar a más países cercanos a Rusia y que, además, cese su presencia militar y toda actividad en países como Polonia, Rumania o los países Bálticos. Por tanto, podemos asumir que esto no termina con un gobierno afín en Kiev.

3. En ese sentido, con la operación militar en Ucrania, Putin habrá enviado un enorme mensaje de fuerza a la OTAN, exhibiendo que no va a titubear en su absoluta determinación para conseguir sus intereses vitales. Por tanto, si las negociaciones se llegan a retomar en algún punto, es de esperarse que Putin mantenga sus exigencias tal y como las ha venido planteando casi sin concesiones.

4. Del otro lado está Occidente, ya implementando una muy compleja batería de sanciones las cuales, a pesar de que también afectarán a las economías occidentales, tanto en el corto como en el mediano plazo harán mucho daño a la economía rusa. Adicionalmente, EU y la OTAN posiblemente responderán en lo inmediato no con menos, sino con más despliegues militares y equipo, justo en los países que Putin señala.

5. Esto, claramente presenta una situación de enfrentamiento que podría producir un cierto equilibrio, pero muy frágil, asumiendo que ninguna parte decida romper las líneas que se establezcan. Dado ese equilibrio, es poco probable que el Kremlin decida amenazar a países miembros de la OTAN. Mientras tanto, cada parte seguirá presionando al rival, y acaso en cierto punto, se retornará, como dije, a alguna forma de negociación, ahora bajo una realidad diferente.

6. La gran pregunta, por supuesto, es hasta dónde puede llegar este equilibrio de terror sin mayores consecuencias, más allá de las que ya lamentablemente estamos viendo.

No hay respuestas claras. Por un lado, es indispensable considerar que Rusia ya desde hace tiempo carece de la infraestructura económica que, en teoría, le permitiría financiar en el largo plazo, si acaso las tuviera, sus aspiraciones de superpotencia al estilo Guerra Fría.

Su economía tiene enormes deficiencias y no es comparable con la de China, por poner un caso. Más aún, las sanciones sí van a tener un impacto muy negativo en Rusia que no será fácil de absorber.

Pero por el otro lado, hay ejemplos en la historia reciente, como Corea del Norte o Irán, que no solo sobreviven ante las brutales sanciones que se les han impuesto, sino que mantienen firmes sus objetivos geopolíticos a pesar de ello.

No queda sino seguir observando, planteando las muchas preguntas que seguirán surgiendo y continuar en el esfuerzo cotidiano de aventurar algunas hipótesis en el camino.

Twitter: @maurimm 

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